Run away | Gretta Hemsworth

Realmente había sido una fiesta muy agradable para mí, bailar con Atlas fue divertido y reconfortante, pero la suerte jamás está de mi lado en estas situaciones, siempre pasa algo que tiene que apaciguar mi ánimo. En este caso fue el hecho de ver a Orion salir bastante mareado del baile ¿En serio se había emborrachado? Pues así parecía, lo curioso era que no se iba con Walburga ni con Abraxas y en ese estado fue imposible para mi no preocuparme, tenía que saber qué le ocurría y dejarlo en la puerta de su sala común, de otra forma no me sentiría tranquila conmigo misma. Me excusé con Atlas diciéndole que estaba muy cansada a lo que él se ofreció a ir a dejarme, traté por todos los medios que no notara que mentía, odiaba mentir, pues no estaba ni un poco cansada, si esto no hubiese sucedido lo más probable es que me haya quedado en el baile hasta que se apaguen las velas. Volví a mentir, lo que odiaba y le dije que no se preocupara, pues iría en busca de Charlus quien también se quería ir temprano, siendo honesta ni siquiera estaba segura si asistió al baile. Estaba segura de que había notado que estaba mintiendo, quizás me creyó que estaba cansada, pero dejó de hacerlo con la segunda mentira, ya me disculparía y haría algo por él, al menos para apaciguar la culpa que me provocaba mentirle.

Cuando ya había perdido a la multitud, miré a mi alrededor para asegurarme que nadie me alcanzaba con la mirada y efectivamente era así, estaba sola, pensé por un momento en seguir a Orion con mi forma animaga, pero no lo hice, al no estar en los archivos del ministerio me parecía aún más peligroso hacerlo. Simplemente me saqué mis tacones, los tomé con mi mano izquierda mientras que con la derecha recogía mi vestido para no tropezarme y me dispuse a correr descalza a través del frío asfalto lo más rápido que podía. Mi sorpresa y preocupación aumentaron al ver a Orion, al menos lo veía, pero se dirigía tambaleándose al Bosque Prohibido ¿Qué le sucede? ¿En qué está pensando? ¿Cómo se le ocurre ir al bosque a estas horas?. Fruncí el ceño, algo le sucedía y no era solamente el estado de ebriedad que claramente llevaba.

Era increíble cómo pude haber corrido aún más rápido, mi respiración estaba agitada y me dificultaba respirar, pero no me importaba, sólo quería saber qué le ocurría y detenerlo. Parte de mí quería regañarlo, está bien que se emborrache, es normal, quizás no bien visto, son cosas que pasan pero otra muy distinta es irse a un lugar tan peligroso a estas horas de la noche, donde los profesores y perfectos están atentos al cuidado creyendo que todos o la gran mayoría está en el baile o si no en sus salas comunes, mas no aquí, esta no era una opción para nadie. Una impotencia crecía en mí, por muy rápido que esté corriendo el tiempo que perdí excusándome con Atlas no lo podía recuperar y no podía gritarle pues claramente estaríamos en problemas los dos. Quizás era la preocupación o la necesidad de alcanzarlo, pero corrí aún más rápido sin saber bien cómo, pues jamás había corrido así, al menos ahora lo tenía mi alcance. Sin dudar solté mi vestido sin importar que se ensuciara con la tierra, estiré mi mano y tomé la suya y alzando un poco la voz le dije —¡Orion! ¿¡Qué te pasa, en qué estás pensando!?— Lo miré todavía con el ceño fruncido mientras trataba de controlar mi respiración, estaba cansada y el esfuerzo repentino que había ejercido con mis piernas me estaba pasando la cuenta.

Sin soltar su mano volví a hablarle ahora sin alzar la voz, no porque no quisiera regañarlo, sino por prevención a que nos descubrieran —¿Qué haces aquí? Es peligroso— Estábamos en el bosque, no sentía miedo por las criaturas precisamente, varias veces había estado por aquí y no todo lo que le rodea es malo, pero con los tiempos que transcurren ahora, no es adecuado confiarse. No sé por qué esperé una respuesta en vez de sacarlo de aquí de inmediato, probablemente era porque de nuevo sus ojos impedían moverme y bueno.... volví a sentirme estúpida y enfadada.

Impotencia, eso era lo que resumía lo que en el instante sentía ¿Por qué me hacía callar? Mantuve el ceño fruncido pues no entendía nada, su estado me impedía que entendiera algo de lo que me decía, pero lo peor de todo fue que dijera que evitaba verme, sentí una angustia enorme ¿Por qué mi mejor amigo evitaba verme? Alcé las cejas para demostrar mi asombro ante su respuesta, pero estas bajaron de a poco al ir escuchando las cosas que decía mi amigo ¿Pero me está viendo? ¿No es obvio? Claro que me está viendo ¿Cómo iba a dejar que viniera a este lugar solo? Al parecer su estado de ebriedad le estaba ganando y me ganaba a mi en el sentido de que no entendía ni la más mínima palabra que salía de sus labios. Ahora si mi mente se hizo un nudo en el momento en el que me dijo que no quería verme con alguien, pues eso... no, no podía ser ¿Orion celoso? Es decir, yo también soy muy celosa con él, incluso más de lo normal, pero no a tal punto de no querer verlo, pues eso significaría una molestia o daño de parte de él y no acababa de entender del todo.

Quedé mirándolo extrañada, pues esta situación me superaba, estaba incómoda, me molestaba no entender lo que me quería decir. Cuando empezó a sacarse su chaqueta rodeé los ojos, es cierto, yo también tenía calor por el esfuerzo físico pero aún así me seguía preocupando por él, como siempre más de la cuenta. —Abrígate, te puedes resfriar— Lo miré con un poco más de dulzura, ya no estaba agitada ni enfadada, no estando a su lado, al menos así podía protegerlo. Suspiré fuerte para relajar mi cuerpo del todo pero el enredo que tenía en mi cabeza se hacía cada vez más presente lo que aumentaba al verlo embriagado —Orion ¿Cómo es eso que no quieres verme?— Agaché mi mirada con una expresión de disgusto que no pude evitar —Es decir ¿Por qué?— Volví a mirarlo con esa misma expresión, pues ahora que ya empezaba a ordenar este rompecabezas me di cuenta que me dolía en cierta forma que no quisiera verme ¿En verdad a tal extremo llegaba la situación? y la pregunta más lógica a todo esto era ¿Por qué? Tenía tantas preguntas y unas ganas feroces de preguntarlas todas de una vez lo que sólo provocaría que se mareara más.

Debí tomarlo y caminar en dirección al castillo, pero no, prefería saciar mis ansias de entender lo que pasaba, maldita curiosidad ¡La detestaba! Por culpa de ella no era capaz de salir de aquel lugar y resolver mis dudas en otro momento, cuando Orion no estuviera ebrio, donde tuviese unos zapatos cómodos y no tocar la tierra sintiendo la naturaleza con mis pies. No, simplemente esperaba a que él respondiera y aclarara todo de una vez, lo que no sería fácil, no con él ebrio y yo confundida.

Todo el tiempo en el que él se dirigía hacia mí permanecí callada e incrédula, con un nudo que me apretaba el pecho de tal forma que me provocaban ganas de llorar pero simplemente permanecí de pie, con el ceño fruncido y quizás una expresión de dolor con la boca semi abierta por el asombro que todo esto me había provocado ¿Y ahora? Era como si el tiempo se hubiese detenido, ahora la mareada era yo —¿Qué... qué estas diciendo?— Di una bocanada de aire y la exhalé a la brevedad desviado mi mirada, pestañeando varias veces para que las lágrimas no salieran. No, el no podía estar enamorado de mí, porque eso fue lo que entendí. Cada milímetro de mi cuerpo estaba congelado y yo paralizada, debía haber entendido mal, era una equivocación, un error, algo no calzaba y entre tanta confusión me voy a volver loca tratando de encontrar una explicación lógica a esto, claro, estaba borracho, pero eso no me convencía pues me lo había dicho como me habla todos los días en los que dice algo de verdad, cuando se sincera pero no le preocupa en ser directo, lo conocía tanto como a mi misma. Habían tantos recuerdos en mi mente que realmente me confundían y sentía cómo el equilibrio se desvanecía, pero permanecí firme, no podía flaquear, no ahora por favor.

Reí por medio segundo, no por risa, sino porque el nerviosismo me estaba ganando con creces. —Orion... Tienes mucho alcohol en la sangre, mejor... vamos a— Quería salir corriendo, llegar a mi cama y dormir o mejor aún, despertar, esto tenía que ser un sueño. Demonios, ni siquiera pude seguir hablando, no procesaba tanta información, pero lo peor de todo es que veía más allá de la caparazón que mi mejor amigo siempre llevaba y lo veía sufriendo porque, según sus palabras, yo estaba prohibida para él, más aún si él era un Black y yo una Gryffindor. Agaché mi mirada para seguir hablando —Vamos a nuestras salas comunes— ¿Qué me pasa? Por qué estoy haciendo caso omiso a lo que mi mejor amigo me dijo ¿Por qué hacía nada? ¿Por qué ahora no era capaz de abrazarlo?

Volviendo a mirar a sus ojos sentí como el nudo no dejaba de apretarse, unas palabras necesitaban salir, aunque sea una idiotez —Yo...— Miré a cualquier lado antes de preguntar la estupidez que venía —Es decir, tu... estás diciendo que...— No sabía qué decir, pues mirándolo a los ojos ese dolor aumentaba, yo le quería de eso no había duda pero habían sentimientos nuevos desde hace algún tiempo que me asustaban, como que sus ojos me colocaran nerviosa o la vez que me sonrojé y me sentí terriblemente idiota.

Cerré mis ojos con suavidad, toda esta situación me dolía y es que el no me quería como cuando yo le decía eso, muchas veces le dije te quiero, pero no se lo decía de la forma en que el me lo estaba diciendo ahora, pues sus ojos eran distintos, su tono era distinto, todo era diferente en él ahora. Ni siquiera sentí cuando una lágrima cayó por mi ojo derecho, cuando me di cuenta abrí los ojos y en milésimas de segundos lo abracé, tal y como lo hice en el lago, tal y como lo habría hecho una y otra vez a lo largo de mi vida. No sabía bien qué decir ni cómo reaccionar, simplemente mis sentimientos me guiaban nuevamente. Pero abrazo era distinto, era el abrazo que más había necesitado en mi vida, el que se oponía a todo esto, a la lógica de marcharme y dejarlo pues todo esto aún me abrumaba, no, yo nunca lo había dejado solo —Jamás me iría sin ti— Si mis pies se estaban congelando y mañana pase todo el día en la enfermería o si nos descubrieran y quitaran al menos 30 puntos a nuestras casas y así me ganara el repudio de muchos, no me importaba si se trataba de él, más aún en este momento. Quería que supiera que yo estaba ahí y que siempre iba a estar para él, sea la situación más difícil en la que estemos envueltos no me iba a alejar aunque todo el mundo se opusiera.

Me sentía rara, todo era tan diferente ahora que Orion había confesado todo lo que sentía por mí, estaba confundida y sin saber con claridad si aquello me agradaba o no, de lo único que estaba segura era que lo que más me dolería en la vida era perderlo. —Temo perderte. Yo sólo... Lo único que quiero es tenerte a mi lado siempre— Estuve a punto de decir "Sea como amigo o como algo más" Ahí es cuando me di cuenta que había ignorado la atracción tan obvia, ahora mis reacciones ante sus miradas tenían una respuesta, mi dolor al enterarme que él estaba comprometido, la felicidad y el alivio que sentí cuando me dijo que no estaba enamorado de Walburga, ahora todo aquello que en su momento no entendí, tenía una lógica, lo quería de una forma diferente a la que yo creía y me había demorado todo este tiempo en darme cuenta, todavía ignoraba si era de la misma forma en la que él me quería, pero algo hay entre nosotros y me tomaría el tiempo de descifrarlo o quizás simplemente iba a dejar que las cosas pasaran.

Entonces las lágrimas empezaron a salir con más fuerza, no era común en mi sentir miedo, pero me asustaba que esto pudiese salir mal, que nos vieran, que alguien más estuviese escuchando y se lo fuese a contar al resto de los Black pues esa sería la única forma de alejarnos aunque no sea definitiva, ambos sabíamos que pasara lo que pasara no nos ibamos a separar. A pesar de estar abrazada a él y eso me calmaba, las lágrimas no cesaban, esto era nuevo, jamás me imaginé que Orion pudiese quererme de la forma en que lo hacía y probablemente nunca me hubiese dado cuenta que él me atraía si no me hubiese confesado todo. Lo que más admiraba era que sabía quien era la persona quien me gustaba, aunque sea platónico y solamente una fantasía y más aún que me haya dicho que me quería tan directo, el no es de decirlo, menos así, me provocaban ganas de decirle que nos quedemos así abrazados y luego nos vayamos lejos, pero que no volvamos a la realidad.

Sentir sus brazos al rededor mío sí me calmó, más aún sus caricias, por un instante olvidé todo el miedo que sentí ante ello, por eso lloraba, porque sentía miedo de perderlo y no era común en mí temer, menos a algo que todavía no ha pasado, pero las posibilidades de perderlo ahora que Orion me confesó sus sentimientos habían aumentado, me sentí tonta e indefensa en el momento en que volvía tener el control de mis pensamientos y acciones, todo había sido muy rápido y confuso.

Esperé que terminara de hablar para entonces, colocar mis manos heladas en sus mejillas y mirarlo a los ojos ahora diferentes, pues todo había cambiado y ninguno de los dos lo podía negar, ya no íbamos a despertar al día siguiente como los mejores amigos desde niños, pues algo más se agregaba, me provocaba cierto nerviosismo a decir verdad, pero a la vez, ya más calmada, me sentía feliz que Orion haya sido tan honesto conmigo, por fin se había atrevido a decir lo que sentía, quizás no como hubiese sido perfecto... ¿Qué estoy diciendo? Era perfecto a su manera, sobrio no me lo hubiese dicho nunca, por lo que, evaluando todas las posibilidades en las que se hubiese confesado, esta era sin duda la mejor. —No, no quiero— Le dije con lágrimas cayendo por mis mejillas, mas el llanto ya había cesado. Agaché la mirada por unos segundos y la dirigí hacia él nuevamente antes de hablar. —Me quedaría abrazándote para siempre— Pues temía que mañana nuestra relación cambiara, que él se alejara por arrepentirse de su confesión o que por alguna razón yo cambiara con él. Irme era lo que menos quería definitivamente.

Ver sus ojos, como ya hace rato venía sucediendo, me colocaba nerviosa, pero como ahora sabía el por qué, eso se convirtió en una taquicardia, mi corazón latía muy fuerte al ver esos ojos tan claros, tan distintos a mí. Ya no eran de ese niño serio que a pesar de su actitud fría, sonreía al cruzarse nuestras miradas cómplices en los pasillos, al que me subía en su espalda cuando estábamos solos o al que le pedía que me acompañara a conocer los centauros por este mismo bosque, no, el niño terco con el que al principio me costó entablar una amistad había cambiado, tampoco era el joven que me contaba cosas de su familia o de las miles de chicas con las que tenía ciertos encuentros amorosos a los que yo, entretenida, escuchaba con atención, ahora era alguien que me provocaba algo más allá de todo sin ni si quiera darme cuenta en cómo fuimos a parar en esto.

La incertidumbre de lo que pudiese pasar más adelante me desconcertaba, miles de preguntas vinieron a mi cabeza las cuales en otro momento me respondería, algo en mí me decía que ahora el tiempo de preguntas era para él, no sé bien por qué pensaba de esa forma cuando yo era la que se había enterado de todo, puede ser que el impacto fue demasiado grande para mí, tanto que ni tenía muchas ganas de formularle todas y cada una de las nuevas preguntas que rondaban por mi mente. Hoy, en este instante, prefería que él hablara, que si él quería me explicara todo, pues ni si quiera entendía cómo llegó a interesarse en mí, el problema era que decir "interés" era poco, pues lo noté; su sentimiento iba mucho más allá de un simple interés, confusión o atracción, me di cuenta que estaba seguro de lo que sentía y que esta vez no podía entenderlo ni colocarme en su lugar, pues no conocía bien la dimensión de su cariño e incluso no disponía la suficiente concentración como para pensar bien el nivel de sus sentimientos.

Sumergida en mis pensamientos ni si quiera me di cuenta de lo egoísta que estaba siendo. —Pero si tu te quieres ir no tengo problema— Usualmente le hubiese dicho aquello con una sonrisa en los labios, pero no, simplemente estaba en el periodo de tranquilidad luego de llorar y haberlo necesitado. Siendo honesta no quería irme, sabía que luego de saber esto ya no me ocultaría nada más y respondería a todas mis dudas con algo conciso, sin evasiones como antes o respuestas que no eran lo suficientemente concretas, pero como ya había mencionado deseaba que él hablara. Quizás sólo una pregunta me urgía que contestara, era muy simple "¿Qué planeas hacer ahora?" Pero si se quería ir, se lo preguntaría mañana... tal vez.