Amuse me, my dear [Walburga Black]

Risas interrumpiendo mi sueño. Mis compañeras de cuarto, como siempre llegando a las tantas de la noche entre cuchicheos y susurros que no entendí y no me interesaba comprender, me despertaban. No lograba acostumbrarme a eso, debería porque era algo más común de lo que me gustaría admitir, pero no. Miré el techo de mi cama, escuchando como se metían en las suyas propias las chicas recién llegadas. Me di media vuelta acomodándome para seguir durmiendo pero ellas, decidieron seguir hablando y por tanto no dejarme dormir. Me quedé con los ojos cerrados, intentando descansar por lo menos, pero el nombre de cierto personaje popular de nuestra casa me sacó de mi fallido intento. Riddle. No esperé que dijeran nada más y me levanté robando las miradas ahora de las chicas que preguntaron enseguida cual era mi intención -ustedes no dicen nada, y yo no diré que siempre llegan a esta hora- es lo único que me digné a decirles, no era necesario explicar que de creerle a alguien, sería a mí, tanto por mis notas como por mi buen comportamiento, y claro por mi apellido. Tomé una túnica gruesa de piel de dragón para cubrir la desnudez que dejaba mi delgado camisón blanco, regalo de mi padre para navidad, y abandoné mi habitación tras calzar unas botas.

Ya en la sala común no había rastro de él y dudaba que hubiese ido a su cuarto así que me decidí por salir de mi sala común ignorando a los cuadros que roncaban a fuerte voz. Ya sabia mas o menos los trayectos que seguía el chico pálido de nuestra casa, asi que solo tuve que seguir aquel instinto femenino que las chicas teníamos. Recorrí los pasillos y terminé por abandonar el castillo cuando una sobra se escabulló por ahí, era tarde y una señorita estaba en la cama, pero no podía evitar la curiosidad que me provocaba este chico, era todo un enigma que parecía imposible de descifrar, algunas veces realmente asustándome con sus ideas y otras era ese imán que ningún otro tenia conmigo. El sendero fue largo y con miedo fui tras de él, solo con la intención de saber que quería hacer.

No fue difícil darme cuenta a donde iba, Hogsmeade era el único sitio al que podría dirigirse. Ahora bien ¿Qué locales estaban abiertos a las cuatro de la madrugada? Solo conocía uno, el resto eran parte del staff de Knockturn. La chirriante puerta de cabeza de puerco se abrió dando paso a mi belleza, porque claro, teniendo en cuenta el tipo de gente que visitaba ese sitio, yo era mucho mas bella. Me puse la capucha enseguida y busqué con la mirada a Tom, hallándolo rápidamente en el mesón del bar. ME acerqué frunciendo el ceño por los rostros de aquellos hombres que estaban ahí y me senté a un lado de Tom, negando con la mano al tipo que quería atenderme, no podría beber algo de los sucios vasos de este maloliente lugar -¿Estabas esperando a alguien?- le pregunto a mi compañero, mirándole directamente, sintiéndome embriagada por el olor al tabaco mezclado con el alcohol que bebía. No, yo no fumaba y solo bebía cuando me lo permitían en casa, pero no podía negar lo atrayente que resultaba de un hombre esta característica. Repasé mis labios, como un efecto en mi cuerpo por el olor -no te enfades…solo…no podía dormir-.

Fruncí el ceño, con una mezcla de desencanto y frustración por sus palabras. Aquel “ Oh, eres tú… ” había sonado tan jodidamente decepcionante que no me agrado nada. Yo era una Black, que se pavoneaba por todo el colegio recalcando mi apellido, a sabiendas de lo importante que era este. OH, nadie podía negarlo, yo estaba en la cima del escalafón mágico y probablemente lo estaría en el muggle, de ser conocida por ellos. Y ahora venía él a fingir tal indiferencia. Era mi culpa por haberle prestado atención desde el primer momento en que noté sus intenciones, yo no era para seguir a nadie pues mi carácter me metería en problemas pronto –lo presentía- pero con él había hecho una rara excepción. Él parecía escucharme, no como otros, lograba calmar mi rabia con una sonrisa o encenderme de ira con una mirada, era susceptible a cambios cuando estaba cerca pero me gustaba la sensación. Mas, cuando venía siguiéndolo desde el colegio, aun con el corazón latiendo rápidamente por la adrenalina de la que era víctima y siendo poco menos que despreciada, no podía simplemente sonreír.

Evité mirarlo, aun cuando sentí que él si me observaba. Solo me dedique a apreciar el lugar este. Cabeza de puerco no era ni por asomo uno de mis sitios frecuentes y nunca había visto chicas entrar aquí, ahora podía entender porque. Estaba sucio, desordenado, el olor era desagradable y cada rostro era más espantoso que el anterior, exceptuando claro por mi acompañante. Sus palabras me distrajeron otra vez pero continué sin mirarlo, no podía negar que me asustaba este sitio porque no podía hacer magia tampoco para protegerme, aunque si me veía en peligro tendría que defenderme. -yo no necesito que me saques de problemas- respondí, sentada con la espalda recta y la vista flotando por las personas que habían ahí, aunque decidí apartarla porque algo me decía que no les gustaba ser vistas, y me dedique a mirar a Tom. Mis ojos grises, chocaron con los marrones de él, causando esa misma desesperación de siempre.

-estoy aquí, metiéndome en problemas- agregué tras unos segundos de un silencio que no se me hacía incómodo. No había mentira en mis palabras, tampoco un tono hipócrita o sarcástico. Podía ver los ojos de mi madre, Irma, escudriñándome y quizás intentar hacerme reaccionar con una bofetada, algo muy suyo pero de lo que ya no intentaba escapar. Además ¿Quién era Tom? Preguntarle eso a mis padres seguramente los haría reír, porque no lo conocían, no sabían sus ideas ni convicciones y claro, estarían molestos de que compartiera con chicos cuando podría estar con mi cuñada o tías. -¿Te molesta mi presencia?- cuestioné, mirándole fijo, intentando no apartar la vista. Pero antes de que pudiera responder él, volví a hablar -no quiero volver al castillo sola, podrían verme-. En eso si necesitaría ayuda, yo podía jugar a ser rebelde con las nimiedades de la vida, pero cuando realmente algo lo requería era bastante cobarde ¿y si me encontraban entrando al colegio? Sabrían que me había escapado y lo más probable es que hubiese expulsión para mí, era solo una mujer más en el castillo, y tal vez, solo los contactos de la familia podrían salvarme, pero aun así, sería vergüenza total. -estas ebrio- dije luego, acercándome un poco a él para hablar, mi aliento mentolado y frio captaba de mejor forma el suyo. Tampoco debería volver al colegio sin mí, no estaba segura en cuantos tragos más podía ver doble. Había visto a mi padre emborracharse tras la octava copa, pero claro, él era un adulto acostumbrado a las fiestas de sociedad y a beber como el mundo dependiera de ello; y Tom, lo quisiera o no, aún tenía diecisiete años, sin importar ese pasado que tenía y que no contaba, pero que tampoco me interesaba.