Centauros, unicornios y...¿Qué es eso? [Nicholas J. Harper]

Mi mirada se pierde en el fuego que danza en la chimenea, saltando y uniéndose a otra nueva llama color verde y azul. Todo parece tan simple como eso, observar unas simples llamas bailando tranquilas y cálidas en una chimenea. Ya han pasado algunos días desde que me sentía totalmente fuera del mundo, como si no encontrara el lugar a donde pertenecía, agobiada de que sería de mí si no encontraba respuestas a todas esas preguntas que se colaban a mi mente, apretujadas y unas encima de otras dejándome ciega y frustrada.

Mis ojos celeste están fijos en aquél fuego como si eso sirviera para avivarlo y tal vez así era pues entre más lo veía, más me parecía que crecían las llamas. Suspiro, la noche ya estaba cubriéndolo todo y una sonrisa aparece en mis labios, aun llevo puesto el uniforme junto con la capa negra de Slytherin. Estoy abrazando mis rodillas sentada en el mullido sofá de la sala común y volteo a ver a la persona que estaba sentada a mi lado como pensando en algo muy lejano.



Mi tono de voz es suave pero no llega a ser un susurro, simplemente quiero llamar su atención con ese llamado. Me levanto del asiento y le sonrió tomando su mano y caminando hacia la salida de ese pequeña celda, o eso me parece ahora, en otras circunstancias sería donde me resguardo de los idiotas. Una vez fuera le suelto la mano y camino por los pasillo hasta un atajo detrás de una estatua de nuestro querido Salazar. Saco la varita para poder abrir aquél atajo y una vez abierto miro a los alrededores para meterme con Nicholas detrás de mi, la pared se cierra cuando ambos estamos dentro y susurrando un "Lumos" mi varita se enciende para servir de luz guía.

Después de varios minutos caminando en aquella semi-oscuridad y compartiendo algunas miradas cómplices con mi mejor amigo por fin nos topamos con otra pared. Esta vez Nicholas es quien abre la pared y al salir nos encontramos con la oscuridad del bosque prohibido, la apertura del atajo se trata de unas escaleras subterráneas por debajo de una mesa de piedra bastante extraña con escrituras en parcel y serpientes alrededor de ella. Lo miro, aun que no estoy segura de si se percata de esto pues esta sumamente oscuro y silencioso. Jamás el bosque prohibido estuvo tan silencioso. Me da miedo romper aquella calma tan inquietante.


Mi voz esta vez es muy baja pero al estar tan callado todo se escucha a la perfección sin sonar demasiado alto y como si fuera parte de la ambientación del lugar, cosa que me parece un poco tétrico y da miedo pero mi cuerpo se irgue con total seguridad y mis pies se plantan en el suelo segura de lo que estaba haciendo. Un paseo nocturno por el bosque prohibido. Me hacía falta diversión.