Secretos [Privado] [Gretta R. Hemsworth]

por Tom M. Riddle Miér Abr 10, 2013 9:54 pm

Tom Riddle creció para convertirse en Lord Voldemort, un ser sin sentimientos, un ser sin humanidad ni piedad, solo un monstruo pensante.

Palabras en parcel salían de la boca del chico sin que él las controlara, desde pequeño había sido criticado por saber hablar esta lengua antigua que vino al joven estudiante como una habilidad nata, algo que era prohibido, extraño, único. Su pequeña serpiente llamada Nagini estaba justo arriba de su cuerpo el cual yacía inerte en el suelo. El reptil se encontraba mirándolo con sus ojos fríos y calculadores, pero aun así con la habilidad de mostrar algo de cariño y agradecimientos por su dueño que le ha dado todo lo que la serpiente había pedido. Tom Riddle era el chico más popular del colegio de magia, todos conocían su faceta amable y muy pocos su verdadera personalidad y forma de liderar a sus allegados, tal vez un poco pacifico cuando le hacían el caso necesario pero también era violento cuando lo traicionaban o hacían las cosas mal. La sala común donde ya acostumbraba dormir estaba parcialmente vacía, se encontraba Tom tirado junto a la chimenea y su serpiente merodeando por ahí vigilando que nadie pasara por ese lugar, un animal así estaba prohibido en Hogwarts, si lo encontraban se lo quitarían y por ende el heredero de la casa de Slytherin se quedaría sin su característica mascota, la cual hacía que todos lo respetaran, nadie tenía los pantalones para llevar algo así, y mucho menos amenazar con hacer a todos alimento de reptil. Libros estaban esparcidos por el lugar, de nuevo estaba buscando algo que lo ayudara para cumplir su cometido personal, el más secreto de todos, su plan maestro y el más inesperado… Quería ser inmortal.

-¿Qué dices pequeña?- dijo mientras tomaba a la serpiente en sus brazos y escuchaba los sonidos que salían de su pequeña boca –No, claro que no te dejaré cuando esto acabe, tengo planes para ti- dijo mientras dejaba a la única criatura que merecía su apreció en el cálido suelo de la sala vacía. Con un cigarrillo prendido en la boca se dirigió a las afueras de la escuela, cruzando por escaleras y oscuros pasillos, él sabía bien a donde se dirigía pero nadie más conocía ese oscuro lugar. Los pasos del chico eran lentos, cual gato asechando a su presa, simplemente silenciosos y cautelosos, mirando a todos lados antes de dar el paso, con la varita desfundada en caso de que un prefecto estuviera patrullando la zona. La magia oscura era lo único que daba al joven varón una razón por la cual ser un buen estudiante, sabía que en la noche cuando todos durmieran él se levantaría y estudiaría los libros prohibidos, buscando respuestas a sus inciertas preguntas referentes a lo que debía hacer para obtener el gran galardón, que esta vez era, grandeza, pureza e inmortalidad plena y hermosa. Salió por la puerta principal y decidido se empezó a dirigir a las afueras del colegio, quería desaparecer de ese lugar, estaba seguro a donde iría, solo que gradualmente un nudo en la garganta se iba formando, no sabía qué hacer en ese lugar, de lo que si estaba completamente seguro es que le sería útil de alguna forma.

Las afueras de Hogwarts se encontraban pasando un puente largo, donde al inicio de cada curso pasaban carrosas haladas por criaturas mágicas. Tom cruzó sin inmutarse ni un segundo, sin mirar atrás, aun con la varita a la vista. Escuchaba pasos de una persona pero a decir verdad no le importaba, su reputación hacía que su credibilidad fuera sin igual, intachable a decir verdad, todos los profesores le querían, confiaban en él, excepto Albus por alguna razón, no le importaba a decir verdad, de todas maneras ese viejo era un chiflado. Cuando salió de Hogwarts miró al cielo, observo como las cenizas de su cigarrillo se apagaban con el aire, quería recordar el lugar a donde había ido antes, un lugar sin igual con características extrañas, escondidas, era difícil entrar, solo un mago capacitado podía encontrar la entrada a esa lúgubre cueva rodeada por níveas olas golpeando las rocas con gran estruendo. Cerró los ojos y desapareció dejando un pequeño rastro de luz. Cuando recuperó su vista, lo primero que miró con sus pupilas era la roca resbalosa del lugar, pero también el olor era diferente, olía de alguna forma a brisa delicada, con un cierto rastro de humedad -¿Qué haces aquí?- dijo sin mirar a ningún lado, él sabía que alguien lo había seguido, había sentido su ligero toque en el hombro cuando se esfumo del colegio, también los pasos y la mirada solamente observándolo, si la respuesta era mala el mismo se encargaría de matar a quien fuera que sea ese sujeto que lo siguió desde adentro del castillo. Dumbledore había tomado medidas en contra de sus allegados, ahora él tenía que golpear al delicado orden del destino con su asombroso poder.