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Gran Bretaña, 1945 El Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería de nueva cuenta abre sus puertas para todas aquellas mentes emocionadas y expectantes de las maravillas de un nuevo año escolar. Amigos que no se han visto desde hace tiempo, queridos profesores de caras sonrientes y exigencias de un nuevo curso escolar, todo pareciera estar perfectamente calculado, todo esta planeado y se pronostica, que aquel año escolar será uno de los más anhelados y aceptados por los estudiantes. Pero no todo es lo que parece y ciertamente el plan de cierto grupo de estudiantes no es precisamente pasar sus últimos años en el colegio de manera pacífica, ellos quieren causar un cambio, quieren una revolución, quieren iniciar la diferencia en su mundo y no precisamente de la manera correcta ni por los motivos idóneos. Tom Riddle extrañamente comienza a mostrar maneras mucho más encantadoras que las del extraño chico que se conoció de primer a quinto curso, se le nota más seguro, constante y decido, sus palabras suaves como el susurro de una serpiente han comenzado a cautivar a la casa de Slytherin, prometiendo poderes y riquezas inimaginables sencillamente por participar como bulto en su movimiento revolucionario, la prudencia nunca se ha dado con las serpientes y cuando el poder se menciona y la pureza de una casta sale a relucir, casi nadie está dispuesto a negarse.
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¿Pero que ocurre? (Audrey)
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¿Pero que ocurre? (Audrey)
¿Pero que ocurre?
Sabado Θ Tarde Θ Alrededores de la cabaña del guardabosques Θ Audrey A. Rosemberg
Una semana, una semana hacía que la típica llovizna inglesa no se presentaba por Hogwarts. Todo un logro teniendo en cuenta que el país no es precisamente conocido por su cálido sol y sus temperaturas altas, y mucho menos en la época del año en la que nos encontrábamos. Así pues, había decidido abandonar mi refugio predilecto cuando hacia mal tiempo o cuando necesitaba estudiar –la biblioteca- y aventurarme a pasear por los abundantes jardines de Hogwarts; era una actividad relajante y placentera, sobre todo porque la realizaba completamente sola, pero la verdad es que echaba de menos la compañía de alguien, aunque caminar sola, me dejaba pensar en mis cosas.
Antes de salir a los terrenos, decidí pasarme por mi cuarto para dejar uno de los dos libros que había sacado ese día de la biblioteca en mi baúl, a buen recaudo. Recorrí los interminables pasillos de Hogwarts hasta llegar a la séptima planta, desde donde cogería el pasillo que llevaba al retrato de la dama gorda. De camino a mi destino, me encontré con un par de compañeras de casa que me saludaron efusivamente –aunque sin llegar a pararse-, cosa que correspondí con un saludo igual de efusivo acompañado de una sonrisa educada y dulce.
Después de transitar por los iluminados pasillos que atravesaban el séptimo piso, llegué a la puerta de mi sala común y entré tras decir la contraseña. Ésta se encontraba completamente vacía a excepción de un par de alumnos que susurraban entre ellos junto al fuego. Les saludé fugazmente y ascendí por las escaleras hasta llegar a mi habitación que, como suponía, también estaba vacía. Una vez hube dejado el libro, no vacilé en coger una abrigada y elegante capa negra para protegerme del frío, puesto que si bien ahora parecía que los rayos del sol caldeaban el ambiente, esto no duraría más de un par de horas. Aunque pedía internamente, que no hubiera tormenta… desde aquel fatídico día, las odiaba.
Y aunque ya era bien entrada la tarde, no abandoné mis propósitos y desandé el camino hasta llegar al Gran Hall, donde un enorme portalón de madera guardaba el interior del castillo de los terrenos. Éste se encontraba completamente abierto, y aunque la mayoría de los alumnos finalizaban ya su paseo y volvían a resguardecerse entre las paredes del colegio, yo no dudé a la hora de atravesar la puerta y salir al exterior. Allí, una fría brisa me recibió encantada, removiendo suavemente los mechones de mi cabello rubio.
Recorrí durante varios minutos los terrenos desiertos, y aunque la temperatura iba descendiendo poco a poco –proporcionalmente a la altura del sol- casi no sentía el frío acariciar mi marmórea piel. Absorbía detalles, vislumbraba el paisaje y apreciaba maravillada la belleza que éste desprendía. Mis hipnóticos ojos azules no paraban en un punto más de unos segundos, completamente encandilados por las plantas, los árboles y cualquier detalle del lago negro que se podía llegar a apreciar desde mi posición. Siempre había sido una persona que se maravillaba con cualquier burdo detalle y sabía apreciar la belleza cuando la encontraba.
Después de un rato andando, sentí como mi cuerpo empezaba a pedir un leve descanso. No muy lejos de mi situación, estaba la cabaña del guardabosques y en los alrededores de esta, había un frondoso sauce cuyas ramas despistaban a las miradas cotillas, así que me encaminé hacia él. Decidí sentarme en el suelo apoyando mi espalda en el tronco del árbol, para, seguidamente, abrir el libro por la página en la que lo había dejado la última vez. Tras acomodarme, y retirar de mi rostro un mechón de pelo rebelde colocándolo tras la oreja, empecé a devorar las palabras de ese ejemplar de “Protección contra las artes oscuras, una guía básica” que había logrado sacar disimuladamente de la sección prohibida, quería saber todo lo que podía para proteger a los hijos de muggles y mestizos.
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Sabrina Z. Rossi- Gryffindor
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Re: ¿Pero que ocurre? (Audrey)
¿Pero qué ocurre?
Tarde · Alrededores de la Cabaña del Guardabosques · Sabrina Z. Rossi
Tras acabar las horas de clase a las que debía asistir aquel día, decidí que lo mejor era salir fuera del castillo a dar un paseo, acompañada de mis grandes compañeros de casa. Lo primero que hice fue ir a mi cuarto para guardar los libros que había estado usando, y para cambiarme. Cogí un abrigo pues, aunque ahora la temperatura era agradable, con poco que anocheciera comenzaría a hacer frío y no quería estar temblando por no coger un abrigo.
Fui hacia la Sala Común, en busca de mis compañeros. Allí me encontré con un pequeño grupo con el que no congeniaba demasiado, pero aún así les sugerí el plan. Seguramente nos divertiríamos más cuanta más personas fuéramos, así que no me importaba invitarlos a aquello, además, tampoco es que me llevara mal, tan solo no tan bien como con los demás.
El problema vino aquí, pues me sentí demasiado incómoda y extraña en aquella situación. Rechazaron mi plan entre risas, recomendándome que fuera a preguntarle a Iana o a Sabrina que me acompañaran. Una sensación muy extraña recorrió mi cuerpo, pues parecía que aquellos chicos estaban riéndose de mí por algún motivo que no deberían saber. ¿Acaso se habían enterado de que me sentía atraída por las mujeres?
Un nudo se hizo en mi garganta, y decidí salir de la Sala Común sin siquiera decir adiós. Caminé con velocidad hasta llegar a otro pasillo, donde me apoyé en la pared, quedándome ahí parada unos segundos. Las dos únicas personas que sabían aquello que sentía hacia las mujeres eran Iana y Sabrina. Sin embargo, Iana no conocía a estos chicos y no tenía ninguna clase de relación con ellos.... Solo quedaba Sabrina. ¿Cómo podía haberme hecho esto sabiendo como me sentía respecto a aquella situación?
Mi estado de tristeza pasó rápidamente a ser enfado, mucho más del que me gustaría sentir. Me había traicionado, había jugado con mi confianza. Dirigí mis pasos sin saber a dónde iba, hasta que encontré a un grupo de Gryffindor y les pregunté si la habían visto. Me dirigieron hacia fuera del castillo, y supuse dónde se encontraría. Así, me dirigí con velocidad hacia los alrededores de la cabaña del Guardabosques, aumentando mi nerviosismo y enfado a medida que caminaba.
Y allí estaba, leyendo, tan tranquila. ¿Cómo era capaz? ¿Acaso no sentía remordimiento por lo que me había hecho? - ¡Eh! ¡Sabrina! - Dije con un tono muy poco normal en mí hacia una de mis mejores amigas. Acabé de acercarme a ella hasta quedarme delante suya, para que viera que estaba realmente enfadada y no era ningún tipo de broma - ¿¡Cómo has podido hacerme esto!? Confiaba en ti, ¿sabes? - Me señalé, poniéndome las manos en el pecho - Qué se supone que he hecho para que me trates así, ¿¡eh!?
Fui hacia la Sala Común, en busca de mis compañeros. Allí me encontré con un pequeño grupo con el que no congeniaba demasiado, pero aún así les sugerí el plan. Seguramente nos divertiríamos más cuanta más personas fuéramos, así que no me importaba invitarlos a aquello, además, tampoco es que me llevara mal, tan solo no tan bien como con los demás.
El problema vino aquí, pues me sentí demasiado incómoda y extraña en aquella situación. Rechazaron mi plan entre risas, recomendándome que fuera a preguntarle a Iana o a Sabrina que me acompañaran. Una sensación muy extraña recorrió mi cuerpo, pues parecía que aquellos chicos estaban riéndose de mí por algún motivo que no deberían saber. ¿Acaso se habían enterado de que me sentía atraída por las mujeres?
Un nudo se hizo en mi garganta, y decidí salir de la Sala Común sin siquiera decir adiós. Caminé con velocidad hasta llegar a otro pasillo, donde me apoyé en la pared, quedándome ahí parada unos segundos. Las dos únicas personas que sabían aquello que sentía hacia las mujeres eran Iana y Sabrina. Sin embargo, Iana no conocía a estos chicos y no tenía ninguna clase de relación con ellos.... Solo quedaba Sabrina. ¿Cómo podía haberme hecho esto sabiendo como me sentía respecto a aquella situación?
Mi estado de tristeza pasó rápidamente a ser enfado, mucho más del que me gustaría sentir. Me había traicionado, había jugado con mi confianza. Dirigí mis pasos sin saber a dónde iba, hasta que encontré a un grupo de Gryffindor y les pregunté si la habían visto. Me dirigieron hacia fuera del castillo, y supuse dónde se encontraría. Así, me dirigí con velocidad hacia los alrededores de la cabaña del Guardabosques, aumentando mi nerviosismo y enfado a medida que caminaba.
Y allí estaba, leyendo, tan tranquila. ¿Cómo era capaz? ¿Acaso no sentía remordimiento por lo que me había hecho? - ¡Eh! ¡Sabrina! - Dije con un tono muy poco normal en mí hacia una de mis mejores amigas. Acabé de acercarme a ella hasta quedarme delante suya, para que viera que estaba realmente enfadada y no era ningún tipo de broma - ¿¡Cómo has podido hacerme esto!? Confiaba en ti, ¿sabes? - Me señalé, poniéndome las manos en el pecho - Qué se supone que he hecho para que me trates así, ¿¡eh!?
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Audrey A. Rosemberg- Gryffindor
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