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Gran Bretaña, 1945 El Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería de nueva cuenta abre sus puertas para todas aquellas mentes emocionadas y expectantes de las maravillas de un nuevo año escolar. Amigos que no se han visto desde hace tiempo, queridos profesores de caras sonrientes y exigencias de un nuevo curso escolar, todo pareciera estar perfectamente calculado, todo esta planeado y se pronostica, que aquel año escolar será uno de los más anhelados y aceptados por los estudiantes. Pero no todo es lo que parece y ciertamente el plan de cierto grupo de estudiantes no es precisamente pasar sus últimos años en el colegio de manera pacífica, ellos quieren causar un cambio, quieren una revolución, quieren iniciar la diferencia en su mundo y no precisamente de la manera correcta ni por los motivos idóneos. Tom Riddle extrañamente comienza a mostrar maneras mucho más encantadoras que las del extraño chico que se conoció de primer a quinto curso, se le nota más seguro, constante y decido, sus palabras suaves como el susurro de una serpiente han comenzado a cautivar a la casa de Slytherin, prometiendo poderes y riquezas inimaginables sencillamente por participar como bulto en su movimiento revolucionario, la prudencia nunca se ha dado con las serpientes y cuando el poder se menciona y la pureza de una casta sale a relucir, casi nadie está dispuesto a negarse.
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She is my Sin
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Morsmorde :: Hogwarts :: Segundo Piso :: Aulas Vacias
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She is my Sin
Era de tarde, las clases no seguían hasta dentro de un par de horas, Alphard en lugar de haber bajado al gran comedor o de haberse ido a los jardines prefirió buscar algún aula que estuviera vacía. En el segundo piso había varias de ellas, ninguna se ocupaba y eran óptimas para lo que Black estaba buscando, estar sólo, pensar algunas cosas y poner en orden sus ideales. Entró en silencio y sin ver empujó la puerta para que se cerrara, pero hizo falta un poco más de fuerza pues quedó un poco abierta, cualquiera que pasara por fuera lo notaría y si era curioso, podría ver una parte del interior. El chico no se dio cuenta y tiró su mochila a mitad del aula la cual tenía una pizarra con algunos garabatos en su superficie, algunas mesas por acá y sillas algo viejas apiladas en una esquina. Se quitó al túnica y la arrojó a una mesa que lo más seguro estuviera llena de polvo, no le importaba. Caminó hasta una ventana, sentándose en el alféizar con la vista hacia el exterior y viendo a personas haciendo nada en la parte de los jardines.
Estuvo así por un par de minutos, su rostro estaba tan cercano al cristal que su aliento manchaba la superficie, podía sentir el calor de su respiración rebotar hacia su nariz y sus labios. Subió un poco la mirada y en el reflejo algo borroso pudo ver sus ojos, los miró con curiosidad y notó que en su mirada se notaba que algo no iba bien. Hace varias noches había tenido su reunión con Tom Riddle y Malfoy en el bosque prohibido, habían asistido también otros chicos que estaban interesados en las acciones del primero y otros no tan afortunados que sufrieron su aburrimiento. En caso de Alphard, había sido castigado sólo por haber llegado tarde, esos minutos de retraso le costaron tener que aguantar la maldición cruciatus. Apartó la vista de su reflejo y miró más allá del jardín, no se veía mucho pues no estaba a tanta altura, la vista no era tan espectacular como cuando uno se encontraba en pisos superiores.
No era la primera vez que Alphard era castigado con un crucio, de hecho se podría decir que estaba bastante acostumbrado, ya que en las familias antiguas, con gran fortuna y sobretodo de sangre pura, se tenía por costumbre que los padres castigasen a sus hijos con algo así cuando no se comportaban como debían. Alphard con su comportamiento tan liberal y sus pensamientos tan poco conservadores, había sido víctima de la magia de su padre, de un dolor paralizante en todo el cuerpo. Había sentido el dolor de aquella maldición tantas veces que cuando Tom hizo lo mismo con él, no gritó, sólo soportó el dolor en silencio. Pero a pesar de todo eso, Alphard Black seguía como siempre, nada lo desanimaba, excepto recordar que otros chicos que nada tenían que ver con Riddle eran juguetes, los cuales eran torturados y después se les borraba la memoria... Alphard buscó en su pantalón y sacó de allí una bolsa de plástico que tenía varitas de regaliz rojas, tomó una y la mordió, sintiendo como se pegaba a su muelas cuando la masticaba.
Estuvo así por un par de minutos, su rostro estaba tan cercano al cristal que su aliento manchaba la superficie, podía sentir el calor de su respiración rebotar hacia su nariz y sus labios. Subió un poco la mirada y en el reflejo algo borroso pudo ver sus ojos, los miró con curiosidad y notó que en su mirada se notaba que algo no iba bien. Hace varias noches había tenido su reunión con Tom Riddle y Malfoy en el bosque prohibido, habían asistido también otros chicos que estaban interesados en las acciones del primero y otros no tan afortunados que sufrieron su aburrimiento. En caso de Alphard, había sido castigado sólo por haber llegado tarde, esos minutos de retraso le costaron tener que aguantar la maldición cruciatus. Apartó la vista de su reflejo y miró más allá del jardín, no se veía mucho pues no estaba a tanta altura, la vista no era tan espectacular como cuando uno se encontraba en pisos superiores.
No era la primera vez que Alphard era castigado con un crucio, de hecho se podría decir que estaba bastante acostumbrado, ya que en las familias antiguas, con gran fortuna y sobretodo de sangre pura, se tenía por costumbre que los padres castigasen a sus hijos con algo así cuando no se comportaban como debían. Alphard con su comportamiento tan liberal y sus pensamientos tan poco conservadores, había sido víctima de la magia de su padre, de un dolor paralizante en todo el cuerpo. Había sentido el dolor de aquella maldición tantas veces que cuando Tom hizo lo mismo con él, no gritó, sólo soportó el dolor en silencio. Pero a pesar de todo eso, Alphard Black seguía como siempre, nada lo desanimaba, excepto recordar que otros chicos que nada tenían que ver con Riddle eran juguetes, los cuales eran torturados y después se les borraba la memoria... Alphard buscó en su pantalón y sacó de allí una bolsa de plástico que tenía varitas de regaliz rojas, tomó una y la mordió, sintiendo como se pegaba a su muelas cuando la masticaba.
Alphard Black- Slytherin
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Fecha de inscripción : 09/04/2013
Re: She is my Sin
Salió del aula de transformaciones con una mueca de molestia casi al tiempo que todos los demás estudiantes se precipitaban como posesos hacía su dirección, las multitudes no eran gratas para la joven Ravenclaw y ciertamente en aquellos momentos en los que sentía que cada parte aunque fuese microscópica en su cabeza explotaría sin más, las complicaciones que llevaban aquella asignatura no eran enteramente agradables y mucho menos soportables para una joven de naturaleza tan distraída como la que poseía Hannah, además estaba más clara que el agua la aversión que sentía por sus compañeros de clase no contribuía demasiado a la emoción que sentía por la clase, para la joven de cabellos pelirrojos era solamente una hora de completo sufrimiento.
Sonrió levemente a una de sus compañeras de casa y comenzó a caminar con paso rápido hacia cualquier lugar que no se encontrara cerca de varias aglomeraciones, pensó en un instante en acudir a la sala común y descansar un rato antes de dirigirse al Gran Comedor y regresar a la monotonía de las pláticas de las águilas, honestamente no era lo que deseaba pero tenía que conformarse, su vida carecía de emociones y para ella eso estaba bien, no le gustaba tener que sufrir dramas a cada momento como muchas estudiantes del colegio parecían disfrutar, para ella las cosa sencillas y poco emocionantes eran su hábitat natural, aunque claro diversas diversiones la mantenían entretenida en aquellos horribles días en los que parecía que sus amigos de casa no eran suficiente y no parecía encontrar a nadie que la comprendiera de todo, aquellos días la mente de Prewett parecía funcionar a un ritmo alarmante y poco conocido dada su naturaleza sencillamente paciente, era una joven reservada con aquellos que no conocía o consideraba no merecían mirar otra faceta de ella, pero ciertamente le funcionaba ser así.
La idea de acudir a las salas vacías en el segundo piso había surgido casi de la nada, era relativamente sencillo el porqué de sus decisiones, quería estar completamente sola y no recibir comentarios acerca de por qué el estado anímico en el que se encontraba, darse un respiro de absolutamente todos y pensar por vez primera en que es lo que quería hacer con ella misma, se había enfrascado tanto en pensar cuestiones ajenas y los peligros que muchos de sus amigos corrían dada la situación actual que casi por completo se había olvidado de ella misma, de lo que quería e inclusive de sus necesidades más básicas, entre ellas no estaba la soledad y el aislamiento de todo ser que se cruzara en sus narices, si no que aquellos minutos que pasara quizá leyendo o jugando con la varita servirían para despejar la atolondrada mente de la pobre pelirroja.
No rebuscó mucho o intentó encontrar el aula ideal, simplemente seleccionó la tercer puerta como era de costumbre y entró soltando un suspiro bastante impropio para una señorita y cabe aclarar que denotaba exasperación y molestia desde el principio hasta el final, depositó los libros sin mucha delicadeza sobre el escritorio más cercano a la puerta y se quitó desesperada la túnica que cubría el uniforme, el calor se había apoderado del cuerpo de Hannah mientras corría por los pasillos intentando no ser alcanzada por ninguno de sus amigos, colocó los pocos cabellos pelirrojos que le caían sobre el rostro detrás de la oreja y por vez primera se dignó a mirar el salón con detenimiento.
Una silueta captó su atención y de manera instintiva se mordió el labio inferior, el chico se encontraba dándole la espalda, aunque con el escándalo que había provocado quizá notaría la presencia de la señorita Prewett, no le veía el rostro, por lo cual sencillamente el joven que de igual manera era de una casa desconocida permanecía en el anonimato, se aclaró la garganta de manera suave y alzó la vista sin denotar demasiado el nerviosismo que sentía, por experiencias sabía que no era idóneo estar a solas con un total desconocido, aunque eso no significaba que tendría que ser descortés y alzar la varita como si se tratase de una verdadera amenaza.
— Lamento si te he interrumpido — murmuró con suavidad mientras sus manos se movían nerviosas de un lado a otro casi al tiempo exacto en el que su mente se esforzaba por formar oraciones lo suficientemente cuerdas para que salieran de sus labios — Puedo irme, no hay problema — dijo finalmente con una ligera sonrisa en los labios y comenzando a juntar las cosas que se había encargado de desplomar por el escritorio que tenía a un lado.
Sonrió levemente a una de sus compañeras de casa y comenzó a caminar con paso rápido hacia cualquier lugar que no se encontrara cerca de varias aglomeraciones, pensó en un instante en acudir a la sala común y descansar un rato antes de dirigirse al Gran Comedor y regresar a la monotonía de las pláticas de las águilas, honestamente no era lo que deseaba pero tenía que conformarse, su vida carecía de emociones y para ella eso estaba bien, no le gustaba tener que sufrir dramas a cada momento como muchas estudiantes del colegio parecían disfrutar, para ella las cosa sencillas y poco emocionantes eran su hábitat natural, aunque claro diversas diversiones la mantenían entretenida en aquellos horribles días en los que parecía que sus amigos de casa no eran suficiente y no parecía encontrar a nadie que la comprendiera de todo, aquellos días la mente de Prewett parecía funcionar a un ritmo alarmante y poco conocido dada su naturaleza sencillamente paciente, era una joven reservada con aquellos que no conocía o consideraba no merecían mirar otra faceta de ella, pero ciertamente le funcionaba ser así.
La idea de acudir a las salas vacías en el segundo piso había surgido casi de la nada, era relativamente sencillo el porqué de sus decisiones, quería estar completamente sola y no recibir comentarios acerca de por qué el estado anímico en el que se encontraba, darse un respiro de absolutamente todos y pensar por vez primera en que es lo que quería hacer con ella misma, se había enfrascado tanto en pensar cuestiones ajenas y los peligros que muchos de sus amigos corrían dada la situación actual que casi por completo se había olvidado de ella misma, de lo que quería e inclusive de sus necesidades más básicas, entre ellas no estaba la soledad y el aislamiento de todo ser que se cruzara en sus narices, si no que aquellos minutos que pasara quizá leyendo o jugando con la varita servirían para despejar la atolondrada mente de la pobre pelirroja.
No rebuscó mucho o intentó encontrar el aula ideal, simplemente seleccionó la tercer puerta como era de costumbre y entró soltando un suspiro bastante impropio para una señorita y cabe aclarar que denotaba exasperación y molestia desde el principio hasta el final, depositó los libros sin mucha delicadeza sobre el escritorio más cercano a la puerta y se quitó desesperada la túnica que cubría el uniforme, el calor se había apoderado del cuerpo de Hannah mientras corría por los pasillos intentando no ser alcanzada por ninguno de sus amigos, colocó los pocos cabellos pelirrojos que le caían sobre el rostro detrás de la oreja y por vez primera se dignó a mirar el salón con detenimiento.
Una silueta captó su atención y de manera instintiva se mordió el labio inferior, el chico se encontraba dándole la espalda, aunque con el escándalo que había provocado quizá notaría la presencia de la señorita Prewett, no le veía el rostro, por lo cual sencillamente el joven que de igual manera era de una casa desconocida permanecía en el anonimato, se aclaró la garganta de manera suave y alzó la vista sin denotar demasiado el nerviosismo que sentía, por experiencias sabía que no era idóneo estar a solas con un total desconocido, aunque eso no significaba que tendría que ser descortés y alzar la varita como si se tratase de una verdadera amenaza.
— Lamento si te he interrumpido — murmuró con suavidad mientras sus manos se movían nerviosas de un lado a otro casi al tiempo exacto en el que su mente se esforzaba por formar oraciones lo suficientemente cuerdas para que salieran de sus labios — Puedo irme, no hay problema — dijo finalmente con una ligera sonrisa en los labios y comenzando a juntar las cosas que se había encargado de desplomar por el escritorio que tenía a un lado.
Hannah M. Prewett- Ravenclaw
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Fecha de inscripción : 10/04/2013
Re: She is my Sin
Estaba tan concentrado comiendo las golosinas que no se dio cuenta que ya iba por la cuarta varita de regaliz, pero esta vez era de color negro, su mirada seguía al exterior de la ventana en un punto fijo el cual no veía pues estaba tan absorto en sus pensamientos que no le importaba poner atención a lo que sus ojos miraban. El silencio en el que se encontraba era tal que pudo escuchar unos pasos en el pasillo y por supuesto, el rechinar de las bisagras de la puerta al ser abierta acompañado de un gemido de una chica. Alphard no se tomaría la molestia de voltear y acribillar con la mirada a quien haya entrado pues seguramente se iría de forma inmediata al notar que él estaba allí. Ahora sólo estaba concentrado en lo que acontecía dentro de aquel salón, notando el ruido de algo pesado caer sobre la superficie de un escritorio y luego una pequeña tos que provenía de la garganta de aquella desconocida, dejando en claro que ya se había percatado que no estaba sola en aquel lugar. Alphard le sonrió a su reflejo en el cristal y después alzó una ceja al escuchar la voz de aquella pues le sonaba tan familar que al final se giró. Abrió los ojos grandes y enseguida sintió como la sangre se iba a su rostro. Siempre era lo mismo cuando veía a Hannah a los lejos, o cuando hablaba con ella, no podía evitar sonrojarse. –Hannah– dijo en un susurro tembloroso, con ella a su lado Alphard se sentía algo estúpido.
Dejó la bolsa con golosinas sobre el alféizar de la ventana y caminó hasta ella con algo de nerviosismo en el cuerpo. –Hey Hannah– volvió a nombrarla pero esta vez colocó su mano derecha sobre una de las suyas que tomaban los libros sobre el escritorio. En cuanto hizo contacto con ella miró rápidamente al rostro de la pelirroja y retiró su mano sólo para empezar a balbucear. –No te vayas– dijo rascándose la nuca –Nunca has sido un problema, al menos no para mí– y cerró los ojos, frunció el ceño –Quiero decir, no quiero decir que tu seas un problema para los demás, o sea, no eres para nada un problema sino lo contrario– se mordió el labio inferior para no seguir hablando. ¿Y qué demonios era lo contrario a un problema? –Quédate si gustas– sonrió tímidamente y miró las mejillas de ella, notando que estaban algo rojas –¿Todo bien?– le preguntó y recordó el gemido que había escuchado –¿A quién debo golpear?– levantó una ceja mirando a Hannah con curiosidad. A Alphard le gustaba Hannah y aunque nunca se lo había dicho algo le decía que no era necesario hacerlo pues la manera en que se comportaba frente a ella era demasiado evidente... O quizás no se había dado cuenta y ella pensaba que era estúpido de por si.
Dejó la bolsa con golosinas sobre el alféizar de la ventana y caminó hasta ella con algo de nerviosismo en el cuerpo. –Hey Hannah– volvió a nombrarla pero esta vez colocó su mano derecha sobre una de las suyas que tomaban los libros sobre el escritorio. En cuanto hizo contacto con ella miró rápidamente al rostro de la pelirroja y retiró su mano sólo para empezar a balbucear. –No te vayas– dijo rascándose la nuca –Nunca has sido un problema, al menos no para mí– y cerró los ojos, frunció el ceño –Quiero decir, no quiero decir que tu seas un problema para los demás, o sea, no eres para nada un problema sino lo contrario– se mordió el labio inferior para no seguir hablando. ¿Y qué demonios era lo contrario a un problema? –Quédate si gustas– sonrió tímidamente y miró las mejillas de ella, notando que estaban algo rojas –¿Todo bien?– le preguntó y recordó el gemido que había escuchado –¿A quién debo golpear?– levantó una ceja mirando a Hannah con curiosidad. A Alphard le gustaba Hannah y aunque nunca se lo había dicho algo le decía que no era necesario hacerlo pues la manera en que se comportaba frente a ella era demasiado evidente... O quizás no se había dado cuenta y ella pensaba que era estúpido de por si.
Alphard Black- Slytherin
- Mensajes : 14
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Fecha de inscripción : 09/04/2013
Re: She is my Sin
El nerviosismo que le recorría todo el cuerpo no era ni siquiera comparable con ningún otro, en aquellos momentos mientras sentía el calor apoderarse de sus mejillas y el corazón amenazaba con escapar de su pecho, fue en aquel momento en el que se dió cuenta que Alphard Black causaba un efecto en ella mucho más potente del que querría admitir en alguna ocasión, era tan complicado poner en una oración aquello que sintió cuando finalmente le miró el rosto, por supuesto no dejó que aquella sonrisa de estudiante enamoradá asomara de los labios rosas o que sus mejillas adquirieran aquel tono carmín, Hannah siempre había mantenido una postura completamente en contra las serpientes, nunca se daba el tiempo de conocerlas y ciertamente había juzgado a muchas antes de saber, pero extrañamente con el joven Black era diferente, despreciaba a su familia como cualquier persona consiente lo haría, pero algo en el mediano de ellos hacía que se sintiese diferente, había algo en él que la inquietaba, podría decirse que aunque nunca lo admitiría el tenía cierto miedo, de igual manera le intrigaba y de manera un tanto intrincada quería saber más sobre él, quería averiguar que había tras la mádcara de Alphard Black.
Lo miró fijamente por unos cuantos segundos y por instinto se aceró a la puerta, no sabía como podía reaccionar el castaño, cuándo habian tenido encuentros a solas era el chico que hacía que Hannah se mantubiese despierta por las noches, aquel que le robaba los suspiros que salían de sus labios de manera inconsiente y aquel que hacía que sus sonrisas se iluminaran, por supuesto nunca lo admitiría de manera certera, pero no siempre era esa persona, si llegaba a encontrarlo con los Black o su pandilla de Slytherin era completamente distino, si quiera la miraba y eso hacía que la joven se sintiese ciertamente insignificante, Alphard Black le gustaba de una manera que ni ella misma podía comprender y eso sencillamente hacía que aquel encuentro fuese de lo más incómodo pero a la vez agradable con lo que se había topado en aquella semana.
La calidez de las yemas de los dedos del contrario le olbigaron a alzar la vista y una suave sonrisa asomó de los labios, el joven la alejó rápidamente y Hannah tuvo que hacer de todo para retener aquel suspiro de decepción que amenazaba con salir de sus labios, lo miró con una sonrisa ante el nerviosismo mostrado y se limitó a poner una mano sobre el abdomen del joven, pues dada la altura era aquella parte la que podía alcanzar de manera más facilitada — Tranquilo Alphard, respira un poco — la joven sonrió ante las palabras para retirar después su mano y esconderla tímidamente detrás de la espalda, el cosquilleo en su estómago comenzaba a ser cada vez más intenso y eso le asustaba, las palabras del joven más que tranquilizarla aumentaban su nerviosismo, pues de cierta manera la pelirroja las sentía como señales confusas, seguramente alguien como el joven Black nunca gustaría de ella, era casi imposible, pues era Ravenclaw, pelirroja de estatura baja y sobre todo una Prewett, provenía de una de las familias más ordinarias del mundo mágico, por lo cual sus posibilidades con la serpiente eran nulas.
Una suave risa escapó de sus labios ante el balbuceo del joven y cerró los ojos suavemente mientras pensaba que decirle sin sonar como colegiala enamorada, después de todo era Hannah Prewett, una joven que parecía carecer de la posibilidad de tener un novio estable y quizá así fuera — Me alegra no ser un problema para ti Alphard, aunuqe todavía no estoy segura si un problema tiene antónimo, tendremos que investigar eso — murmuró con un guiño sintiendose verdaderamente estúpida ante el comentario, los nervios de apoco comenzaban a traicionarle sin más y cada vez sentía más cerca la posibilidad de que el joven terminara burlándose de ella — Si es lo que quieres me quedaré — murmuró bajito sintiendo sus mejillas cada vez más calientes, se acercó un poco más a él hasta quedar a escasos centímetros, estaba inmóvil sentía cada cosa a flor de piel y no sabía que hacer.
Negó con la cabeza ante la pregunta siguiente y sonrió, atrapó su labio entre los dientes y dedicó cierto tiempo a mascarlo como si no hubiese un mañana, finalmente desistió y lo soltó con cierta inseguridad moviendo sus manos nerviosamente de un lado a otro, pasándolas por el cabello, la nariz y los labios — No tienes que golpear a nadie, en serio no importa — murmuró con una sonrisa y un suave suspiro, bajó la vista suavemente — Pero algo me inquieta, ¿Que hacías aquí completamente solo? — preguntó sonriéndole dulcemente de una manera poco conocida para ambos — Más importante aún ¿Tú estás bien? — quizá el último comentario había confirmado lo obvio, pero en realidad el estado anímico de Alphard le importaba más que el propio.
Lo miró fijamente por unos cuantos segundos y por instinto se aceró a la puerta, no sabía como podía reaccionar el castaño, cuándo habian tenido encuentros a solas era el chico que hacía que Hannah se mantubiese despierta por las noches, aquel que le robaba los suspiros que salían de sus labios de manera inconsiente y aquel que hacía que sus sonrisas se iluminaran, por supuesto nunca lo admitiría de manera certera, pero no siempre era esa persona, si llegaba a encontrarlo con los Black o su pandilla de Slytherin era completamente distino, si quiera la miraba y eso hacía que la joven se sintiese ciertamente insignificante, Alphard Black le gustaba de una manera que ni ella misma podía comprender y eso sencillamente hacía que aquel encuentro fuese de lo más incómodo pero a la vez agradable con lo que se había topado en aquella semana.
La calidez de las yemas de los dedos del contrario le olbigaron a alzar la vista y una suave sonrisa asomó de los labios, el joven la alejó rápidamente y Hannah tuvo que hacer de todo para retener aquel suspiro de decepción que amenazaba con salir de sus labios, lo miró con una sonrisa ante el nerviosismo mostrado y se limitó a poner una mano sobre el abdomen del joven, pues dada la altura era aquella parte la que podía alcanzar de manera más facilitada — Tranquilo Alphard, respira un poco — la joven sonrió ante las palabras para retirar después su mano y esconderla tímidamente detrás de la espalda, el cosquilleo en su estómago comenzaba a ser cada vez más intenso y eso le asustaba, las palabras del joven más que tranquilizarla aumentaban su nerviosismo, pues de cierta manera la pelirroja las sentía como señales confusas, seguramente alguien como el joven Black nunca gustaría de ella, era casi imposible, pues era Ravenclaw, pelirroja de estatura baja y sobre todo una Prewett, provenía de una de las familias más ordinarias del mundo mágico, por lo cual sus posibilidades con la serpiente eran nulas.
Una suave risa escapó de sus labios ante el balbuceo del joven y cerró los ojos suavemente mientras pensaba que decirle sin sonar como colegiala enamorada, después de todo era Hannah Prewett, una joven que parecía carecer de la posibilidad de tener un novio estable y quizá así fuera — Me alegra no ser un problema para ti Alphard, aunuqe todavía no estoy segura si un problema tiene antónimo, tendremos que investigar eso — murmuró con un guiño sintiendose verdaderamente estúpida ante el comentario, los nervios de apoco comenzaban a traicionarle sin más y cada vez sentía más cerca la posibilidad de que el joven terminara burlándose de ella — Si es lo que quieres me quedaré — murmuró bajito sintiendo sus mejillas cada vez más calientes, se acercó un poco más a él hasta quedar a escasos centímetros, estaba inmóvil sentía cada cosa a flor de piel y no sabía que hacer.
Negó con la cabeza ante la pregunta siguiente y sonrió, atrapó su labio entre los dientes y dedicó cierto tiempo a mascarlo como si no hubiese un mañana, finalmente desistió y lo soltó con cierta inseguridad moviendo sus manos nerviosamente de un lado a otro, pasándolas por el cabello, la nariz y los labios — No tienes que golpear a nadie, en serio no importa — murmuró con una sonrisa y un suave suspiro, bajó la vista suavemente — Pero algo me inquieta, ¿Que hacías aquí completamente solo? — preguntó sonriéndole dulcemente de una manera poco conocida para ambos — Más importante aún ¿Tú estás bien? — quizá el último comentario había confirmado lo obvio, pero en realidad el estado anímico de Alphard le importaba más que el propio.
Hannah M. Prewett- Ravenclaw
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Sáb Mayo 25, 2013 9:25 pm por Lyanna Archer
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Sáb Mayo 25, 2013 12:37 am por Invitado
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Dom Mayo 05, 2013 4:53 am por Morsmorde
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Dom Mayo 05, 2013 4:50 am por Morsmorde