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Gran Bretaña, 1945 El Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería de nueva cuenta abre sus puertas para todas aquellas mentes emocionadas y expectantes de las maravillas de un nuevo año escolar. Amigos que no se han visto desde hace tiempo, queridos profesores de caras sonrientes y exigencias de un nuevo curso escolar, todo pareciera estar perfectamente calculado, todo esta planeado y se pronostica, que aquel año escolar será uno de los más anhelados y aceptados por los estudiantes. Pero no todo es lo que parece y ciertamente el plan de cierto grupo de estudiantes no es precisamente pasar sus últimos años en el colegio de manera pacífica, ellos quieren causar un cambio, quieren una revolución, quieren iniciar la diferencia en su mundo y no precisamente de la manera correcta ni por los motivos idóneos. Tom Riddle extrañamente comienza a mostrar maneras mucho más encantadoras que las del extraño chico que se conoció de primer a quinto curso, se le nota más seguro, constante y decido, sus palabras suaves como el susurro de una serpiente han comenzado a cautivar a la casa de Slytherin, prometiendo poderes y riquezas inimaginables sencillamente por participar como bulto en su movimiento revolucionario, la prudencia nunca se ha dado con las serpientes y cuando el poder se menciona y la pureza de una casta sale a relucir, casi nadie está dispuesto a negarse.
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aquí no hay paredes que hablen → dorea black
AQUÍ NO HAY PAREDES QUE HABLEN
— ¡Excelente práctica, Gryffindor! — con aquellas palabras, la sesión se daba por terminada. El equipo completo había bajado a tierra firme y las exclamaciones de alentadora camaradería se extendían de extremo a extremo del campo. El positivismo de Charlie habría entrado en acción junto al de sus amigos, pero las prisas tomaban prioridad. Una vez quitó la escoba del camino, se despidió de la manera más rápida y general posible, moviéndose a paso rápido hasta los casilleros; se quitó los guantes, las protecciones de codos y rodillas, se sacó la sudadera y guardó el bat dentro de su cuadrícula, que ya comenzaba a desbordarse en desastre. Y, a pesar de no haber tomado más de dos minutos en estar listo, con una camiseta de cuello en "v" y una chaqueta encima, el resto del equipo entró en la tienda, varios pares de ojos mirándole inquisitivos. — ¿Por qué tanta prisa, Charlie?, ¿tienes una cita? — cuestionó el guardián del equipo. Con una media sonrisa, el castaño capturó la mirada de sus dos mejores amigos; en la fracción de segundo que duraron las miradas, quedaba claro que la pregunta recién formulada no distaba de la realidad — Ya quisiera. Tengo castigo, dos horas — respondió con credibilidad, metiendo la escoba en el casillero y tomando un par de libros para seguir con la treta. Se despidió con su clásica sonrisa de firma y un movimiento de mano, dirigiéndoles una última mirada a Septimus y Minerva.
El profesor comenzaba a hablar animosamente sobre aquella específica raza de dragones; y no era que a Charlie no le interesaran o algo por el estilo, pero su mirada estaba perdida en dirección opuesta que la de sus compañeros. O bien, sus compañeros excepto ella. Desde los inicios de la clase, las miradas entre Dorea y él se deslizaban con clandestina sutileza. Y ahí, cuando todos tenían la atención capturada, se giró lentamente para tenerla en un mejor campo de visión, aún demasiado lejos como para poder murmurarle algo. A gestos, hizo una extraña especie de círculos con los brazos, y prosiguió con una mala imitación de nado, moviendo los brazos en sincronía e inflando las mejillas. La mueca de confusión de su contraparte les costó casi delatarse con el numerito, pues Charlus a penas pudo contener la risa. Con los labios articuló la palabra "Lago" y levantó su mano con los cinco dedos extendidos, indicando la hora. Eso si pudo entenderse. Segundos después, la clase entera exclamó al observar el encino del fondo ardiendo en llamas. Al parecer, aquella clase de dragón no le sentaba bien la presión de las multitudes.
Para la buena suerte del moreno, las piernas le quedaban lo suficientemente largas como para recorrer la distancia que le faltaba a tiempo justo. Botó los libros en cuanto llegó a la parte del lago que más flora albergaba, ofreciendo con los frondosos árboles una improvisada pantalla para miradas curiosas. Se pasó una mano por el cabello, desarreglándolo en gesto tranquilizante; no era como si aquello le pusiera de nervios, pero siempre habría cierto filo en hacer las cosas a escondidas. Sonrió al bajar la mirada y estudiar su aspecto. No había reparado en pasar frente a un espejo. Llevaba puestas las botas y los pantalones del entrenamiento, que curiosamente iban del mismo color que la camiseta recién colocada. Lo único extraño en su apariencia probablemente era la chaqueta de fino corte y color café claro. Eso y el nido que tenía encima de la cabeza en lugar de cabello, claro.
El profesor comenzaba a hablar animosamente sobre aquella específica raza de dragones; y no era que a Charlie no le interesaran o algo por el estilo, pero su mirada estaba perdida en dirección opuesta que la de sus compañeros. O bien, sus compañeros excepto ella. Desde los inicios de la clase, las miradas entre Dorea y él se deslizaban con clandestina sutileza. Y ahí, cuando todos tenían la atención capturada, se giró lentamente para tenerla en un mejor campo de visión, aún demasiado lejos como para poder murmurarle algo. A gestos, hizo una extraña especie de círculos con los brazos, y prosiguió con una mala imitación de nado, moviendo los brazos en sincronía e inflando las mejillas. La mueca de confusión de su contraparte les costó casi delatarse con el numerito, pues Charlus a penas pudo contener la risa. Con los labios articuló la palabra "Lago" y levantó su mano con los cinco dedos extendidos, indicando la hora. Eso si pudo entenderse. Segundos después, la clase entera exclamó al observar el encino del fondo ardiendo en llamas. Al parecer, aquella clase de dragón no le sentaba bien la presión de las multitudes.
Para la buena suerte del moreno, las piernas le quedaban lo suficientemente largas como para recorrer la distancia que le faltaba a tiempo justo. Botó los libros en cuanto llegó a la parte del lago que más flora albergaba, ofreciendo con los frondosos árboles una improvisada pantalla para miradas curiosas. Se pasó una mano por el cabello, desarreglándolo en gesto tranquilizante; no era como si aquello le pusiera de nervios, pero siempre habría cierto filo en hacer las cosas a escondidas. Sonrió al bajar la mirada y estudiar su aspecto. No había reparado en pasar frente a un espejo. Llevaba puestas las botas y los pantalones del entrenamiento, que curiosamente iban del mismo color que la camiseta recién colocada. Lo único extraño en su apariencia probablemente era la chaqueta de fino corte y color café claro. Eso y el nido que tenía encima de la cabeza en lugar de cabello, claro.
Lago Negro ▲ 17:03 ▲ Dorea G. Black
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Charlus V. Potter- Gryffindor
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Re: aquí no hay paredes que hablen → dorea black
Aquí no hay paredes que hablen
17:05 Θ lago negro Θ Charlus V. Potter
Soltó un claro suspiro de cansancio mientras por centésima vez miraba el reloj que se encontraba a su izquierda, Dorea nunca se había jactado de ser una persona paciente, más bien carecía de ello en todo sentido y en aquellos momentos en los que la voz pasional de Riddle le llenaba los oídos y sus sentidos se encontraban aturdidos dada la naturaleza de la conversación, resopló notoriamente alterada mientras su mejor amiga se giraba para reprocharle silenciosamente con aquellos ojos grises que guardaban sus confidencias, la rubia se limitó a guiñarle un ojo mientras retomaba el movimiento de cabeza entre Tom y el reloj, no entendía porqué seguía asistiendo, por qué la necedad de mantenerse presente en una causa a la que no sabía si quería seguir apoyando. Se alisó de nueva cuenta la falda del vestido y por enésima vez en un periodo de tres minutos observó el reloj y una sonrisa amplia se formó en sus labios, cada vez faltaba menos para la hora acordada, se irguió en el asiento mientras pensaba delicadamente la excusa que daría, no podía decir que había sido castigada, Dorea tenía una reputación intachable y por más molesta que fuera en las clases ningún castigo le había sido impuesto, ni siquiera cuando eran impuestos a Druella, simplemente tenía un talento nato para escaparse de problemas. Mordió el labio inferior con delicadeza mientras se ponía de pie y acomodaba la falda del vestido esperando no ser notada por la mirada inquisidora de alguno de los altos mandos de acuerdo a los estatutos de Riddle, no sabría que decir, se disculpo con una sonrisa y una mirada cómplice de su mejor amiga y con pasos silenciosos se dirigió a la salida del recinto tratando de no llamar mucho la atención, era lo que menos necesitaba en aquellos momentos, la rubia disfrutaba de la atención, pero en aquellos momentos la única que necesitaba se encontraba probablemente esperándola en el lago, y las ansias que se formaban en su estómago no querían hacerlo esperar de más. — ¿Vas a algún lado Dorea? — la voz pacifica de Tom hizo que se girara sobre sus talones y le dedicara una sonrisa amable que ella devolvió simulando un sentimiento de admiración, empezaba a molestarle que siguiera cada uno de sus pasos, pero Riddle tenía conocimiento de bastantes cosas, y sabía que podía llegar a sospechar de ella — La junta todavía no ha finalizado, y es la primera vez que deseas irte temprano ¿Hay algún problema? — La aludida abrió y cerró la boca como un pez fuera del agua antes de contestar, las manos le temblaban y las miradas inquisidoras de todos sus compañeros sencillamente incrementaban el nerviosismo, era una de las principales promotoras de la causa y el que hubiera decidido retirarse solamente incrementaba la sorpresa y la indignación de algunos. — Oh Tom, debí haberlo mencionado antes, pero la señorita Longbottom quiere que haga un papeleo de su asignatura, no pude librarme esta vez ,lo siento — fue un murmuro rápido mientras caminaba con paso rápido hacia la salida y le dedicaba una sonrisa de disculpa — Le diré a Druella que me mantenga al tanto, si quieres puedo verte en la noche para discutir ciertos asuntos — le guiño un ojo cómplice y se giró a toda prisa dando trompicones solamente para llegar a su destino. Nunca se había percatado de lo lejano que se encontraba el lago del castillo hasta que tuvo que correr por los campos para llegar a él, sentía la tierra entre los dedos dado el estilo del zapato y sabía que probablemente ahora toda ella fuera un desastre, pero la desesperación que tenía de verle podía con todo el raciocinio y su vanidad, podía con toda ella y aunque no lo hubiera dicho en voz alta le aterraba el hecho de que fuera la única persona que podía contra ella, contra cada fibra del ser de Dorea Black. Llegó a su destino agitada, los pies con ciertas manchas de lodo y el cabello desarreglado, le daba un aspecto vulnerable más que desaliñado, la joven nunca podría verse completamente desastrosa dada su naturaleza, caminó un poco mientras intentaba reconocer la silueta que se encontraba frente a ella y su sonrisa apareció casi sin poder ser contenida, aquella altura era fácilmente reconocible, se trataba de Charlus, caminó lentamente hasta posarse detrás de él sintiéndose diminuta a su lado, carraspeó suavemente mientras ponía una de sus manos en el hombro del contrario. — Buenas tardes señor Potter ¿Esperaba a alguien? — su voz fue dulce y con un tono de alegría no muy conocido en ella, su sonrisa permaneció en los labios tintados de carmín y por vez primera en aquel día de sonrisas falsas, esta era sincera y se notaba dado el brillo que sus ojos adquirían cuando estaba cerca de Charlus Vaughn Potter. |
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Última edición por Dorea G. Black el Mar Abr 02, 2013 10:57 pm, editado 1 vez
Dorea G. Black- Slytherin
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Re: aquí no hay paredes que hablen → dorea black
AQUÍ NO HAY PAREDES QUE HABLEN
Por un momento, Charlie no supo que hacer con su cuerpo, o con su mente. Estar ahí solo le produjo una extraña y relajada sensación, proyectada cuando, momentos después, dejó caer con suavidad su cabeza hacia atrás, estirando su cuello y pasando la entrecerrada mirada por el follaje de los árboles. Sonrió con una alegría privada, reparando en los suaves destellos de luz solar que se colaban entre las hojas.
Después de semanas con furtivas miradas entre los pasillos, mensajes breves y apartados, el moreno necesitaba de aquél momento. La necesitaba a ella. Durante los veranos en casa, sólo había dos formas en las cuales podía abrir una conversación con su madre, gracias a sus atareadas labores; durante una ardua sesión de compras, la cual intentaba siempre evitar, o mientras se leía alguna novela romántica. Y con el tiempo, Charlie comenzó a leerlas con ella, intrigado por la total captura de atención y absorción que le daban a las féminas. Con su buena memoria, enormes cantidades de líneas románticas y detalladas cursilerías le pasaban por la cabeza mientras estaba ahí de pie, pensando qué podría decirle a Dorea cuando la viera. Probablemente no se pondría a balbucearle sobre el brillo de sus ojos, o la perfecta caída de su cabello; con fortuna, Charlie nunca había tenido problemas para expresarle cómo se sentía, o soltar uno que otro cumplido. Colocó su cabeza nuevamente en vertical, relajando el cuello y soltando una bocanada de aire, para después levantar una ceja al escuchar suaves pasos y sentir una mano sobre su hombro. La sonrisa que traía grabada en el rostro se amplió, y antes de girarse, miró hacia el suelo, ladeando ligeramente el rostro cuando escuchó sus palabras; durante varios días no había tenido la oportunidad de escuchar su voz dirigida hacia él, con aquella calidez que solía ocultar en los pasillos.
— Señorita Black — respondió a modo de saludo, subiendo uno de sus brazos para cubrir la mano de Dorea con la propia, regocijándose en la suavidad del contacto y manteniendo la acción lo más delicada e inocente posible. Se giró despacio, incapaz de contener el cambio en su rostro cuando la vio de frente; con apreciación observó su airada apariencia. Los cabellos fuera de lugar, el corte del vestido, y lo contradictorios que se veían sus manchados pies con el resto de su elegante porte. Cayendo en la realización de que no podía quedársele mirando todo el resto de la tarde sin antes contestar, cambió su peso de una pierna a otra, entrelazando un par de dedos — A decir verdad, sí, espero a alguien. Y no sé si a ése alguien le agrade verme hablando con tan linda señorita — continuó, distraídamente acomodando una clara hebra de cabello que le caía por el rostro a su contraparte. Las cosas que sentía por la Black que tenía enfrente eran en ocasiones contradictorias y complejas. Sabía que la quería, y no había dudado en ocasiones anteriores para hacérselo saber, y aún así, la situación lograba complicar todo aquello. Charlie había pasado tanto tiempo intentando unirla a sus amigos, hacerle ver que las causas que su familia y seres más cercanos perseguían, no tenían una base tan sólida o moral como la que él mismo sostenía; a veces sentía que lo lograba, que ella llegaba a dudar sus propias creencias, y en otras, cuando le dedicaba ésa fría mirada que solía dirigir a todo mundo en los pasillos, sabía que se avecinaba alguna discusión. Pero en aquél momento, contento con la forma en la que ella lo miraba, no tenía argumento alguno ni razones para no actuar. Dio un paso al frente, y con la mano libre la rodeó por el cuello, abrazándole sin mucha fuerza, pero por un intencionado largo rato — Ya te echaba de menos, Do — murmuró contra sus perfumados cabellos, apartándose ligeramente para poder observarle el rostro.
Después de semanas con furtivas miradas entre los pasillos, mensajes breves y apartados, el moreno necesitaba de aquél momento. La necesitaba a ella. Durante los veranos en casa, sólo había dos formas en las cuales podía abrir una conversación con su madre, gracias a sus atareadas labores; durante una ardua sesión de compras, la cual intentaba siempre evitar, o mientras se leía alguna novela romántica. Y con el tiempo, Charlie comenzó a leerlas con ella, intrigado por la total captura de atención y absorción que le daban a las féminas. Con su buena memoria, enormes cantidades de líneas románticas y detalladas cursilerías le pasaban por la cabeza mientras estaba ahí de pie, pensando qué podría decirle a Dorea cuando la viera. Probablemente no se pondría a balbucearle sobre el brillo de sus ojos, o la perfecta caída de su cabello; con fortuna, Charlie nunca había tenido problemas para expresarle cómo se sentía, o soltar uno que otro cumplido. Colocó su cabeza nuevamente en vertical, relajando el cuello y soltando una bocanada de aire, para después levantar una ceja al escuchar suaves pasos y sentir una mano sobre su hombro. La sonrisa que traía grabada en el rostro se amplió, y antes de girarse, miró hacia el suelo, ladeando ligeramente el rostro cuando escuchó sus palabras; durante varios días no había tenido la oportunidad de escuchar su voz dirigida hacia él, con aquella calidez que solía ocultar en los pasillos.
— Señorita Black — respondió a modo de saludo, subiendo uno de sus brazos para cubrir la mano de Dorea con la propia, regocijándose en la suavidad del contacto y manteniendo la acción lo más delicada e inocente posible. Se giró despacio, incapaz de contener el cambio en su rostro cuando la vio de frente; con apreciación observó su airada apariencia. Los cabellos fuera de lugar, el corte del vestido, y lo contradictorios que se veían sus manchados pies con el resto de su elegante porte. Cayendo en la realización de que no podía quedársele mirando todo el resto de la tarde sin antes contestar, cambió su peso de una pierna a otra, entrelazando un par de dedos — A decir verdad, sí, espero a alguien. Y no sé si a ése alguien le agrade verme hablando con tan linda señorita — continuó, distraídamente acomodando una clara hebra de cabello que le caía por el rostro a su contraparte. Las cosas que sentía por la Black que tenía enfrente eran en ocasiones contradictorias y complejas. Sabía que la quería, y no había dudado en ocasiones anteriores para hacérselo saber, y aún así, la situación lograba complicar todo aquello. Charlie había pasado tanto tiempo intentando unirla a sus amigos, hacerle ver que las causas que su familia y seres más cercanos perseguían, no tenían una base tan sólida o moral como la que él mismo sostenía; a veces sentía que lo lograba, que ella llegaba a dudar sus propias creencias, y en otras, cuando le dedicaba ésa fría mirada que solía dirigir a todo mundo en los pasillos, sabía que se avecinaba alguna discusión. Pero en aquél momento, contento con la forma en la que ella lo miraba, no tenía argumento alguno ni razones para no actuar. Dio un paso al frente, y con la mano libre la rodeó por el cuello, abrazándole sin mucha fuerza, pero por un intencionado largo rato — Ya te echaba de menos, Do — murmuró contra sus perfumados cabellos, apartándose ligeramente para poder observarle el rostro.
Lago Negro ▲ 17:06 ▲ Dorea G. Black
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Charlus V. Potter- Gryffindor
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Re: aquí no hay paredes que hablen → dorea black
Aquí no hay paredes que hablen
17:05 Θ lago negro Θ Charlus V. Potter
Sonrió un poco más mientras sentía la cálida mano del contrario sobre la suya, proporcionando una caricia suave, llena de inocencia, la piel le ardía tan solo por el contacto y sin embargo era esa clase de sensación placentera, una sensación que la llenaba por dentro. Le sonrió de una manera más amplia mostrando los dientes y entrecerrando un poco los ojos incapaz de moverse, le había visto por los pasillos e inclusive en las clases, le había tenido cerca en numerosas ocasiones, pero a la vez en aquellos momentos en los que ni Minerva ni Septimus se apartaban de su lado lo sentía lejano, sentía que el castaño era alguien inalcanzable, un imposible, aquello que se mira y no se toca, pero, teniéndolo allí frente a ella con aquella mirada dulce en los ojos chocolate y una sonrisa infantil en los labios podía decir que el momento no podría ser arruinado por absolutamente, ni por causas perdidas y mucho menos por los bandos elegidos, aquel momento les pertenecía solamente a ellos, no habría interrupciones y no tenía que preocuparse por el que dirán de su familia. Alzó suavemente una ceja mientras una risa con cierto tinte infantil salía de sus labios de una manera natural, y una de sus manos se deslizaba con suavidad por el cierre de la chamarra, lo miró directamente a los ojos para luego bajar la vista levemente, sintiendo el leve roce de los dedos de Potter sobre su mejilla y luego delicadamente en su oreja al colocar una hebra del cabello dorado de la joven, se mordió suavemente el labio inferior mirándolo fijamente, como si quisiera grabar cada detalle de su rostro en la pupila. — Pues creo que tendrá que aguantarse el enojo, porqué no pienso dejarte ir — murmuró suavemente antes de ser atraída hacia los brazos del contrario con una calidez y cariño con el cual no esta familiarizada, inhaló fuertemente el aroma que el cuerpo de Charlus emanaba, una combinación entre loción de afeitar y madera, no sabía las razones de aquél aroma, pero le encantaba embriagarse en él, con sus delgados brazos rodeó la cintura de Charlus y se aferró más a él como si la vida se le fuese en aquellos instantes, la posición en la que se encontraban la hacían sentir diminuta, casi como una niña. Mordió su labio inferior con lentitud mientras miraba el rostro de Charlus fijamente, quería decirle las razones por las cuales lo evitaba en los pasillos, el porqué si acordaban algo la joven lo cancelaba o llegaba más tarde de lo esperado, quería decirle que todavía no sabía si sería capaz de abandonar la causa que había perseguido por tanto tiempo, pero también quería decirle que estaba cansada de fingir que le odiaba en los pasillos o que le gustaban aquellas miradas clandestinas, quería decirle que no quería perderle, pero todas aquellas palabras se atoraban en su garganta, indispuestas a salir en algún momento. — Yo también te extrañaba Charlus, no tienes una idea de cuanto — las palabras salieron de sus labios en un susurro casi inaudible mientras volvía a atrapar el labio inferior entre sus dientes, lo miró directamente a los ojos mientras pasaba una mano de manera distraída por la cabellera color oro. — Lamento no haberte visto antes, pero tenía que encargarme de ciertos asuntos con mis compañeros — murmuró quedamente mientras desviaba la vista, no quería decirle de manera tan literal que había centrado toda su atención en las reuniones con Riddle, pero de alguna manera tenía que hacérselo saber. |
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Última edición por Dorea G. Black el Mar Abr 02, 2013 10:54 pm, editado 1 vez
Dorea G. Black- Slytherin
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Re: aquí no hay paredes que hablen → dorea black
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— ¿Y ella? — el mismo cuestionamiento llevaba un rato repitiéndose, en ocasiones provenía del Weasley, en otras de Potter. Y como respuesta, el contrario expresaba con breves palabras su opinión, un pro, un contra, cosas por el estilo. La que ahora era señalada pertenecía a Ravenclaw, probablemente sería un año menor y tenía el cabello castaño y a la altura de los hombros — Ya te he dicho, Wes. No es sólo la piel, o el cabello, o el aroma. Tienen que tener ése algo — respondió el castaño, escondiendo la cara detrás de la espuma en su cerveza de mantequilla al beberla. Septimus negó despacio con la cabeza y rió ante los quisquillosos gustos de su mejor amigo. Entonces, se abrió la puerta. La mirada de Charlus quedó tejida encima de la oscura silueta, y su compañero observador, se percató de ello. Al retirarse la capucha y descubrir el rostro con gesturas de los Black, Septimus rió con mayor fuerza — ¿Ella, entonces? —
Dorea Black siempre le había pasado como guapa; tenía una esbelta figura, lindo cabello, preciosos ojos. Pero, hasta ése momento, Charlie se percató de aquél algo en su caminar, en el escondido destello de su mirada. En la casi invisible curvatura de una de las comisuras de sus labios. No respondió a su amigo y apartó la mirada de la Slytherin. Bebió un par de tragos más y calmó sus pensamientos con un interno y fuerte "Oh, mierda".
Durante eternos segundos, Charlie vio ése mismo resplandor en la mirada de Dorea; pero, para su mayor gusto, no se encontraba oculto detrás de frías capas de practicada indiferencia. Estaba abierto, y libre para ser dedicado al embelezado chico que tenía enfrente. Estudió sus movimientos como si tuviese que escribir cien papiros sobre ello; reparó en el reflejo que daba la luz sobre el contorno de sus labios, la exacta presión con la cual los capturaba entre sus dientes; inclusive añoró el breve momento en el que bajó la mirada, privándole de la conexión con sus ojos. Y es que la rubia ya estaba metida dentro de él, fluyendo en cada vena y apareciéndose por cada pensamiento. Sus palabras dieron una breve y baja risa de respuesta, antes de que, elaboradamente, girara su rostro a su alrededor y perdiera la mirada a lo lejos, como si buscara algo — Bueno, mientras no se entere, supongo que no tengo objeciones — respondió tras regresar la mirada a los claros ojos de Dorea, regalándole otra inconsciente sonrisa.
Aprovechando que no estaba bajo la observación de su acompañante, cerró los ojos por un efímero instante, apreciando desde el cómo le tenía atrapado por la cintura, pasando por el cercano contacto de sus cuerpos, hasta las palabras que después le respondió; quería creer que ella también le extrañaba, estaba casi convencido de ello, pero escucharlo de sus propios labios hacía una gran diferencia. Al abrir los ojos, llevó ambas manos a las orillas de su rostro, acunándole con ternura la cara — No importa, ya te tengo aquí — le aseguró con voz aterciopelada. Sabía que tenía una agenda apretada, y los compromisos con los de su casa eran frecuentes, pero, con total honestidad, a Charlie no le importó en lo más mínimo. Por una indefinida cantidad de tiempo, la tenía para él, y sólo para él. Y por Merlin, su apellido no sería Potter si no tomara ventaja de ello. En un impulsivo acto, dobló rápidamente las rodillas y bajó los brazos, rodeándole la cintura con ellos y pegándola a su pecho, para después levantarla y dar un par de infantiles vueltas; con cuello curvado y el rostro hacia arriba, buscándole la mirada, besó su barbilla, estrechándole en un equilibro de fuerza y delicadeza — ¿Te he dicho lo bien que te sienta un poco de aire en el cabello? — soltó con aquella amplia y juguetona sonrisa, seguro de que, aunque se rasurara la cabeza entera, aún la encontraría igualmente hermosa.
Te has convertido en el repartidor de caramelos más meloso del mundo mágico, Potter.
Lago Negro ▲ 17:10 ▲ Dorea G. Black
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Charlus V. Potter- Gryffindor
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Re: aquí no hay paredes que hablen → dorea black
Aquí no hay paredes que hablen
17:15 Θ lago negro Θ Charlus V. Potter
El aroma y la calidez que emanaban del cuerpo de Charlus eran reconfortantes para cada sentido de la rubia, lo estrechó más hacia ella queriendo perderse solamente en el contrario, memorizar los latidos de su corazón e intentar impregnarse completamente de aquella calidez tan familiar, no quería soltarle nunca, pero de un momento a otro tendría que hacerlo, tendría que dejar que se fuese, que regresase a lo cotidiano, que regrese a aquellos planes que los distanciaban más de lo que parecía, el peso de aquella situación la agobiaba y le aterraba el momento en el que verdaderamente tuviera que elegir un bando. Tomó aire de manera lenta cerrando los ojos para tratar de grabar de una manera casi perfecta cada sensación producida por el castaño, cada roce y cada tono de voz, quería tener todo en la memoria, no quería que cuando tuvieran que despedirse los recuerdos de aquella tarde se desvanecieran hasta ser solo fragmentos de algo que parecía soñado, esta vez quería tener algo más tangible de que verdaderamente había estado con él, quería que todo se reprodujera cual película en su mente, quería una constancia de que lo había tenido cerca, que había escuchado su risa y que había respirado aquel verdadero aroma, quería tener todo en la memoria solo en caso de que pasara un largo tiempo para el próximo encuentro. Un suave grito de sorpresa salió de sus labios al tiempo que dejaba de sentir el suelo bajo las plantas de los pies y unos firmes brazos rodear su cintura, la cercanía era reconfortante y por inercia colocó ambos brazos en los hombros del contrario buscando cierto soporte, la sonrisa de los labios carmín se ensanchó y una risa salió después al tiempo que cerraba los ojos, el sentimiento que se apoderaba lentamente de ella era poco conocido y un tanto aterrador para la rubia, nunca se había sentido de aquella manera, el estómago se le contraía con cualquier roce de la piel del contrario contra la suya, la respiración se le agitaba con verle sonreír y el corazón le latía a un nivel de infarto, definitivamente nunca había estado acostumbrada a sentir aquella clase de cosas con tanta intensidad, pero el moreno despertaba en ella los sentimientos más humanos y la naturaleza indefensa que Dorea Black con los años se había acostumbrado a ocultar. Los labios cálidos sobre su barbilla lograron sacarle un suspiro atolondrado y bajó el rostro solamente para mirarle, sus labios se fruncieron ligeramente mientras escudriñaba aquel rostro dulce y cálido, expresiones como aquella eran tan extrañas a la vista de la rubia que realmente le ponían a pensar como alguien podía quererle tanto con todo y sus defectos, ideales extremistas y la personalidad tan frívola que para ella era natural, pero ahí estaba, mirándole como si fuese lo más perfecto en el mundo, como si todas aquellas aterradoras historias que se contaban de su familia fueran mentira, sonrió abiertamente y le besó la punta de la nariz con ternura casi extinguida en ella, pero que con el castaño era tan normal, sencillamente natural. Frunció el ceño lentamente y de igual manera los labios con un gesto infantil tras escuchar el comentario, ciertamente a su manera de ver se veía sencillamente desastrosa, negó firmemente con la cabeza mientras le regresaba la mirada manteniendo la postura infantil, se veía desaliñada y probablemente su madre tendría un infarto si la encontrara en aquel estado y compañía, se pasó una de las manos trabajosamente por la cabellera rubia y se encogió ligeramente de hombros. — No es verdad, luzco desastrosa, es una verdadera pena que tengas que verme así — murmuró quedamente frunciendo de nueva cuenta el ceño — Tengo tierra y lodo en cada parte de los dedos, si mi madre me viera me mataría — no pudo evitar soltar una risa al final mientras hacía una mueca y acariciaba dulcemente la mejilla del Gryffindor en movimientos circulares. Dorea Black en definitiva se estaba convirtiendo en todo aquello de lo que con anterioridad se burlaba. |
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Dorea G. Black- Slytherin
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Re: aquí no hay paredes que hablen → dorea black
AQUÍ NO HAY PAREDES QUE HABLEN
Nunca era de sorpresa el hecho que la sonrisa de Charlie se hiciera cada vez más grande, más aún cuando estaba en la presencia de Dorea Black. La reacción inmediata de la rubia al alzarla en los aires le dio un nuevo aire de orgullo; no cualquiera hacía que aquellos rojos labios se curvaran de tan bella manera, o que de su garganta se emitieran tan sonoras, bellas y naturales risas. No, ése era justamente el trabajo del Gryffindor.
Estrechándola entre brazos y manteniendo el rostro arriba para recibir su mirada y caricias, Charlie hizo memoria de las primeras veces que había comenzado a verla más como Dorea y menos como un miembro más del club Riddle. La etapa de negación había durado poco más de un mes, la cual prácticamente consistía en la Slytherin continuando con sus cotidianos días, y el moreno volviéndose loco tratando de pensar en otra cosa, ahogado en disgusto. No se encontraban clandestinamente de la noche a la mañana; las cosas habían requerido de verdadero trabajo, comprensión y paciencia. Una vez, al explicarle la situación a Septimus, Charlie en el plan de cursilerías, había comparado lo que sucedía entre los dos con lo que le había pasado a los de la obra muggle, a Romeo y a Julieta. Aquél par de adolescentes batallaban con sus sentimientos cuando se suponía que pertenecían a familias enemigas, pero pensaban que la rivalidad era tonta y punto. Era diferente. Charlie estaba encontra de todo lo que representaba a los Black y sus ideales puristas; por Merlín, encabezaba el bando opuesto; y Dorea había sido construida bajo ésos mismos principios que tanto detestaba. Lejos de serle una carga el intentar abrirle la mente a otras formas de pensar, el castaño lo disfrutaba. La satisfacción desmesurada que sentía cuando creía haberla convencido aunque fuese de cuestionar sus propios conceptos morales sólo se comparaba con la devoción que le tenía. Con el tiempo se dio espacio para conocerla y encariñarse hasta un punto de no retorno, y Charlus moría por hacérselo saber. Era capaz de recordárselo cada día, dejar sobre la mesa con claridad lo importante que era para él, y como nada ni nadie sería capaz de apartarle de ella. Pero claro, aquellas cosas se decían a una pareja, y la bellísima miembro de los Black que tenía entre brazos, técnicamente no lo era. No podía serlo. Porque Septimus, Minerva y prácticamente todos sus amigos podrían comprenderlo y apoyarles, pero no se podía decir lo mismo de los Black y el resto de las serpientes.
— No sé de qué hablas. Podrías tener esa misma tierra y lodo por toda la cara y aún así serías la parte más bella de mi día — le aseguró el moreno después de haber tenido la transformación de su sonrisa a algo más tierno, desencadenado tras aquél beso sobre la punta de su nariz. Todo en Dorea era suave; el contacto de sus labios, de su piel, de su cabello, el sonido de su voz, incluso la mirada que le dedicaba en aquél momento. Lo que todos los demás catalogaban como frialdad pura y educada indiferencia, él lograba tenerla cálida contra sí, capaz de claros actos de ternura, sin importar su apellido. Bajó la mirada para estudiar sus manchados pies y soltó una sonora risa, volteando inmediatamente hacia arriba para verla, sin querer interrumpir las caricias que la rubia daba sobre su mejilla — Entonces es algo bueno que tu madre no esté aquí para verme hacer esto — comentó en voz baja, girando el rostro hacia los lados para cerciorarse de que ninguna mirada curiosa y oportuna pasara por ahí. Devolviéndose, subió una de sus manos para amoldarla sobre la nuca de Dorea, bajo sus cabellos, ajustando el brazo contrario con mayor seguridad en torno a su cintura. Olvidándose de tomar una pausa, o pedir permiso, juntó los labios de ambos en un casi inocente y breve beso; probar su punto era sólo una excusa, puesto que claro, Charlie se moría de ganas por besarla. En los pasillos, durante clases, después de ellas, a la hora del almuerzo. Todo el bendito día la pasaba imaginándose qué pasaría si le sujetaba la mano frente a todos, o llegaba con aires de héroe atrevido y le plantaba un beso frente al resto de su familia; la mayoría de las veces, se armaba de valentía y caminaba hacia ella con paso decidido, al diablo los Black, al diablo Riddle, al diablo todo. Y, segundos antes de entrar a la vista de los demás, recordaba exactamente por qué no podía hacerlo. Por ella. Curiosamente, casi todo en la vida de Potter estaba condicionado a aquella chica que aún no bajaba al suelo.
Lentamente, la depositó sin separarles mucho, dejando sus pies casi encimados y las extremidades aún sobre su cintura y cuello, como si temiera que al perder el contacto, ella se esfumara en el aire. Sin embargo, todo era real. Por más extraño y contradictorio que fuese, él había esperado todo el día para tenerla ahí, y ella, bueno, había aparecido, lo cual hacía a Charlie convencerse de que, por seguro, lo mismo le pasaba. — ¿Has tenido un buen día? —
Estrechándola entre brazos y manteniendo el rostro arriba para recibir su mirada y caricias, Charlie hizo memoria de las primeras veces que había comenzado a verla más como Dorea y menos como un miembro más del club Riddle. La etapa de negación había durado poco más de un mes, la cual prácticamente consistía en la Slytherin continuando con sus cotidianos días, y el moreno volviéndose loco tratando de pensar en otra cosa, ahogado en disgusto. No se encontraban clandestinamente de la noche a la mañana; las cosas habían requerido de verdadero trabajo, comprensión y paciencia. Una vez, al explicarle la situación a Septimus, Charlie en el plan de cursilerías, había comparado lo que sucedía entre los dos con lo que le había pasado a los de la obra muggle, a Romeo y a Julieta. Aquél par de adolescentes batallaban con sus sentimientos cuando se suponía que pertenecían a familias enemigas, pero pensaban que la rivalidad era tonta y punto. Era diferente. Charlie estaba encontra de todo lo que representaba a los Black y sus ideales puristas; por Merlín, encabezaba el bando opuesto; y Dorea había sido construida bajo ésos mismos principios que tanto detestaba. Lejos de serle una carga el intentar abrirle la mente a otras formas de pensar, el castaño lo disfrutaba. La satisfacción desmesurada que sentía cuando creía haberla convencido aunque fuese de cuestionar sus propios conceptos morales sólo se comparaba con la devoción que le tenía. Con el tiempo se dio espacio para conocerla y encariñarse hasta un punto de no retorno, y Charlus moría por hacérselo saber. Era capaz de recordárselo cada día, dejar sobre la mesa con claridad lo importante que era para él, y como nada ni nadie sería capaz de apartarle de ella. Pero claro, aquellas cosas se decían a una pareja, y la bellísima miembro de los Black que tenía entre brazos, técnicamente no lo era. No podía serlo. Porque Septimus, Minerva y prácticamente todos sus amigos podrían comprenderlo y apoyarles, pero no se podía decir lo mismo de los Black y el resto de las serpientes.
— No sé de qué hablas. Podrías tener esa misma tierra y lodo por toda la cara y aún así serías la parte más bella de mi día — le aseguró el moreno después de haber tenido la transformación de su sonrisa a algo más tierno, desencadenado tras aquél beso sobre la punta de su nariz. Todo en Dorea era suave; el contacto de sus labios, de su piel, de su cabello, el sonido de su voz, incluso la mirada que le dedicaba en aquél momento. Lo que todos los demás catalogaban como frialdad pura y educada indiferencia, él lograba tenerla cálida contra sí, capaz de claros actos de ternura, sin importar su apellido. Bajó la mirada para estudiar sus manchados pies y soltó una sonora risa, volteando inmediatamente hacia arriba para verla, sin querer interrumpir las caricias que la rubia daba sobre su mejilla — Entonces es algo bueno que tu madre no esté aquí para verme hacer esto — comentó en voz baja, girando el rostro hacia los lados para cerciorarse de que ninguna mirada curiosa y oportuna pasara por ahí. Devolviéndose, subió una de sus manos para amoldarla sobre la nuca de Dorea, bajo sus cabellos, ajustando el brazo contrario con mayor seguridad en torno a su cintura. Olvidándose de tomar una pausa, o pedir permiso, juntó los labios de ambos en un casi inocente y breve beso; probar su punto era sólo una excusa, puesto que claro, Charlie se moría de ganas por besarla. En los pasillos, durante clases, después de ellas, a la hora del almuerzo. Todo el bendito día la pasaba imaginándose qué pasaría si le sujetaba la mano frente a todos, o llegaba con aires de héroe atrevido y le plantaba un beso frente al resto de su familia; la mayoría de las veces, se armaba de valentía y caminaba hacia ella con paso decidido, al diablo los Black, al diablo Riddle, al diablo todo. Y, segundos antes de entrar a la vista de los demás, recordaba exactamente por qué no podía hacerlo. Por ella. Curiosamente, casi todo en la vida de Potter estaba condicionado a aquella chica que aún no bajaba al suelo.
Lentamente, la depositó sin separarles mucho, dejando sus pies casi encimados y las extremidades aún sobre su cintura y cuello, como si temiera que al perder el contacto, ella se esfumara en el aire. Sin embargo, todo era real. Por más extraño y contradictorio que fuese, él había esperado todo el día para tenerla ahí, y ella, bueno, había aparecido, lo cual hacía a Charlie convencerse de que, por seguro, lo mismo le pasaba. — ¿Has tenido un buen día? —
Lago Negro ▲ 17:18 ▲ Dorea G. Black
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Charlus V. Potter- Gryffindor
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Re: aquí no hay paredes que hablen → dorea black
Aquí no hay paredes que hablen
17:25 Θ lago negro Θ Charlus V. Potter
¿Por que eres tan fría Dorea? ¿Te da miedo que alguien llegue a quererte? las palabras que habían salido hace tan solo un par de días de los labios de Druella seguían dando vueltas en su mente de manera repetitiva y a velocidad alarmante, de cierta manera su mejor amiga tenía razón, el amor era algo a lo que no estaba acostumbrada, lo tenía y era algo que de cierta manera sabía, aunque nunca comprendió en su totalidad como expresarlo, como distinguir la manera exacta de el querer y el asfixiar, la joven serpiente ni siquiera sabía si descendían del mismo sentimiento, si se era honesta jamás pensó que sentiría tal cosa, tenía dado por sentado que se casaría y tendría descendencia, sus padres y sobre todo su madre no dejarían que fuera de cualquier otra manera, para ellos y la mente clasista que tenían no sería bien visto en la sociedad mágica, por lo cual con el tiempo había llegado a acostumbrarse a la idea y a negarse a abrir todo lo que sentía completamente, de una manera u otra nunca había sentido nada particularmente fuerte por nadie, no le interesaban aquellas cuestiones, pues en la mente perfectamente moldeada de la joven Black primero era el deber y la familia antes de cualquier cosa. Pero claro que en sus lecciones de modales y las pláticas interminables de su madre no se le había mencionado a Charlus Potter, no se le había mencionado que aquel cosquilleo en el abdomen era producto de los nervios producidos por el contrario y no por algo que había ingerido durante el día, que los enojos y el odio repentino hacía cualquier fémina que se le acercaba al moreno no era dado el ideal que perseguían, si no que le molestaba que cualquier otro estudiante del colegio pudiese estar cerca del joven Potter sin tener que fingir aberración hacia el mismo, no le habían enseñado a aceptar de manera natural los sentimientos, se le había enseñado a repelerlos, a mirarles como debilitantes y simplemente mantenerlos guardados dentro de sí, aunque claro, Potter era el encargado de romper toda regla y las de Dorea Black no habían sido la excepción, en primera instancia no le había parecido demasiado atractivo, demasiado alto y quizá demasiado delgado, no era para nada especial y a decir verdad nunca pensó fijarse demasiado en el dado el hecho de que estaba sumergido en los ideales contrarios, en todo lo que a ella le parecía incorrecto y todo lo que despreciaba del Colegio, el joven Potter ni siquiera parecía una opción viable sin importar el linaje y el apellido, estaba fuera de rango y ni siquiera podía pensarlo, pero no podía evitar el girar el rostro cada vez que le miraba por los pasillos o fruncir el ceño cada que lo miraba demasiado cercano a McGonagall, no podía evitar pensar que el joven era todo lo que repudiaba y aún así no podía parecer capaz de dejar de mirarle o pensar en el en aquellas incontables noches en vela, Charlus Potter sin quererlo ni pensarlo era todo aquello que la joven buscaba quizá más y aquello era lo que parecía que a Dorea le parecía tan imposible, lo que la dejaba llena de dudas y lo que la dejaba despierta la mayoría de las noches dejando de lado el hecho de que pensaba en maneras idóneas de decírselo a ciertas personas de su casa, ¿Por qué él y no algún Slytherin? Las palabras del contrario la sacaron de su ensimismamiento y no pudieron evitar el sonrojo que se dio en sus mejillas, una de las cosas que más le gustaban del castaño era el hecho de que no le importaban las reglas de etiqueta ni los comportamientos poco corteses, una cosa más por la cual simplemente pudo abrirse en su totalidad con él, una sonrisa apareció en sus labios y lo miró directamente a los ojos, y mordió su labio inferior con nerviosismo ante cada palabra del Gryffindor, los ojos de la joven se cerraron al tiempo que sentía los brazos del contrario aferrarse a su cintura y amoldarse a la nuca sin prisa, con suavidad, su brazo derecho se movió sin prisa hacía el hombro del contrario disfrutando aquellos momentos de necesitada intimidad, los labios del contrario fueron cálidos, necesitados al tacto y la joven después de un efímero instante se vio queriendo, necesitando más, se aferró suavemente a la chaqueta del contrario disfrutando la cercanía y el contacto que tanto añoraba a lo largo de la jornada, quería tener la posibilidad de correr y abrazarle cada que lo interceptaba en los pasillos, plantar un beso en sus labios cada que se percataba de las miradas indiscretas de otras estudiantes, quería poder estar con él de manera total y completa sin tener que temer a la reacción de su familia y amigos, pero era algo que no podía hacer o más bien temía hacerlo. Bajó la mirada suavemente mientras negaba la cabeza ante la pregunta de Charlus, no fue un día horrible, en realidad para cualquier serpiente había sido glorioso, la intimidación de chicos de cursos inferiores y casas distintas siempre era algo que celebrar en la sala común de Slytherin, las miradas aterradas y los gritos de auxilio eran un triunfo, lo habían sido para Dorea desde su tercer curso, pero ahora miraba cada situación de diferente perspectiva, sabía el punto de vista de su contra parte y la manera en la que le disgustaba el purismo, lo había oído hablar de aquello y la rabia que había en su voz era inconfundible, el desprecio que sentía por gente que perseguía ideales iguales a los de la rubia era inmensurable, era difícil de creer que el líder del bando de Dumbledore hubiera elegido enamorarse de alguien como ella. Mordió con fuerza el labio inferior hasta el punto de hacerlo sangrar y por primera vez en largo rato se atrevió a mirarle a los ojos, sus manos se mantenían quietas en su posición y su respiración era un tanto agitada, carraspeó suavemente mientras bajaba de nueva cuenta la vista hacía sus zapatos. — Debiste ver su rostro Charlus, estaba aterrada — la frase salió en un murmuro quedo mientras seguía enfocando la vista a sus píes, demasiado nerviosa con la posible reacción del contrario — Tan indefensa, quizá tenía unos catorce años, le dije a Abraxas que no lo hiciera, que solamente era una niña, aunque claro que no me escuchó, nunca lo hace — la frase acabó en un murmullo mientras volvía a morder la herida ocasionada en el labio inferior, no había sido nada grave, ni siquiera había utilizado la varita, pero el joven Malfoy era aterrador, con tan solo acercarse un poco la joven estaba acorralada entre el rubio y la pared, no podía hacer nada útil y por primera vez en mucho tiempo Dorea Black no se sentía orgullosa de sus acciones. |
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Re: aquí no hay paredes que hablen → dorea black
AQUÍ NO HAY PAREDES QUE HABLEN
Criado en la familia perfecta, a Charlie aún le costaba mucho trabajo comprender en su totalidad el por qué de ciertas actitudes y formas de Dorea. Intentaba muy a menudo colocarse en sus zapatos y procurar sentir la presión filial que ella había descrito. Charlus Potter detestaba a los Black, ese no era ningún secreto. Los Black y los Potter habían tenido amistades cordiales y no tan apartadas por compartir ciertos miembros puristas anteriores, mantener la magia sin combinarse y por qué no, tener mucho dinero. Al ser un crío, al castaño nada de eso le había importado en lo más mínimo. Juegos eran juegos y diversión era diversión; pero los detalles eran evidentes. Cuando Vivianne, la madre de Charlie, ni siquiera alzaba la voz cuando el aludido volvía con las finas ropas manchadas o rotas, los gritos de las señoras Black se escuchaban a través de calles, edificios y universos. El cariño, comprensión, moral y dulzura con el cual había crecido el Gryffindor, no figuraba en el pasado de la rubia, y él lo sabía. Por lo mismo, en ocasiones no sabía bien cómo comportarse. Una parte de él ansiaba mostrarle el afecto que naturalmente sentía por ella, de una manera más física. Mostrarle que no estaba mal el hacerle pequeños círculos con los dedos sobre la piel de su mano, o que besarle los párpados no era una melosa señal de debilidad. Anhelaba sorprenderla con colar sus brazos por su cintura y abrazarla por atrás; soñaba despierto con susurrarle al oído exactamente cuánto le importaba, y lo poco que le valía la opinión ajena. Porque, probablemente, a la única persona que realmente escucharía al respecto de sus sentimientos por Dorea, sería su madre, y estaba convencido de que, poniendo un poco de lado su apellido, la adoraría, y también su padre. No se podía decir lo mismo sobre Charlie, claro.
Si fuese un purista más, la familia Black no repararía en aceptar aquella relación y dar el visto bueno; incluso les parecería una buena idea comprometerlos (pequeño detalle del cual el moreno estaba agradecido; que de entre todas las cosas, no se les había ocurrido prometer en matrimonio a su hija con absolutamente nadie). Pero no era el caso, y todos los primos de Dorea le detestaban, y ni decir de sus padres que, si se enteraban del movimiento anti-purista y su líder estudiantil, de seguro lo marcarían como ganado y lo enlistarían para la horca. Por ellos era importante mantener todo eso en un perfil muy bajo; porque, si pensar a futuro, la única manera para ver a la chica que protagonizaba la mayoría de su pensamientos, era así, detrás de los arbustos durante la tarde.
Otra parte del conflicto dentro de la mente de Charlie pedía que se pausara, que estudiara las reacciones de la Slytherin con más cuidado, buscando algún indicio de que no apreciaba el modo en el cual era tratada. Después de casi seis años de verla como todos los demás, como la dama de hielo, aún se fascinaba y asombraba con la calidez y ternura de la que era capaz. No quería presionar, ni tratarle de alguna forma que no le gustara, pero con el tiempo, se hacía más difícil el no sostenerle la mano cuando la tenía en frente, o besarle los labios cuantas veces quisiera. Porque ella lo quería a él, y él la quería a ella. Durante ésos momentos, era suficiente. Quería convencerse de que los pocos minutos u horas que tuviese para tenerla ahí, envuelta en sus brazos y pegada de los labios, sería suficiente. Ojalá lo fuera.
Cuando observó la desmesurada fuerza con la que mordía su labio, frunció las cejas y su mente se serenó, dejándole preocupado y serio. Le dio su tiempo para hablar y llevó una mano hasta la pequeña herida, retirando la sangre con el pulgar. Su incomodidad y nerviosismo expusieron la razón de ser poco después, y durante todo el rato, el rosto de Charlus fue serio y pasivo, mientras que en la base de su estómago hervía la cólera — ¿Una niña menor?, ¿sabes su nombre? — cuestionó despacio, intentando que su voz saliera lo más neutral posible. Su cuerpo se tensó un poco con la narración, para aflojarse ligeramente después, dejando sólo un puño cerrado para contener el desagrado — Tal vez el señorito Malfoy teme meterse con alguien que pueda regresarle el favor — terminó por comentar, disminuyendo su molestia. En cierta cantidad, le frustraba el hecho de que Dorea estuviese ahí y, al parecer, no lo parara. Y otra parte estaba gratamente complacida de que, al contárselo, se escuchara tan arrepentida. Hablaba de la niña como un ser inocente y que no merecía aquél trato, y no como el pedazo de carne con ascendencia muggle que probablemente los demás le habían tachado — ¿No sucedió nada grave, entonces? — cuestionó Charlie mirándole a los ojos, recorriendo su labios inferior con el dedo para eliminar los vestigios color borgoña. Soltando un superficial suspiro, desvió su mirada hacia un lado; consternado, se llevó una mano al rostro, tallándose un costado con cierta presión — En realidad no tengo nada en contra de los puristas. Mi familia lo es, ¿lo sabes, no? Pero no nos ves a mí o a la abuela Ginger por ahí acosando a las niñas por que se da la gana — espetó, dando un par de pasos hacia atrás. Aquello le enfermaba y ponía de un humor pésimo; no lo podía evitar. Sólo por encontrarse con Dorea y aún querer aquél momento con ella, se limitó a dar unos cuantos respiros y guardar distancia unos segundos, en lugar de despotricar el glosario de las majaderías que bien se sabía y tenía tantas ganas de exteriorizar.
Si fuese un purista más, la familia Black no repararía en aceptar aquella relación y dar el visto bueno; incluso les parecería una buena idea comprometerlos (pequeño detalle del cual el moreno estaba agradecido; que de entre todas las cosas, no se les había ocurrido prometer en matrimonio a su hija con absolutamente nadie). Pero no era el caso, y todos los primos de Dorea le detestaban, y ni decir de sus padres que, si se enteraban del movimiento anti-purista y su líder estudiantil, de seguro lo marcarían como ganado y lo enlistarían para la horca. Por ellos era importante mantener todo eso en un perfil muy bajo; porque, si pensar a futuro, la única manera para ver a la chica que protagonizaba la mayoría de su pensamientos, era así, detrás de los arbustos durante la tarde.
Otra parte del conflicto dentro de la mente de Charlie pedía que se pausara, que estudiara las reacciones de la Slytherin con más cuidado, buscando algún indicio de que no apreciaba el modo en el cual era tratada. Después de casi seis años de verla como todos los demás, como la dama de hielo, aún se fascinaba y asombraba con la calidez y ternura de la que era capaz. No quería presionar, ni tratarle de alguna forma que no le gustara, pero con el tiempo, se hacía más difícil el no sostenerle la mano cuando la tenía en frente, o besarle los labios cuantas veces quisiera. Porque ella lo quería a él, y él la quería a ella. Durante ésos momentos, era suficiente. Quería convencerse de que los pocos minutos u horas que tuviese para tenerla ahí, envuelta en sus brazos y pegada de los labios, sería suficiente. Ojalá lo fuera.
Cuando observó la desmesurada fuerza con la que mordía su labio, frunció las cejas y su mente se serenó, dejándole preocupado y serio. Le dio su tiempo para hablar y llevó una mano hasta la pequeña herida, retirando la sangre con el pulgar. Su incomodidad y nerviosismo expusieron la razón de ser poco después, y durante todo el rato, el rosto de Charlus fue serio y pasivo, mientras que en la base de su estómago hervía la cólera — ¿Una niña menor?, ¿sabes su nombre? — cuestionó despacio, intentando que su voz saliera lo más neutral posible. Su cuerpo se tensó un poco con la narración, para aflojarse ligeramente después, dejando sólo un puño cerrado para contener el desagrado — Tal vez el señorito Malfoy teme meterse con alguien que pueda regresarle el favor — terminó por comentar, disminuyendo su molestia. En cierta cantidad, le frustraba el hecho de que Dorea estuviese ahí y, al parecer, no lo parara. Y otra parte estaba gratamente complacida de que, al contárselo, se escuchara tan arrepentida. Hablaba de la niña como un ser inocente y que no merecía aquél trato, y no como el pedazo de carne con ascendencia muggle que probablemente los demás le habían tachado — ¿No sucedió nada grave, entonces? — cuestionó Charlie mirándole a los ojos, recorriendo su labios inferior con el dedo para eliminar los vestigios color borgoña. Soltando un superficial suspiro, desvió su mirada hacia un lado; consternado, se llevó una mano al rostro, tallándose un costado con cierta presión — En realidad no tengo nada en contra de los puristas. Mi familia lo es, ¿lo sabes, no? Pero no nos ves a mí o a la abuela Ginger por ahí acosando a las niñas por que se da la gana — espetó, dando un par de pasos hacia atrás. Aquello le enfermaba y ponía de un humor pésimo; no lo podía evitar. Sólo por encontrarse con Dorea y aún querer aquél momento con ella, se limitó a dar unos cuantos respiros y guardar distancia unos segundos, en lugar de despotricar el glosario de las majaderías que bien se sabía y tenía tantas ganas de exteriorizar.
Lago Negro ▲ 17:30 ▲ Dorea G. Black
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Re: aquí no hay paredes que hablen → dorea black
Aquí no hay paredes que hablen
17:15 Θ lago negro Θ Charlus V. Potter
Nunca se había detenido a pensar en sentimientos tan complicados como la culpa, más bien nunca había sentido aquella punzada en el costado, sencillamente se limitaba a mirar todo por arriba del hombro y dejar de lado tonterías como aquella, no le gustaba responsabilizarse por acciones de sus familiares o propias, más bien podría decirse que si bien su familia gozaba de una buena educación y principios morales de acuerdo a sus ideales, siempre se les había enseñado a no sentir remordimientos y con eso culpas, todo lo que hacían era por una razón completamente válida, aunque estuviese mortalmente incorrecto. Es por ello que al extenuar aquel incidente y por primera vez bajar la mirada de manera avergonzada, cayó en cuenta que paulatinamente comenzaba a dejar de ser lo que habían hecho de ella, las sensaciones que tenía en aquellos momentos al estar tan cerca de Charlus eran hasta cierto punto aterradoras, Dorea siempre había gozado de poseer cierto control sobre las personas a su alrededor y sobre todo de si misma, la rubia trabajaba a través de filtros, sabía lo que necesitaba extenuar y lo que no, la rubia nunca se había dado la oportunidad de sentir algo de la manera en lo que lo hacía en aquellos momentos y de cierta manera le conmocionaba y a la vez dolía que aquello que sintiera al estar frente a quien añoraba durante todo el día fuera culpabilidad y remordimiento, los sentimientos hacia Charlus le aterraban, pero el hecho de que fueran mayoritariamente negativos era algo que poco a poco comenzaba a consternar-la, ¿Cómo alguien podía hacer que cuestionara aquellas creencias que había tenido desde niña? ¿Por que súbitamente Charlus Potter tenía tanto control sobre ella? Mordió su labio inferior con lentitud al tiempo que pasaba una de sus lánguidas manos por la cabellera rubia y tomaba una gran bocanada de aire, súbitamente el aire era más necesario que de costumbre. Colocó las manos detrás de su espalda al tiempo que trataba de poner un poco de orden en sus pensamientos intentando encontrar la coherencia necesaria para explicar todo sin sonar demasiado fría, de cierta forma aquello de intimidar a otros estudiantes en los pasillos era costumbre desde que comenzó en el cuarto curso, era algo que poco a poco se había vuelto rutinario y por más vergüenza que le diera entretenido, los Black nunca se habían caracterizado por ser almas de la providencia y la rubia no era la excepción, sabía que la percepción del contrario era distinta a la que se tenía de ella en los pasillos y honestamente no sabía que sucedería si en algún momento el moreno cambiaba todo lo que pensaba de ella. La imagen de la pobre chica de Hufflepuff no la dejaba en paz, tampoco aquellas súplicas que salieron de sus labios, recuerda la mirada que le dedicó y de igual manera aquello que hizo al darse cuenta de la mirada gélida que la joven Black le devolvió, si bien suplicó a Abraxas que parara con vanas excusas, ciertamente no había hecho nada para detenerle, ni siquiera se había atrevido a mirarle cuando la castaña se percató del ligero temblor de la Slytherin, Negó con la cabeza mientras tomaba una gran bocanada de aire ante la pregunta del contrario ¿Saber su nombre? Generalmente no iba de un lado a otro preguntándole a las víctimas de sus compañeros de casa el nombre y el curso, sencillamente las miraba desde lejos, observaba todo lo que hacían y el medio de sus pupilas, las entendía de cierta manera aunque es algo que no se admitiría ni a si misma — ¿Cómo quieres que lo sepa? Ni aunque lo hubiera preguntado me lo hubiera dicho Charlus, para ella soy un monstruo, soy una persona terrible — murmuró bajando la mirada de nueva cuenta sintiendo los labios secos al igual que el resto de la boca , tomó otra bocanada de aire para luego suspirar, negando con la cabeza ante el siguiente comentario del castaño, nunca le había gustado la evidente rivalidad entre Charlus y sus propios primos y amigos, entendía la situación más de lo que podría esperarse puristas y anti-puristas no podían llevarse bien ni aunque lo intentaran fervientemente, claro con claras excepciones, pero de aquello a que hubiera guerra jurada entre ambos bandos era completamente distinta, además de que claro Dorea quería evitar estar entre la espada y la pared, pues todavía no estaba completamente segura de lo que haría en aquel momento — No creo que regresar el favor a Abraxas sea algo idóneo — murmuró quedamente mientras sostenía con cierto recelo la mirada chocolate que tanto le gustaba. Bajó la vista al sentir la calidez de la yema de Charlus contra su labio, se veía incapaz de continuar sosteniéndola, nunca había sentido que algo fuera tan complicado como en aquellos momentos, en aquella situación examinar cada detalle de su calzado era mucho más tranquilizante que mirar aquel rostro que de una manera u otra le causaba mil y un sonrisas, por primera vez en mucho tiempo Dorea se sentía insuficiente para algo, como si no fuera lo suficientemente buena para estar en aquel momento sosteniendo una conversación con el Gryffindor — No fue nada grave Charlus, sencillamente fue un susto, si lo que te interesa saber es si utilizó la varita, no fue así — mustió la joven pasando de nueva cuenta una de sus manos por la cabellera rubia y dejándola allí por unos momentos, la respiración era lenta y demasiado superficial, sabía que necesitaba el aire, era algo completamente obvio, pero en aquellos momentos el respirar era algo que parecía completamente inútil. Frunció levemente el ceño al tiempo que escuchaba la afirmación de Charlus, siempre había intentado mantener el asunto Yo soy Black y tú eres Potter lo más al margen posible, pues ciertamente sabía que la familia Potter era mucho más centrada, mucho más bondadosa y por supuesto con valores morales más altos de los que los Black podrían aspirar a poseer, le molestaba el hecho de que por más que lo quisiera no podía convencer a Charlus de que su familia no era tan mala, sencillamente tenían una manera distinta de mirar la situación en el mundo mágico, cerró los ojos tratando de encontrar las palabras adecuadas e imitando a su contra-parte dio dos pasos hacía atrás, por primera vez lo miró directamente a los ojos con el ceño ligeramente fruncido y carraspeó — Comprendo que mi familia para ti es ciertamente abominable Potter, no poseemos los mismos valores que tu y tus padres — dijo fuerte y claro mirándolo a los ojos, era casi imposible molestarse con el joven, pero de cierta manera no podía contenerlo completamente — Yo tenía ideas exactamente iguales a las de Abraxas Malfoy — mustió bajando la mirada y cruzando sus brazos sobre el pecho con gesto cansado, estaba plenamente consiente de que nunca llegarían a un acuerdo sin importar los cambios que la rubia había comenzado a realizar solamente por él. — Solamente te pido que no me odies, no podía hacer nada por ella Charlus, no sin dejar bien en claro que ya no estoy completamente de su lado — murmuró suavemente. |
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Re: aquí no hay paredes que hablen → dorea black
AQUÍ NO HAY PAREDES QUE HABLEN
Si bien el Gryffindor tenía la fama de perder la paciencia con facilidad, no solía molestarse por cualquier cosa, o de todas formas, sus actos de cólera no se reflejaban de manera violenta casi nunca. Se necesitaba mucho para poder hacer explotar a Charlus Potter, pero los caminos más directos involucraban malos comentarios sobre sus seres más queridos, o las claras injusticias. La niña a la que se había referido Dorea podría ser de cualquier casa, cualquier grado. Tal vez se la habría cruzado por los pasillos en más de una ocasión, incluso le habría ayudado a llegar a su Sala Común durante los primeros días del curso. Las posibilidades se encontraban ahí y Charlie, imposible de hacerse de la vista gorda o fingir insensibilidad hacia los demás, no podía evitar aquél ardor en la garganta, la molestia cegándole por breves momentos. La indiferencia que sentía por ciertas personas no podía fingirse para con quienes no la provocaban; en Charlus, las cosas más básicas que se veían, era lo que había. En más de una ocasión le habían acusado de ser excesivamente bueno, demasiado compasivo e idiotamente idealista. Lo era. Se esforzaba tanto en ver lo bueno en los demás, que cuando se le demostraba lo contrario, la decepción le ocasionaba rápido prejuicios al generalizar. Siempre empático con los sentimientos de los demás, dejaba que le afectaran los problemas ajenos y cargaba con ellos, dejándole exhausto por las noches. Era cansado y difícil tener un corazón de oro tan pesado, pero así como los Black no podían cambiar sus conceptos sobre los muggles y traidores a la sangre, Charlie no podía cambiarse a si mismo.
— No te he preguntado su nombre porque me interese lo que ella piense de ti, o porque desee buscarla y llevarla a la enfermería ahora. Te pregunto porque tiene un nombre, porque es una persona, como tú, como yo, incluso como Malfoy — asombrosamente, su voz salió en un tono medio, con tranquilidad. Si bien por seguro se vería el enojo dentro de sus marrones orbes, al menos podía contener su tono y sus acciones; no porque le avergonzara la pasionalidad con la que tomaba el tema, o porque no quisiera llamar la atención. Era porque se encontraba con ella; incapaz de desearle daño, evitaba a toda costa perder las riendas con Dorea cerca. Sabía que la Slytherin tenía coraje y era capaz de responderle y defender sus puntos de vista, pero al reparar en cómo bajaba la mirada y mordisqueaba su labio como si las reacciones del chico le pusieran nervios, él se derretía. ¿Que si qué tipo de embrujo usaba Dorea Black para tenerlo amarrado en su delgado y fino dedo? La delicadeza de su voz, quizá. O la inusual calidez que inundaba sus ojos cuando lo veía. Mil y un cosas pero, en realidad, el moreno estaba convencido de que no necesitaba identificar una a una las razones por las cuales quería tanto a la rubia. Lo hacía y punto, no había por qué sobre analizarlo a aquellas alturas.
En cuanto comenzaba a sentirse tranquilo con el alivio de que al menos se sentía incómoda con lo que había pasado, y había hecho una especie de intento por evitarlo, soltó una seca y fría carcajada, carente de humor — No es cuestión de que sea idóneo o no, Dorea. Se lo merece — comentó sin demasiado fervor. No lograba entender cómo estaba entablada aquella extraña amistad entre ambos Slytherin, pero por supuesto, no le agradaba. Muchas veces se preguntaba si, quizá era algo injusto con ciertos puristas, o con los mismísimos Black. Se esforzaba tanto en intentar abrirle los ojos a Dorea dentro de su realidad, que se olvidaba de intentar hacer lo mismo con la de ella. El tono que la rubia utilizó después no ayudó a calmarle los nervios, ni tampoco el que diera pasos hacia atrás alejándose de él, o que volviera a mencionar a Abraxas Malfoy. Rodando los ojos, pellizcó el puente de su nariz, utilizando lo más puro de su autocontrol por mantenerse a raya — No te compares nunca con él. Puede que tengan inculcados los mismos ideales, pero nadie dentro de tu grupo de amiguitos tiene la compasión que tú puedes llegar a sentir, incluso si tienes que esconderla — explicó con palabras pausadas, desviando la mirada hacia los arbustos de un lado, inseguro de qué gestos o acciones desencadenaría si veía los verdes ojos de la rubia mientras hablaba.
Antes de tener tiempo para meterse en sus pensamientos, su contraparte volvió a hablar, haciendo que la mano del Gryffindor cayera a su costado y sus labios se entreabrieran en un incrédulo gesto. Cerrando el espacio que les distanciaba con un par de zancadas, llevó sus manos a los contornos del rostro de la chica, teniendo el suficiente cuidado como para que no resultara en un agresivo agarre. Buscó sus ojos con cautela y sonrió después de varios minutos de contenida cólera y no tan gentiles palabras — Escúchame muy bien, Dorea Black. No hay nada que puedas hacer para que yo te odie. Nunca. Entiendo que tienes que guardar las apariencias, y que aún no sabes bien qué es lo que quieres. Y si defiendo los ideales contrarios es porque así soy yo, y así eres tú. Y si aviento pestes sobre tu familia, lo siento, pero sabes cómo a veces no mido mis palabras; pero tal cual me quieres, y tal cual te quiero — recitó, tomándose un par de pausas para hacer que las palabras fluyeran de mejor modo, buscando a toda costa que quedaran perfectamente grabadas dentro de su preciosa cabeza.
Estar tan perdidamente enamorado de Dorea le traería claros y tremendos problemas; pero ya era un poco tarde para intentar echarse para atrás. Quererla tanto era uno de los actos más egoístas que había hecho en toda su vida. Si de verdad la amaba más que a sí mismo, debería haberles distanciado y evitarle tantos percances y confusiones en su vida. Sin embargo, ahí estaba, sujetándole la cara entre las manos y estudiándole con cuidado, temeroso a que de pronto echara a correr y no viera nunca más. No la necesitaba; podía vivir bien sin ella, no sería el fin de los días y mucho menos. Pero, claro, no quería. Su presencia le tranquilizaba y ponía nervioso al mismo tiempo; la mención de su nombre le hacía sonreír y sus besos le ponían la carne como gallina desplumada. Sí, estaba sometido bajo los encantos de la dama de hielo, y no parecía tener intenciones de librarse de ellos.
Lago Negro ▲ 17:33 ▲ Dorea G. Black
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Charlus V. Potter- Gryffindor
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Re: aquí no hay paredes que hablen → dorea black
Aquí no hay paredes que hablen
17:40 Θ lago negro Θ Charlus V. Potter
Lo miró durante interminables segundos con aquella gélida mirada que le dedicaba a la mayoría de los estudiantes del Colegio, frunció ligeramente el ceño ciertamente conmocionada por todo lo que estaba ocurriendo en ese efímero periodo de tiempo, no le gustaba tener que discutir con el castaño, aunque esto no se considerara una discusión completamente seria la molestia y la tensión se encontraban en el aire, odiaba tener que estar tan lejos de él a pesar de tenerle a unos cuantos centímetros, sabía que aquellos momentos no podía desperdiciarlos, pues no sabía cuando volvería a estar entre aquellos brazos que le brindaban más seguridad que cualquier rincón de la sala común de Slytherin o de su propio hogar. Frunció levemente los labios al escuchar aquellas palabras que aunque contenían un tono de voz neutro y calmado, aquella mirada chocolate contaba un mundo diferente, estaba perfectamente claro que el joven estaba bastante molesto y aquello no alcanzaba a cubrir lo que la rubia suponía que el Gryffindor sentía, se quedaba demasiado lejos, aquella mirada chocolate distaba de la posibilidad de ser descrita con palabras. — No es que me importe la opinión de una niña de catorce años, y lo lamento pero no hubo tiempo para presentaciones, la próxima vez intentaré ser más cordial — murmuró suavemente mientras se cruzaba de brazos de manera inmediata, como si estos fueran una armadura que la protegieran de cualquier acción o palabra del contrario, aunque sabía que era incapaz que le hiciera daño, así como era casi imposible que ella lo intentara, estaba perdidamente enamorada del muchacho para hacerlo, era algo que quizá la llevaría a la ruina en cuanto a asuntos familiares, pero poco le importaba pues aunque el corazón no le dejaría de latir si él la dejaba, ciertamente se sentiría un tanto perdida sin él. Su mirada se alejó inclusive de la silueta del león para centrarse en sus propias manos y cada centímetro de la blanquecina piel, no quería enfrentar su mirada pues sabía que en aquel momento no podría soportarla, se desplomaría en sus brazos y eso era algo que no estaba dispuesta a hacer, Dorea Black no lloraba por nada ni por nadie y quería mantener aquello así, a pesar de que Charlus Potter fuera la persona a la que más había querido en años, nunca le había gustado demostrar debilidad y mucho menos en situaciones donde su postura debía ser firme, frunció ligeramente el ceño y mordió su labio inferior, aunque no lo pareciera le aterraba la idea de que por cualquier cosa Charlus quisiera enfrentarse a los de Slytherin, sabía que el joven era hábil en la magia y ágil en otros campos, pero las serpientes jugaban sucio y Dorea estaba plenamente consiente de ello, no dijo nada ante el comentario siguiente, sencillamente se limitó a asentir levemente con la cabeza y concentrarse en cualquier cosa menos en aquellos orbes obscuros que la miraban detenidamente, todavía no tenía la valentía de enfrentarle. Mordió de nueva cuenta el labio inferior y se atrevió a mirarle por primera vez directamente a los ojos ¿No compararse con él? Prácticamente estaban tallados del mismo mármol, sus creencias eran tortuosamente similares al igual que sus personalidades, absolutamente todo lo que hacían venía de creencias y tradiciones familiares, no era necesario las comparaciones, pues las evidencias eran servidas con bandeja de plata, sabía que a Charlus le costaría trabajo admitirlo y aceptarlo, pero Dorea Black tenía más cosas en común con Malfoy y otros Slytherin de las que podría tener con los amigos del moreno — Soy peor de lo que te imaginas Charlus, he hecho cosas de las que no estoy orgullosa, la compasión no es algo que me recorra completamente — murmuró suavemente formando una leve sonrisa en los labios, de cierta forma tenía razón Dorea Black podía ser completamente monstruosa si se lo proponía y en situaciones no podía ni arrepentirse de aquello. Soltó un leve sonido de sorpresa pura al sentir la cercanía de Charlus, aquel simple tacto podía poner a flor de piel cada emoción de Dorea, pero no lo hizo, se quedó gélida temiendo y analizando cada movimiento como si aquel fuese el último que haría cerca de ella, examinó con cuidado el rostro, la ligera curvatura de los labios y la suave manera en la que sus manos acunaron el rostro de la rubia con ternura desconocida, escuchó sus palabras con sumo cuidado y lo miró exactamente igual como lo hizo en el primer encuentro, con la ilusión plasmada por vez primera en aquellos orbes verdes, el corazón le palpitaba a un ritmo alborotado y descubrió que en aquellos momentos Black era solamente un apellido, no representaba su linaje ni sus creencias, solamente adornaba su nombre, sencillamente le daba otra clase de identidad, la cual en aquellos momentos teniendo al contrario cerca mirándola como la primera vez no necesitaba, no quería ser la señorita Black, sencillamente quería ser ella. — Se lo que quiero exactamente Charlus, no tiene que ver con linajes ni bandos, me importaría un bledo si tu familia no fuese purista o influyente, me importa poco que la mía esté llena de puristas que están al borde de la locura, me importa poco que si mi madre se entera me arranque los cabellos uno a uno, solamente te quiero a ti aquí y ahora Potter — murmuró suavemente mientras una sonrisa cada vez más amplia se formaba en sus labios, sus manos se enredaron suavemente en las del contrario mientras lo miraba fijamente, estaba claro que todo lo que quería en esos momentos era estar cerca de él sin importar qué. Por vez primera fue ella quien inició el beso, fue demasiado lento, casi tortuoso, los nervios la recorrían de manera entera y la piel se le erizaba, en aquel momento en el que unió sus labios de manera efímera con los del contrario se olvidó de todo, de cualquier inconveniente que hubiera tenido con el Gryffindor o de cualquier palabra que hubiera podido usar en su contra, todo lo que sentía era a Charlus Potter impregnándose en cada nervio alcanzable. — Es agotador quererte Charlie, pero aún así no puedo evitar hacerlo — murmuró finalmente antes de alejarse solamente un poco. |
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Dorea G. Black- Slytherin
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