Media noche || Tom/Alphard

La media noche caía sobre Hogwarts y el castillo estaba en total silencio, las antorchas que iluminaban los pasillos sin fuego y los retratos dormían, llenando los rincones donde estaban colgados con ronquidos que parecían murmuros. La chimenea en la sala común de Slytherin estaba por extinguirse, nadie estaba ya en los cómodos sillones del color de la esmeralda y ya nadie hacía los deberes en aquellas pequeñas mesas que había por todo el lugar. Alphard, tapado hasta la cabeza con las sábanas y las cortinas del dosel cerradas no dejaba de ver el reloj de pulsera que su madre le había regalado en su más reciente cumpleaños, cada minuto su varita se iluminaba bajo la colcha y veía las manecillas marcar la hora. Estaba nervioso, no, mejor dicho, estaba asqueado por lo que estaba por hacer. Sentía el estómago revuelto que parecía que en cualquier momento podía sacar deliciosa cena que horas atrás degustó en el gran comedor. Repitió aquel proceso con la varita y el reloj y cuando notó que ya era tarde su corazón se agitó con violencia pues iba retrasado y por mucho, hacer esperar a Tom Riddle no era algo que cualquiera se atrevía hacer, pero es que Alphard no quería ir pero no tenía otra opción si quería seguir siendo aceptado entre la élite de Slytherin.

Se descubrió por completo, arrojando las sábanas hacia el pie de la cama. Estaba vestido de manera normal, no llevaba el uniforme sino algo que no fuera estorboso pero que al mismo tiempo abrigara, se había cambiado antes de meterse a la cama. Cuando abrió las cortinas verdes el aire frío se metió a sus pulmones y la nariz le dolió por unos segundos. Sacó los pies y pisó, también ya llevaba los zapatos puestos, tomó su varita y la guardó en el pantalón. Con cuidado de no despertar a sus compañeros salió hasta la sala común y mientras lo hacía imploraba a Circe que no hubiera nadie despierto, ni que los elfos domésticos estuvieran ya allí haciendo su trabajo de todas las noches. Pero para su suerte no había nadie, o quizás fue mala suerte que no hubiera nadie allí que le dijera que no podía salir tan tarde, que iba contra las reglas del colegio, alguien que lo obligara a regresar a la cama inmediatamente. Siguió caminando ahora con un poco más de prisa, salió del retrato y caminó por un extenso pasillo hasta que llegó a las escaleras que sacaban de las mazmorras. Subió con cuidado aquella escalera de caracol que detestaba, caminó por el lobby y salió por las puertas del castillo.

Caminó rápido, con los brazos cruzados sobre su pecho en dirección al bosque prohibido. Miró atrás de sí al imponente castillo y le pareció lúgubre con las ventanas oscuras, preocupado de que nadie estuviese mirando a través de ellas. Caminó más rápido pues era demasiado tarde para lo que tenía que hacer o ver. Siguió andando y miró al cielo, no había estrellas por ahora pues parecía que una gruesa nube cubría el brillo. Todo se puso oscuro en su camino, ya no podía ver por donde pisaba y seguir así era demasiado arriesgado por lo que sacó su varita y con un tenue brillo en la punta se ilumino el terreno desnivelado que daba hacia los lindes del bosque. Primero empezó con una serie de arbustos, luego árboles por aquí y por allá, mientras más avanzaba más complicado era seguir pues algunos árboles tenían sus raíces fuera por lo que había que saltarla para no caer. No lograba ver nada más adelante y no sabía exactamente a donde ir, pero no hubo necesidad de esforzarse pues un gemido rasgó el silencio de la noche y Alphard, empezando a correr en aquella dirección, llegó a donde estaban Tom Riddle y Abraxas Malfoy como únicos rostro familiares, un grupo más que observan atónitos a un pobre chico que estaba siendo torturado por la maldición cruciatus. –Siento la tardanza– dijo en tono indiferente, como si aquel que estuviera sufriendo no le importara nada.

Ya que más nadie posteo... cofcof.