Encuentros inesperados con un monstruo|| Iana Hayes

Encuentros inesperados con un monstruo

Mañana ● Baño del cuarto piso ● Atlas J. Avery

Aquella mañana estaba siendo relativamente tranquila, como siempre estaba con mi mellizo a un lado, con mis divinas al otro y con mis dos hermanas gemelas delante. Cuando las lechuzas hicieron su entrada, los cuatro hermanos Hayes a la vez alzamos las miradas, buscando a nuestras respectivas lechuzas, casi siempre para Alessandro y para mi aparecía o la mía o la suya y lo mismo con las gemelas, siempre aparecía o la de Sunshine o la de Rainbow, a veces aparecían los cuatro porque eran cosas pero cada uno y a veces solo aparecía una porque era para los cuatro. En aquella ocasión, apareció la de Alessandro y la de Rainbow, cuando la lechuza dejo caer una caja entre Alessandro y yo, nosotros fuimos lo bastante rápidos para coger la caja cada uno por un lado. Nos miramos y nos reímos, estaba claro que éramos mellizos y como muchos decían, parecíamos más gemelos que mellizos. Pero nuestros padres nos enviaban regalos, a mi me enviaban una pequeña arpa, aquel instrumento que tanto me gustaba tocar, sabía que podía hechizarla para que cuando quisiera tocara una melodía, era demasiado pequeña para poder tocarla yo, pero me encantaba. La verdad es que no me había fijado en los regalos de mis hermanos, solo pensar en que podía hechizar el arpa, la cogí entre mis manos, bese la mejilla de mi hermano, les mande un beso a mis pequeñas hermanas, abrace a mis divinas, diciendo que nos veríamos mas tarde. Necesitaba un sitio tranquilo para poder hechizar el arpa, además de que tenía que pensar que melodía quería que tocara, la primera que me vino a la mente fue la canción que nos cantaba mi madre, cuando éramos pequeños, para que nos durmiéramos. Entonces estaba decidido, aquella melodía es la que el arpa tocaría siempre que yo quisiese. Estaba claro que aquella melodía, se había grabado a fuego en mi mente. Los alumnos empezaban a salir ya del Gran Comedor, pero yo solo buscaba un sitio donde poder hacerlo. Pensé en las aulas vacías del quinto piso, pero cuando llegue allí, fui a mi favorita. Cuando abrí la puerta me encontré una pareja dándose el lote, cerré rápidamente, casi sin darles tiempo a quejarse. Me metí de nuevo en el pasadizo secreto que me había llevado hasta allí y me apoye contra la pared cerrando los ojos.

El corazón me iba a mil, no porque conociera al chico ni a la chica. Si no porque solo con ver una pareja besándose y abrazándose, Liuhan venía a mi mente sin remedio. Ya no podía negar que estaba enamorada y es que tampoco lo quería negar, pero me fui corriendo por el pasadizo, hasta llegar un piso más abajo, estaba claro que el único sitio a donde podía ir, era al baño. Las imágenes de aquella pareja me azotaban, si, sabía que no les había pillado haciendo nada indecente, pero la sola imagen de ellos dos, se convertían en Liuhan y yo. Eso además de provocarme un sonrojo en mis morenas mejillas, también hacia que me desconcentrara y me estuviera a punto de caer en más de una ocasión. El arpa seguía aferrada en mi mano, me encantaba era pequeña y manejable y además estaba segura que en vez de quedarse cada día en mi mesita de noche de mi cuarto, iría conmigo a donde yo fuera. Por fin, llegue a los baños y abrí la puerta con cuidado. No fue hasta que iba a entrar, mientras que recuperaba la respiración, cuando una voz hizo que me asustara. La reconocía, pero en aquella ocasión me había hecho dar un pequeño respingo. Levante la vista y vi a Atlas, para mí era como mi hermano mayor. Lo quería muchísimo. -Atlas, me has asustado. No te esperaba aquí. Y por cierto… ¿Qué haces aquí, hermanito?- Dije acercándome a él, las cosas entre él y yo eran muy naturales, no había nada forzado, era como si fuéramos hermanos de verdad, para mí era como un hermano postizo y por eso desde el primer día había cogido el habito de llamarle hermanito.

Encuentros inesperados con un monstruo

Mañana ● Baño del cuarto piso ● Atlas J. Avery

Cuando había entrado en el colegio, mucha gente pensó que de verdad éramos hermanos. Porque lo parecíamos, tantos años juntos, nos habían ayudado a parecer hermanos en todo, pero lejos de la realidad, Atlas y yo no éramos de la misma familia aunque nosotros fuéramos como hermanos y no nos importara no serlo de verdad. Además de que teníamos la típica relación hermano mayor-hermana menor. Él me hacia enfadar, siempre me picaba y teníamos tontas peleas de hermanos, era por eso que no cambiaria mi vida por nada. Puse un mohín en mi rostro cuando me pregunto lo primero, claro que no era feo. -Claro que no, no eres feo. Además seguro que medio Hogwarts se te rifa a mis espaldas, pero nadie puede ser tu novia, si yo no le doy el visto bueno antes.- Dije convirtiendo mis labios en una fina línea y encogiéndome de hombros, para después echarme a reír. Pero era verdad, era como me pasaba con Alessandro. Ninguna chica podría salir con ellos sin que antes yo le diera el visto bueno, no quería que les hicieran daño, no lo iba a permitir jamás. Cuando me dijo la razón por la que estaba allí, sonreí, su madre siempre me había caído bien y la quería mucho. -¿Pero tu madre no tenía miedo a los pájaros? Pero ¿Cómo están? Desde verano que no los veo.- Dije sonriendo, ya que al ser vecinos, nos veíamos cada día con él y sus padres. Me acerque más a él, cuando vi que se levantaba.

Puse un mohín de enfado en mi rostro cuando lo escuche, él sabía que odiaba que me llamara monstruo. Pero él lo seguía haciéndolo, para hacerme enfadar, él se divertía mucho con eso. Además de que siempre me despeinaba, pero cuando estuve frente a él, le pegue en el pecho. Pero después le saque la lengua y me tire encima suyo, para abrazarle. Mis brazos se enrollaron en su cuello, apoyando mi cabeza en su pecho para sonreír. Me encantaba abrazarle y al ser mas bajita que él, podía apoyar mi cabeza en su pecho. -Te echaba de menos, hermanito. Estos días no nos hemos visto.- Dije sonriendo, la verdad es que aun no le había contado a nadie que estaba enamorada de Liuhan, pero es que ni siquiera yo misma sabía lo que pensaba mi mente, pero creía que con Atlas podía contar.

Cuando nos separamos, le mire a los ojos con una sonrisa. Levante la mano en la que llevaba la pequeña arpa que mis padres me habían regalado, al menos tenía mi instrumento favorito. Aun no sabía si dentro del colegio había algún arpa, tenía que mirar porque seguro que había alguna, pero aquella al menos me ayudaría a dormir, después de ser hechizada. -Mis padres nos han enviado regalos a mí y a mis hermanos, a mi me han mandado esta arpa. Y aprovecho para decirte, que desde pequeña que se tocar el arpa. Aun no se lo había dicho a nadie, porque no es un instrumento que se suela tocar, pero a mí me encanta. Buscaba un sitio tranquilo para hechizarla y para que cada vez que yo quiera, suene la melodía de la canción que mi madre nos contaba cuando éramos unos bebes.- Dije mirando el arpa, con una sonrisa dulce y tierna y después a él. Le había dicho demasiadas cosas a la vez, pero Atlas ya me conocía, y sabia que me había comprendido perfectamente.