Morsmorde
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Gran Bretaña, 1945 El Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería de nueva cuenta abre sus puertas para todas aquellas mentes emocionadas y expectantes de las maravillas de un nuevo año escolar. Amigos que no se han visto desde hace tiempo, queridos profesores de caras sonrientes y exigencias de un nuevo curso escolar, todo pareciera estar perfectamente calculado, todo esta planeado y se pronostica, que aquel año escolar será uno de los más anhelados y aceptados por los estudiantes. Pero no todo es lo que parece y ciertamente el plan de cierto grupo de estudiantes no es precisamente pasar sus últimos años en el colegio de manera pacífica, ellos quieren causar un cambio, quieren una revolución, quieren iniciar la diferencia en su mundo y no precisamente de la manera correcta ni por los motivos idóneos. Tom Riddle extrañamente comienza a mostrar maneras mucho más encantadoras que las del extraño chico que se conoció de primer a quinto curso, se le nota más seguro, constante y decido, sus palabras suaves como el susurro de una serpiente han comenzado a cautivar a la casa de Slytherin, prometiendo poderes y riquezas inimaginables sencillamente por participar como bulto en su movimiento revolucionario, la prudencia nunca se ha dado con las serpientes y cuando el poder se menciona y la pureza de una casta sale a relucir, casi nadie está dispuesto a negarse.





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Un encuentro incómodo bajo la luna llena (Abraxas)

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Mensaje por Lucinda Scalovix Lun Abr 01, 2013 9:35 pm

Era una noche clara y brillante, del todo limpia de nube alguna que pudiera interrumpir aquel agradable momento de contemplación en el que Lucinda estaba sumergida. Era el segundo día de clases y necesitaba un momento a solas. Su madre le había mandado por lechuza a decir que ya le habían contado a William del compromiso, y que, por lo visto, su hermano no se había tomado del todo bien que su hermana menor fuera comprometida con un tipo que casi no conocía. Claro que doña Francesca había agregado que William pronto entendería lo importante del vínculo, y se daría cuenta que sus padres habían hecho lo mejor. Con esto, Lucinda esperaba para el día siguiente una carta de su hermano, e inclusive un vociferador para Abraxas. William siempre había sido un sobreprotector a niveles inimaginables, y no sería extraño que ya estuviera buscando un traslador para hablar con sus padres. Sin embargo, ¿en qué podía eso cambiar todo?; y, por otro lado, Lucinda no sabía siquiera si lo quería cambiar. Al menos a primera vista Abraxas había sido educado con ella y amable. ¿Qué más podía esperar?...

- Amor...- murmuró para sí misma ataviada en su uniforme de Ravenclaw mientras observaba las estrellas cuyo brillo era eclipsado por la bella luna. Claro, eso podía pedir: amor. Acostada sobre una mesa miraba a través de la ventana el cielo y sus astros. La luna siempre le había parecido más hermosa que cualquier otra cosa. Quizás por ello su forma animaga era un lobo: ¿qué otro animal adoraba a la luna como un lobo?. Y sin embargo no podía tocarla, sólo mirarla, pues estaba demasiado lejos para ser tocada por una persona normal. Su cabello estaba desparramado sobre la mesa mientras se mantenía quieta mirando la noche. De pronto, y ante un parpadeo vio una estrella fugaz y con toda la fuerza de su corazón pidió un deseo. "Estrella.... permíteme enamorarme de él". Puede ser aquel deseo no pareciera gran cosa, pero para Lucinda en ese momento enamorarse del chico con la que la casarían era de suma importancia. ¿Cómo iba a poder vivir el resto de su vida con alguien a quien no llegara amar? Nunca se había enamorado, pero con todo lo que había leído estaba segura de querer experimentarlo. Y de cierta forma no sólo buscaba enamorarse por ella misma, sino también para que aquellos que la querían, tal como Gretta y su hermano Will, no estuvieran preocupados de la infelicidad en que Lucinda podía llegar a vivir.

Sin dejar su posición sobre la mesa hurgó al costado de su cuerpo y tomó un bombón. Tenía unos cuantos chocolates consigo por si encontraba a alguien que necesitara algo dulce. Eso siempre subía el ánimo de cualquiera. Desenvolvió el papel metálico del bombón y se lo metió a la boca disfrutando el sabor amargo del chocolate que contrastaba con lo ácido de la cereza de su interior. Sonrió mientras aún lo tenía al interior de su boca y murmuró una vez lo tragó-. Siempre si no me puedo enamorar del chocolate- con una sonrisa pequeña, arrugando el papel vacío con sus dedos y sin prestar atención a nada más que los resquicios del sabor del chocolate en su boca y la brillante luna que iluminaba el cielo, pensando en cuánto amaba su forma animaga para salir a recorrer una noche como esa. Y sin saber siquiera que quizás alguien podía estar por llegar para interrumpir sus minutos de soledad.
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Mensaje por Abraxas N. Malfoy Lun Abr 01, 2013 10:12 pm

Había estado ataviado esa noche con diversos deberes que debía cumplir ese día, no es que se hubiese atrasado en absoluto con las actividades que tenía que realizar, pero, las reuniones que se sostenían desde un tiempo para el presente, le dejaban con esa ganas de querer hacer todos los deberes que demandaran para poder ejercer su puesto con todas las de la ley, sin nada que le fastidiase de por medio, era por ello que hace un momento había estado sentado allí, frente al escritorio de madera castaña rojiza escribiendo un impoluto ensayo sobre pociones, una de las materias que eran realmente su fuerte. Desesperazándose y guardando con cuidado el pergamino en el cajón de la esquina, decidió que aquella noche subiría a la Torre de Astronomía. No era nada raro que el rubio decidiese dar un paseo por allí después de hacer tres actividades seguidas, pues, eso siempre le servía para despejar la mente y no pensar en nada más que en él y su futuro. Porque Abraxas Malfoy estaba muy seguro de que aquel selecto grupo creado por Riddle, iba a llegar tan lejos como nadie había estado dispuesto a llegar antes. Ni siquiera Grindelwald gracias a su miedo a Dumbledore. Subiendo con demasiada parsimonia las escaleras, se quedó pensando en diversas cosas que haría al día siguiente, pues no tenía apuro en entrar a la torre a disfrutar de la tranquilidad, pensamiento que fue interrumpido en cuanto escuchó un ruido dentro de esta, no muy fuerte, pero lo suficientemente audible para que él le prestara atención, sin contar que había un silencio abismal en aquella zona.

Llevando con lentitud su mano hasta la manivela de metal, se propuso a abrir la puerta con especial parsimonia, evitando que esta sonase demasiado fuerte como para asustar a quién estaba dentro, que por lo que el rubio observaba, era una chica con el cabello desparramado en una de las mesas, por lo que no pudo evitar fruncir el ceño con un poco de negativa ante el panorama. Para él, una señorita no debía estar por allí sola a esas horas. Se llevó una sorpresa al carraspear y llamar su atención, pues, aunque estaba un poco oscuro, pudo ver en la cara de esa chica, el rostro de su prometida, y eso, no le cayó demasiado bien, viendo como estaba hace un momento.

Buenas noches, Lucinda — ni corto ni perezoso, empezó a caminar con pasos lentos pero firmes hacia ella, no apartando sus ojos grises acerados de todo lo que su ser representaba, sin embargo, estos no transmitían sentimiento alguno, tal vez era por aquello que él estaba bastante consciente de que ella, parecía rehuir demasiado para su gusto cuando él, trataba de mirarla. Habían sido pocas veces que habían cruzado palabra, pero si se iba a casar con ella, lo más lógico es que se hablasen al menos cinco minutos cada día —. Es desconcertante encontrarte aquí y sola — siguió con aquella voz imperturbable, como si en realidad, hubiese estado hablándole al viento todo el tiempo. Trataba de ocultar un poco su disgusto al encontrarla allí sin más compañía femenina, pues al fin y al cabo era su prometida, y un Malfoy no consentía en nada una esposa rebelde del estandarte social.
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Mensaje por Lucinda Scalovix Mar Abr 02, 2013 10:08 am

De primero un carraspeo y Lucinda miró hacia atrás lo más que pudo inclinando su cabeza. Por sus ojos pasó un joven de melena clara, y ya con su garbo fue capaz de identificarlo en el mismo momento que él la saludaba. Rápidamente, como un resorte, tomó asiento sobre la mesa y buscó arreglar su cabello con los dedos. La noche permitía ocultar que sus mejillas se habían sonrojado, pues de todo quien pudiera aparecer no se imaginaba que quien lo haría sería aquel a cuyo nombre el suyo estaba enlazado-. Buenas noches- murmuró observando aquellos ojos grises como mercurio en su fase líquida. Lucinda deslizó sus dedos desde su cabello hacia su uniforme, el cual estaba un poco arrugado, y buscó corregir este defecto estirando los pliegues de la falda para que se vieran perfectos, desviando su mirada hacia la tela para así no tener que soportar por más tiempo la mirada de Abraxas que, y la verdad era, la intimidaba un poco.

La habitación de pronto se le había hecho pesada. Eran los nervios de estar a solas con él, porque nunca antes había estado un momento a solas con quien compartiría su vida en unos años. Una que otra reunión social que había acompañado sonrisas cordiales. Su madre alabando lo bueno que Lucinda era para esto y para esto otro, mientras ella miraba de reojo a Abraxas Malfoy y se preguntaba si él pensaba, al igual que ella, que más que un acuerdo de matrimonio parecía una subasta. Sin embargo, Lucinda no hablaba. No, ella se limitaba a escuchar y a asentir, y sólo de vez en cuando responder cuando le dirigían una pregunta directa. En ese momento era el ruido los pasos de él los que rompían la quietud. Escuchó nuevamente que le dirigía la palabra y elevó sus ojos para encontrarse con los de él sintiendo un hormigueo nervioso, como si cualquier cosa que pudiera decir llevaría a causar una mala impresión, y su madre le hizo jurar que no causaría malas impresiones durante este año escolar-. Supuse que llegaría Gretta, siempre llega- explicó soltando las palabras rápidamente una tras la otra-. Gretta Hamsworth, mi mejor amiga- especificó, por si él no sabía a quién se refería, y de cierta forma dándole explicaciones-, pero ya se hizo algo tarde y al parecer no va a llegar- dijo soltando eso último como un suspiro y observando la figura de Abraxas recortada por el brillo de la luna. Los nervios seguían ahí, a flor de piel, temiendo decir cualquier cosa estúpida y que su madre la pudiera regañar por eso. Sólo cuando trataba de regaños su madre parecía estar presente y preocupada por ella.

Se puso de pie con la intención de despedirse y desaparecer de ahí, cuando, al hacerlo, los bombones que había mantenido a su costado rodaron en sus papeles que los envolvían por la mesa, y unos cuantos cayeron al suelo. Rápidamente Lucinda sujetó los que quedaban en la mesa con ambas manos, mientras oía cómo cuatro caían hasta perderse por la piedra que era el piso de aquella aula. Tomó lo que les quedaban en un puñado y se agachó para ver dónde habían caído los demás. Estaba demasiado oscuro y había dejado su varita en su alcoba, por lo que le era imposible conjurar un lumus y buscar dónde habían ido a parar. Se puso de pie con lentitud y se giró a ver a Abraxas del todo avergonzada por su torpeza. Y eso que en general no era torpe, para nada. Le sonrió presa de ese mismo nerviosismo y estiró una de sus manos hacia él y la abrió levemente, buscando así romper la tensión que ella parecía sentir de todos lados, aplastándola-. ¿Quieres un chocolate?- le preguntó acercándose a él y notando cuánto más alto que ella era-. Son de chocolate amargo con cereza- explicó, y en ello le dirigió una mínima sonrisa. Tenía ganas de preguntarle qué hacia él ahí, pero no estaba del todo segura si esa pregunta sería de buen gusto. Su madre siempre decía que uno como mujer siempre debía ser un agrado y no una molestia, y quizás a Abraxas le molestaría que ella le cuestionara sobre sus paseos nocturnos. Era complicado esto de no saber dónde estaban los límites o qué tipo de relación debían tener, si es que había un tipo de relación específica para aquellos que tenían un matrimonio concertado.
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Mensaje por Abraxas N. Malfoy Mar Abr 02, 2013 5:20 pm

Con su prometida recuperándose de una escena (que sinceramente, para el rubio resultaba un tanto patética), Abraxas evitó por todos los medios soltar el comentario que tenía en la punta de la lengua, aunque, pensaba que tenía todo el derecho de hacerlo, pues si se iba a casar con ella en un futuro próximo, definitivamente tendría que tomar en cuenta lo que él pensaba sobre su comportamiento actual, y en definitiva, aquel no era el más adecuado, pero él no iba a decirle nada. Era un caballero por encima de todas sus acotaciones y quería infundirle confianza, no temor ni indignación. Cuando su padre le había dicho que iba a comprometerse en matrimonio con Lucinda, el rubio no hizo más que asentir, aceptando de buena gana aquel estatuto, no había hablado demasiadas veces con ella, pero sabía que era una buena joven, con una familia no tan reconocida como la suya, pero sangre puras al fin y al cabo, y el linaje, era lo que realmente importaba en aquella unión. Al joven Malfoy siempre le había parecido que la Ravenclaw era muy hermosa en sus formas, más nunca había intentado sentir algo más que aprecio y apremio por ella, sin contar el hecho de que cada vez que se veían en reuniones sociales, la madre de Lucinda y la suya propia, eran las que se disponían hablar entre finas risas y recatados comentarios. Una sola vez, Abraxas había bailado con ella, y solamente habían sido escasos cinco minutos, aunque no se quejaba del tan poco espacio que le daban, pues era un simple compromiso al fin y al cabo. Ya tendrían tiempo de sobra después de que se casaran.

Escucho atentamente cada palabra que intentaba por decir, y aunque las soltaba atropelladamente en su fuera causa de disculparse con él de alguna forma, no le resultaba molesto escucharla allí en medio de tanto silencio. La verdad es que no esperaba que quisiera darle tantas explicaciones así como así, pero en cierta forma, estaba satisfecho con ello. Se veía que entendía que tenía que esclarecer diversos asuntos para con él, aunque ni él mismo le pidiese que le diera una razón formidable para comprender el porqué estaba allí y no en su sala común. Agitó la mano al frente, como restándole importancia al asunto de su acompañante, no queriendo escuchar de nuevo el nombre de esa Gryffindor que lo había estado desafiando esa misma mañana sin inmutarse siquiera de cómo le hablaba. Cuando se casaran, no iba a dejar de ninguna forma que Lucinda, estuviera cerca de aquella boca suelta que no tenía idea de cuál era su lugar, y para él, sería un verdadero placer mostrarle con puntos y señales dónde debía estar con la cabeza agachada y sin hablar.

Está bien, lo entiendo — aseguró, tratando de que su voz no saliese tan fríamente calculada como para infundirle algún tipo de temor, por esto fue que le brindó una encantadora sonrisa, tan falsa como nunca antes, pero aún así, se veía bastante real y esperaba que a ella le convenciese aquello, de ninguna forma quería hacer que saliera corriendo de allí, huyendo de él hasta el día siguiente. La observó levantarse, de igual manera, contempló como unos bombones caían al suelo a la par de que ella se ponía de pie mientras él se mantenía firme con las manos en los bolsillos observando la escena. La observó dirigirle una sonrisa apenada y un tanto nerviosa, algo que Abraxas catalogó como común dado su comportamiento recién, pero no le notificó que le molestara algo —. Gracias — dijo a duras penas, percatándose de que no tenía su varita mientras tomaba el dicho dulce de su mano. No iba a comerlo, seguramente lo dejaría en alguna parte de su habitación, pero, sería una descortesía de su parte no aceptarlo, y lo que menos quería, era que su prometida viera algún resquicio de descortesía en él.

En el momento menos pensado, sacó su varita y pronunció un bajo “lumus”, apuntando directamente hacia el suelo de la habitación, notando los demás dulces que se habían caído, e igualmente, reprendiendo con la mirada a Lucinda por no tener su varita encima. Haciendo un ademán de dirección con la cabeza, le indicó dónde habían caído los demás sin demasiada emoción —. Debes tener en cuenta que nunca se ha de dejar la varita, así vayas demasiado cerca — soltó acercándose a ella y clavando sus ojos grises en los suyos, remarcándole cada una de las palabras en un susurro que solamente a pocos centímetros se podría escuchar.
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Mensaje por Lucinda Scalovix Miér Abr 03, 2013 10:18 am

Lucinda se caracterizaba por ser una chica tímida y más bien callada. Prefería observar las cosas a su alrededor y analizarlas, descubrir qué faltaba o qué requería para ser perfecto. No era extraño verla perdida en sus propias cavilaciones, imaginando quizás qué cosa mientras sus ojos verdes se quedaban pegados en lo que la rodeaba, aunque muchas veces no estuviera siquiera consciente en que se hallaba junto a ella. Sin embargo, cuando algo requería su total atención su concentración se apelmazaba y se quedaba atenta a lo que aquello fuera. No dejaba que palabra alguna se deslizara fuera de su cerebro y podía recordar frases enormes dirigidas hacia ella en el salón, como si su memoria estuviese del todo tallada en alguna parte de su cabeza. En ese instante el objeto de su atención era Abraxas. Observó su mano coger el chocolate que le ofrecía y grabó a sangre en su memoria el tono de su voz y el movimiento de su mano. Algo le dijo que no parecía del todo feliz de recibir un chocolate, y eso le entristeció, quizás porque el chocolate siempre le había servido como bálsamo para robarle una sonrisa a los corazones tristes.

Siguió el movimiento de su prometido en cuánto sacaba su varita. Escuchó el lumus salir de sus labios y sus ojos se cegaron por la pálida luz que alumbró la varita. De pronto el piso de piedra fue claro bajo ella y observó cómo la cabeza de Abraxas señalaba los cuatro chocolates perdidos bajo la mesa que ella había usado de asiento. Un paso o dos y Abraxas se detuvo a su lado. Los ojos de Lucinda subieron al rostro de él, y en ellos pudo ver el tinte del desagrado al pronunciar aquellas palabras. Nuevamente se sintió avergonzada.

- Sí, lo siento- se disculpó nuevamente sin saber siquiera por qué se disculpaba con él. Tal vez porque nunca le había gustado molestar a la gente, y Abraxas parecía molesto con su descuido. Bajó el rostro apenada y se agachó ágilmente para recoger los cuatro chocolates restantes. Los dejó sobre la mesa y se puso nuevamente de pie, sintiéndose aún torpe y pequeña, intimidada y preocupada de haber roto una a una todas las reglas que su madre le solía repetir.

Un silencio absoluto se cernió sobre ellos mientras la pálida luz de la luna los alumbraba. Lucinda no sabía mucho qué decir ni qué hacer, con una mano en su costado y la otra desenredándose las puntas de su cabello. Miró a Abraxas y abrió la boca, dejando que por ella se deslizara una pregunta que se había hecho desde que se juntara con Gretta a comprar los vestidos para el baile-. Abraxas- lo llamó por su nombre reprimiéndose un Abri, que era como solía evocarlo en sus pensamientos internos. El Abri de su cabeza le resultaba menos intimidante y más tierno, quizás era el hombre que tenía pensado a su futuro mezclado con el que le había tocado tener. Dibujó una sonrisa en sus labios y se giró de medio lado para mirarlo de frente-. ¿Tengo que ir contigo al baile?- preguntó en un tono del todo ingenuo. No estaba del todo segura si debía ir con él o podía ir sola, como siempre había ido desde que comenzara a ir a los bailes. Sus amigos no parecían compatibilizar mucho con el grupo de Abraxas, y suponía que si iba con él tendría que estar con el grupo de los Slytherin que él parecía frecuentar-. O sea, ¿debemos ir juntos por protocolo o no necesariamente?- se aclaró pensando que su pregunta podría molestarle. No quería que pensara que no quería ir con él, o que le desagradaba de un modo. Más bien se trataba de que no estaba del todo segura qué debía hacer. No sabía siquiera cómo tenía que tratar a Abraxas. ¿Debía tomarle la mano o saludarlo de alguna forma especial? ¿Debía... debía besarlo eventualmente? ¿Debía siquiera decir que estaba comprometida o era un secreto?-. Es que... la mayoría de mis amigos no saben de esto- explicó apuntándolo a él y a ella. Su madre no le había dado mayor explicaciones, y además de Gretta no le había confiado a nadie más aquello. A nadie, ni a su hermano, porque no sabía si Abraxas quería que se supiera, y, de cierta forma, ella misma no sabía si quería que se supiera. ¿La tratarían diferente de llegar a saberse?. Esa era una de sus principales preocupaciones.

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Mensaje por Abraxas N. Malfoy Miér Abr 03, 2013 3:43 pm

Abraxas siempre había observado el comportamiento de su madre para con su padre, y podía ver, que la castaña tenía mucho de esta última. Pedía disculpas por todo, se avergonzaba por cualquier tontería e incluso, aunque tal vez tratara de ocultar alguna emoción, lo cierto es que era como un libro abierto esperando ser leído sin dar la mínima pizca de curiosidad. De seguro eso estaba bien, pues siempre había escuchado cómo debía comportarse una mujer de boca de su madre a cualquier hija de sus allegados que tuviese cerca, y aunque él definitivamente no tendría que decir mucho de aquello, el comportamiento de Lucinda en dos segundos le daba pie a sacarlo de quicio, quizá era porque bastante en el fondo, quería una prometida tan soberbiamente orgullosa cómo él, que no bajase la cabeza ante nadie, y sobre todo, ante él, ignorando cualquier concepto de que su futura esposa, tendría que guardarle obediencia. Pero él quería más, siempre quería más... No le atraía demasiado la idea de tener un futuro títere a su lado.

No bajes la cabeza, ante nadie — fue lo único que acotó bastante consciente del hecho, imprimiéndole con la mirada lo que le habría faltado decir con palabras, observando deliberadamente como esta iba recogiendo sus dulces para colocarlos de nuevo sobre la mesa. No prestando demasiada atención al silencio abismal que se abría paso en la sala, volvió a guardar su varita y colocar sus manos en los bolsillos del pantalón, mirando con especial atención a la luna, poco antes de que su atención fuera atraída por la Ravenclaw nuevamente.

¿Sí? — preguntó suavemente, afincando su mirada en ella para escuchar lo que tendría que decirle a continuación. Su pregunta inmediata no le costó trabajo alguno asimilarla, pues en realidad, es que esperaba que le hiciese aquella cuestión de un momento a otro, al fin y al cabo, no mucha gente del castillo sabía que ellos dos estaban comprometidos desde el verano, gracias a que su madre había sugerido que anunciaran el compromiso cuando Abraxas estuviese fuera de Hogwarts y Lucinda fuera un poco más madura para asimilar toda la situación. Su tono genuinamente ingenuo, le causó cierta gracia, aunque no lo demostró exteriormente, en todo caso, solamente se dignó a girarse un poco hacia ella, enfocando su cara en sus pupilas con tranquilidad. Al término de todo lo que ella parecía querer decirle, simplemente se acercó dos pasos más hacía ella y trató de sonreír sin mucho éxito antes de contestarle lo que pensaba sobre aquello —. Si te sientes más cómoda asistiendo sola, lo aceptaré — asintió en respuesta, bastante convencido de lo que estaba diciendo, ya que esa definitivamente sería la oportunidad para invitar a otra persona sin poner algún tipo de excusa, además, por lo pronto probablemente era lo suficientemente viable indicar que aún no tenía nada formalizado con ella a pesar de que ya se había concertado todo, pero el rubio no podía ignorar la intención de invitar a aquella Black al baile con el permiso del protocolo que representaba toda su noble casa —, de todos modos, sería mejor así, yo cumpliría con el protocolo de mi casa y nadie sospecharía aún nada extraño. Ya lo sabrán el próximo año — siguió diciendo, dándole la debida importancia a sus quedas frases poco dadas a réplicas.

Había pensado por breves momentos en el inconveniente que sería que todos se enteraran de ese acuerdo, Tom Riddle definitivamente no estaría de acuerdo, argumentando que una prometida nada confiable (a ciencia cierta a su criterio), sería un obstáculo patético en el camino a la grandeza y al propio grupo que él, estaba conformando. Lucinda ciertamente no tenía ni la más remota idea que hacía él en las noches demasiado oscuras, ni que se preparaba para una futura organización que deshabilitaría la defensa de los muggles y sus hijos sangre sucia, y de ninguna manera, pensaba contarle aquello en un futuro cercano. Ella era demasiado débil para aceptar la realidad que estaría a punto de vivir, mucho menos para aceptar que iba a casarse con un hombre que tenía una careta sobre su cara la mayoría del tiempo, un joven que tras su sonrisa encantadora, escondía los pensamientos humanos más crueles —. Pero, tendrás de aceptarme un baile al menos — susurró luego de algunos minutos de cavilaciones que no estaba dispuesto a revelar, brindándole de nuevo una encantadora sonrisa, como si no hubiese pensado en nada más durante aquel momento.
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Mensaje por Lucinda Scalovix Sáb Abr 06, 2013 9:53 am

Subió con la cabeza muy erguida de recoger los dulces luego de las palabras pronunciadas por Abraxas. Su madre ya le decía esas cosas de vez en cuando, pero era extraño escucharlas de él. En la mirada plateada del Slytherin vio el tono a regaño que su voz no había dejado entrever. Estuvo tentada a bajar la mirada al darse cuenta de ello, pero no lo hizo, sino que la mantuvo en él, aunque aquel acto le parecía bastante temerario en sí mismo. Se preguntó si los siguientes años de su compromiso serían así: él exigiendo cosas y ella obedeciendo. E incluso se preguntó hasta qué punto ella tenía que obedecer; mas, nada dijo. Se guardó esas preguntas para sí misma sabiendo que se las tendría que responder, ya fuera tarde o temprano, y prefirió pasar a un tema que podía ser de mayor importancia sólo en cuanto estaba mucho más cerca de acontecer: el baile.

Escuchó su respuesta asintiendo. Dentro del contexto general estaba de acuerdo, aunque no sabía todavía si era lo indicado. ¿Cómo saber esas cosas si no había algo que mirar, un libro o un manual, donde te indicara las reglas a seguir?. Era una relación con condición de existencia, pues aún no existía propiamente tal, e incluso cabía la posibilidad que nunca llegara a existir. Abraxas se acercó dos pasos hacia ella y pudo admira la nobleza de su figura. Se daba cuenta que le gustaba su tono de voz, y también que, así como la intimidaba a momentos, también había algo en él que la hacía sentir segura, como si nada pudiera derribarlo. A través de una mirada analítica buscó todo lo bueno de él, aquello que podía llegar a enamorarla algún día. Le gustaba la seguridad que él demostraba, la fuerza y aquella nobleza que venía a rastras de siglos de historia familiar. No sabía nada de sus gustos ni afines: cuál era su comida favorita, qué tipos de libros gustaba de leer, qué hacía durante su tiempo libre, o incluso cuál era la materia para la cual tenía mayor facilidad. Eran muchas preguntas que quería hacerle llegado el momento, pero a veces el momento parecía nunca llegar, ¿porque cómo lo iba a sepultar de preguntas como esas? .

Otra vez silencio y ambos parecían perdidos en sus propios pensamientos, mas Lucinda lo que deseaba era saber qué podía estar pensando él. La luna blanca bañaba la pálida piel de Abraxas con su luz. Era realmente blanco, como si el sol no fuera más que una historia inexistente. Entonces él enfocó nuevamente su mirada en ella e hizo su declaración. Lucinda lo miró confundida, y aún antes de pensar lo que estaba diciendo replicó-. Pero si no te conozco- asombrada que aquellas palabras salieran de sus labios con tal facilidad. Sonrojada por su poco tacto desvió la mirada y se acercó a la ventana. Posó ambas manos en el vidrio frío y observó la luna para recibir de ella la fuerza que le entregaba siempre su forma animaga-. Disculpa- dijo buscando explicarse una vez más. Se giró a espaldas de la ventana y lo miró-. A lo que voy es que para cualquier observador un baile sería sospechoso. - y de pronto se sentía hacia algo que no debía hacer, casi como si fuera una rebeldía ir en contra de las palabras de Abraxas. Elevó su mirada y buscó la suya para no verse tentada de bajar una vez más la cabeza frente a él-. No nos conocemos, nunca nos hemos conocido. Para Hogwarts somos dos completos extraños....- "y fuera de Hogwarts también lo somos".... Tomó un poco de aire y en un movimiento del todo poco ortodoxo caminó hacia él. Su pequeña mano, fina y delicada, buscó la suya y la tomó sintiendo el contacto frío con su piel. Eso le produjo un escalofrío, pero intentó no demostrarlo, aunque nunca había sido buena para ocultar lo que le sucedía. Así, con su mano tomando la suya, le dirigió una leve sonrisa como si eso pudiera amenizar sus anteriores palabras, y fue soltando la mano lentamente antes de volver a hablar-. ¿No encuentras esta situación extraña?- le preguntó con toda aquella sinceridad que era propia de ella. Lucinda realmente deseaba saber qué opinaba de él. Quería conocerlo y esa era la meta que se había propuesto para el resto del año. Necesitaba saber qué opinaba él y que era lo que él quería o anhelaba. Quería conocer mucho más de Abraxas de lo que ya conocía, pues sabía que sólo veía de él una mísera parte y eso no era suficiente. No lo era, pues quería saber si algún día ambos se iban a enamorar, aunque esa pregunta podía parecer del todo infantil, para Lucinda era importante. El amor siempre había sido el sentimiento más importante en la era de la humanidad.
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Un encuentro incómodo bajo la luna llena (Abraxas) Empty Re: Un encuentro incómodo bajo la luna llena (Abraxas)

Mensaje por Abraxas N. Malfoy Sáb Abr 06, 2013 4:23 pm

El fantasma del rose que Lucinda le había proporcionado a su palma, quedó allí por el siguiente rato, desconcentrando un poco a Abraxas por tal acto. La verdad, es que no esperaba que ella se atreviera a hacer aquello, mucho menos en esas condiciones, donde se suponía, aún eran unos completos desconocidos, pero le daba gracias a Merlín que al parecer, ella había comprendido el punto de todo aquello. Alzando la mano dónde ella había tenido la suya momentos antes, la miró asintiendo en aprobación, ignorando olímpicamente la disculpa que le había ofrecido. Aquella maña de disculparse por cualquier tontería, llevaría un poco más de tiempo en ser erradicada, pero era tiempo lo que le sobraba.

Entre los sangre pura, que yo te pida un baile, no es sospechoso — dijo, estirando las comisuras como si fuese bastante obvio lo que estaba diciendo, algo que realmente era bastante verdadero. En el último baile de navidad en la casa de los Malfoy, Abraxas había bailado con las hermanas Parkinson, una Gamp, con Walburga e incluso, con Cedrella, a pesar de haberse entredicho que no la sacaría a bailar por haber sido su pareja alguna vez y eso, significaría que habían vuelto a las andanzas de nuevo, pero, ya varias personas estaban conscientes de que él se casaría con una Scalovix —. En este, incluso Erin Gamp me ha reservado un baile, y a ella sí que no la conozco mucho más que a ti. Considéralo cortesía, nadie verá extraño si bailo contigo, pero igualmente lo hago con otras — se encogió de hombros, sin perder su pose imponente ante Lucinda. La verdad es que todo lo que decía, era la más pura verdad, siempre había hecho aquello, y nadie había hablado sobre nada, al fin y al cabo ellos se regían por la cortesía.

El Malfoy había estado tentado a pensar que ella no quería que la viesen con él porque le gustaba otro, pero, esa idea la desechó en cuanto llegó de tirón a su cabeza. Aunque no la veía demasiado a menudo, tenía la costumbre de observar todo lo que le rodeaba, y desafortunadamente, sabía reconocer bastante fácil cuando las chicas parecían ocultar algo como la atracción hacia alguien en específico. Era normal no querer ser rechazada entre sus amigos, escuchando todo lo que decían de él. Todos hablaban sólo por hablar alguna vez en su vida.

Y por otra parte — estiró la mano hacia ella con parsimonia —, pareces mucho más segura de un momento a otro. Puedo estar satisfecho por hoy — soltó sin mediar palabras, como si le estuviese brindando las palabras al viento para que estas la llevaran a quién sabe dónde. La sinceridad que desbordó las palabras de la joven, puso a Abraxas a mirarla fijamente de nuevo, con los ojos grises brillando bajo los pequeños destellos de la luz translúcida de la luna. Lo cierto es que para él, aquello era lo más común del mundo, pero podía entender a Lucinda como tantas veces había entendido (hasta cierto punto) a su madre, y era por ello, que era tan inalcanzablemente caballeroso. Era obvio que se sentía incómoda ante la perspectiva de tener que pasar mucho tiempo con alguien a quién no conocía de nada, la vista sola no era suficiente como para que se sintiese completamente a gusto en su presencia, pero por lo que había hecho, podía asegurar que se iría rompiendo el hielo poco a poco. La cuestión era que el compromiso se llevase a cabo, y si tenía que hacer locuras para enorgullecer a su padre y satisfacer en cierta forma su propio ego, las haría.

La verdad, es que no me resulta extraño — se sinceró, pues reamente para él, era lo más común que podía suceder en el mundo —. Así han sido nuestras generaciones anteriores, se unen sin conocerse. No tienen idea de quién es el otro; pero si eso es lo que te inquieta, entonces deseo verte mañana, aquí mismo. Sabrás cuanto asunto quieras, ¿bien? — preguntó tentativamente, acercándose un poco más a ella y mirarla profundamente desde arriba. No le resultaría fastidioso conversar con ella, pues le había demostrado en menos de una hora, que su apellido no era suficiente para callar sus palabras. Se notaba que ella no estaba simplemente dispuesta a aceptar cualquier cosa que le dijeran bajando la cabeza después, quería ir más allá y saber en dónde se estaba metiendo, y para Abraxas, aquello era bastante intrigante, siendo que siempre se había quejado en silencio de los chillidos que hacían otras chicas al saber que iban a casarse con alguien a importante. Lucinda no era así, y eso, llamaba peligrosamente su atención. Quizá no le tocaría un títere después de todo.
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Mensaje por Lucinda Scalovix Dom Abr 07, 2013 10:17 pm

A pesar de que Lucinda había nacido sangre pura y había sido criada de tal modo aún habían cosas sobre las costumbres y tradiciones puristas que no conocía o que no lograba entender. Protegida siempre por su hermano de las cosas desagradables, era inocente y algo cegada a los protocolos de los cuales Abraxas hablaba. En los bailes ella bailaba con quien la sacara a bailar, y en las cenas se sentaba donde la anfitriona así se lo solicitaba. No veía todo aquello a base de títulos e importancia, como su madre sí hacía, sino como lo que le tocó vivir en la ruleta de la vida. Sin embargo, y escuchando a Abraxas con suma atención, se daba cuenta que la vida de él y de ella era como un tablero de ajedrez. Sus padres los tomaban como si fueran peones, torres o alfiles, y según el tema a tratar era cuál tomaban y hacia dónde lo movían. Abraxas, con su corta edad, ya estaba transformándose en un ajedrecista que parecía adivinar los movimientos a hacer, pero Lucinda, tan ingenua a aquellos usos, estaba algo confundida en un tablero que no comprendía, y no estaba del todo segura hacia donde moverse cuando no había alguien que se lo explicara. Con aquella aura de ingenuidad notable en todo su rostro aceptó el hecho de que el baile entre ella y Abraxas sería parte del protocolo; y aunque no sabía porqué ese hecho le provocó un leve dolor en el pecho, no dijo nada al respecto. Por el momento prefería callar

- Pues entonces, claro que bailaré contigo Abraxas. Me alegro que me lo pidieras- respondió regalándole una sonrisa que parecía educada y amable, pero vacía de emoción. Y no porque aquello no fuera emocionante, sino porque temía que no debiera emocionarse. Que quizás el baile sólo fuera estrategia.... sólo eso, y nada más. Un pensamiento del todo desesperanzador, pero en el cual esperaba ahondar más adelante, o mejor no hacerlo y esperar el baile y que la esperanza volviera a surgir en aquel momento. En aquello tenía puesta su fe.

Luego de ello, y en ese silencio que nació, miró con gesto de extrañeza el cumplido que Abraxas parecía hacerle. ¿Seguridad? Pues... Lucinda era segura, ¿lo era, no?. Al menos era segura cuando estudiaba algo o tenía la razón en algún tema. Sí, para eso era segura. Pero Abraxas... ¿cómo ser segura en algo que le era del todo ajeno?. Estaba confusa en sus propios pensamientos, y quizás ello llevó a que ella simplemente soltara un comentario tan sincero que casi no midió lo que decía cuando ya lo había terminado de decir. A su pregunta le llegó pronto respuesta. Una que nuevamente tenía relación con esa forma de vivir que los antepasados habían establecido de manera absoluta e inalterable. Se vio tentada, como ya antes, a bajar el rostro por el yugo de las tradiciones que sus palabras significaban, mas no lo hizo. ¿Qué otras tradiciones habían que ella no conocía y que le tocaría cumplir?. Asintió ante la propuesta de él de encontrarse ahí mismo al día siguiente. ¡Tantas cosas que quería preguntarle y sin saber cómo hacerlo! Y sin embargo no sabía si era correcto que se juntaran a escondidas en ese lugar. Apretó los labios y miró hacia un lado, donde la pared daba la sombra de sus dos cuerpos que, fusionados por la oscuridad se veían tan juntos como si estuvieran entrelazados, cuando la verdad era que ni siquiera se estaban tocando. Ese pensamiento la perturbó y sus mejillas se sonrojaron de tal manera que podía sentirlas calientes como si fuera el sol y no la luna quien los estuviera iluminando. Finalmente volvió a mirar a Abraxas queriendo cortar el silencio una vez más, porque aquel silencio incómodo parecía aún más pesado que el ruido de una multitud que los pudiera arrollar.

- ¿Quieres que me vaya?- le preguntó borrando con un pincelado todo lo conversado. Demasiadas preguntas que hacerse por sí mismas antes de armar un panorama de la situación que estaba viviendo y entrar a preguntar cosas al respecto. Miró sus ojos al preguntarle aquello porque solía creer que para leer un corazón había que observar la mirada. Y su pregunta no tenía tono de molestia, sino de simple curiosidad, pues por algo él había establecido que al día siguiente podían reunirse y no en ese mismo momento. Tomó con ambas manos los chocolates que había dejado sobre la mesa. Estiró la mano hacia Abraxas y mostró los bombones que ahí habían-. ¿Quieres otro?- le preguntó con una sonrisa-. Pronto comenzará a hacer frío y la azúcar ayuda a mantener la temperatura. Además tu piel me pareció un poco más helada de lo normal- le comentó una vez más con inocencia y esperando que él aceptara su regalo para que así no se entumeciera ahí-. No sería bueno que te resfríes, no me gustaría verte mal...- y mantuvo su sonrisa que mostraba sinceridad en sus palabras. Desde ahora en adelante sabía que quería que Abraxas fuera feliz, y aunque él parecía un chico enigmático y algo reservado, no dudaba que dentro de sí escondía un bello corazón, y ella no descansaría hasta encontrarlo. Aunque creía sospechar que ya lo había visto en una de las sonrisas que él le había dirigido.
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Mensaje por Abraxas N. Malfoy Miér Abr 10, 2013 1:05 pm

No hacía falta ser demasiado inteligente ni observador para darse cuenta de que algunos gestos de Lucinda, eran demasiado forzados como para que saliesen con naturalidad, pero Abraxas no la culpaba de nada en absoluto. Era normal que estuviese así mientras hablaba con alguien a quien no le tenía ni la mitad de la confianza de lo que le tendría quizás a su padre, pero estaba consciente de que había que darle tiempo para que se acostumbrara a todo lo que la rodeaba, no iba a forzarla, pues aún faltaba demasiado como para que llegaran a formalizar una relación como tal. Nunca había que forzar demasiado las situaciones, y eso él lo tenía demasiado en cuenta como para evadirlo. Frunció un poco el ceño en cuanto observó detenidamente el semblante de Lucinda, preguntándose por qué repentinamente se había puesto tan mortalmente roja de un momento a otro, y aunque quiso preguntarle que le sucedía, se guardó sus palabras en algún recóndito lugar de su garganta luego de escuchar la otra cuestión.

Si quieres irte, está bien; pero, haz llegado aquí primero, ¿no sería descortés de mi parte si te dejara ir? — le interrogó entrecerrando un poco los ojos hacia ella, fijando sus pupilas en las facciones y expresiones de la castaña frente a él. Seguramente sólo había soltado esa pregunta para romper el silencio tenso que se había formado entre ellos, pero, el hecho de que preguntara aquello, era como si hubiese borrado totalmente lo que habían hablado momentos antes, y aunque a Abraxas no le afectaba en lo más mínimo tener que alejarse de ella, tenía la sensación de que la chica quedaría con un montón de preguntas rondando su cabeza con insistencia hasta el día siguiente. Volvió en sí cuando ella le ofreció otro chocolate, y escuchando su acotación, sonrió casi imperceptiblemente mientras aceptaba el dulce. No tenía la certeza de que aquello era un acto de pura amabilidad fingida, pero, el rubio podía ver a través de sus ojos inocentes que le devolvían la mirada, esa pizca desinteresada que había caracterizado sus formas instantes antes.

Gracias entonces. Y no te preocupes por mi temperatura corporal, soy así — dijo con desdén, restándole importancia al asunto mientras escuchaba la última frase dicha, lo cual causó que la mirara con un extraño agradecimiento mostrado muy vagamente en sus ojos. Estaba acostumbrado a que se preocuparan por él si es que luego, daba algo a cambio. La última vez que una chica lo había hecho (hace solamente un día), había fingido desastrosamente que había permanecido inquieta por él, pero Abraxas sabía desde el principio que aquella chiquilla quería que la invitara al baile gracias a su “indiferente” amabilidad.

Con la Ravenclaw, todo parecía ser tan diferente que a él le causaba unas ganas tremendas de preguntar más cosas de las que debía, y aunque exteriormente no mostraba ni una pizca de interés real en ella, por dentro sí que quería saber lo que su rostro angelical podría estar ocultando. Siempre había estado acostumbrado a que anduviesen detrás de él por una cosa o por esta otra, rogando en sus fueros internos que alguna de ellas fuera comprometida con él, estaba tan consciente de eso que le daba hasta fastidio, y en cuanto su padre le dio la noticia de que ya tenía prometida, no hizo más que asentir y bufar mentalmente por ello, seguro que era otra niña sin oficio ni beneficio que lo perseguiría hasta en sus sueños, hasta que vio la forma de ser de Lucinda. No se habían hablado jamás, y aún después de quedar todo claro entre sus familias, parecía haber una pared invisible entre sus vidas, dando la sensación de que probablemente, ella no era para él y viceversa. Pero ese era otro cuento muy distinto y alejado de la realidad.

Entiendo tu preocupación, pero soy así — volvió a reafirmar tratando de que su voz no hiciese eco en las paredes, por lo que lo dijo casi murmurando. Metiendo las manos en los bolsillos y afincándose sobre un mesón cercano, volvió a mirar hacia la luna a través de la abertura en la pared con infinita atención —. Lucinda, ¿es mucha la presión que ejerce tu familia? — cuestionó sin mirarla, lanzando la pregunta con una voz monótona, como si estuviese preguntando qué hora era, pero no era como si precisamente viviese destilando emociones en su tono de voz, más eso no quitaba su genuina y remota preocupación por la chica, aunque no pareciera estar precisamente turbado por lo que a cualquier otro le parecería tan trivial y desajustado.

Off: Disculpa la tardanza.
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Mensaje por Lucinda Scalovix Miér Abr 10, 2013 10:28 pm

Abraxas la miró tan directamente a la cara que Lucinda por un segundo pensó que tenía algo en ella, quizás un resquicio de chocolate en el labio. Para asegurarse se pasó la mano disimuladamente por ahí, cerciorándose de que no había nada, y escuchó la respuesta de Abraxas algo sorprendida. El "...si te dejara ir" sonó dulce a sus oídos, aunque pudiera ser que ella, como a veces le sucedía, escuchaba las cosas de forma diferente. Una sonrisa sublime acaparó sus labios y decidió quedarse ahí. Poco a poco el temor inicial iba mermando, alejando aquella tensión que parecía comérselo todo y dejando sólo a dos chicos que veían que en un futuro deberían unirse. Aquel pensamiento a Lucinda aún se le hacía del todo extraño, y lo era aún más cuando tenía a Abraxas frente a ella, dejando así de ser el chico de su imaginación. Ahora sabía algo más de él y era que su piel solía ser helada. Un dato trivial para cualquiera, pero para ella sumamente importante en su tarea de conocer a quien le habían dicho que sería su futuro esposo.

Volvió a la mesa donde Abraxas la había encontrado al entrar y nuevamente tomó asiento sobre ella. La luna acaparaba casi el cielo completo desde lo que se veía por la ventana como si fuera un plato enorme. Dejó los bombones a su lado y tomó uno. Con cuidado fue abriendo el papel algo perspicaz a la insistencia de Abraxas de que él era así. Aquello le hizo pensar en que no parecía gustarle que se preocuparan de él, y aunque pudiera parecer extraño, Lucinda siempre había considerado aquello como algo sumamente tierno. Nuevas preguntas sobre quién era Abraxas entraban a su mente. Muchas preguntas que de hacerlas pasaría por descortés, y su madre jamás permitiría que algo como eso sucediera. Aunque no estuviera ahí las palabras de su madre siempre parecían estar presente en la cabeza de su pequeña hija.

El papel siendo arrugado por su mano fue eclipsado por la pregunta de Abraxas. Lucinda elevó su rostro y detuvo a medio camino el bombón de su boca. Se sorprendió por la verdad escondida en aquella interrogante, aunque aún no hubiese sido contestada. Sus nervios volvieron a acaparar su cabeza por un momento, y luego de un instante de silencio las primeras palabras salieron de sus labios mientras ella buscaba la mirada de él-. Mis padres siempre están muy ocupados. Papá tiene su negocio y mamá es de organizar muchos eventos sociales- comenzó a decir llevando su mirada desde Abraxas a la luna. Sus padres siempre habían sido un tema delicado, aunque no lo demostrara abiertamente. Si no fuera por William su infancia habría sido triste, demasiado sola-. Nunca me.... han prestado mucha atención- reconoció llevando el bombón a su boca y mordiendo un trocito. Lo tragó sintiendo el ácido de la cereza antes de continuar-. Papá siempre ha presionado más a William, mi hermano, por eso Will se fue a Estados Unidos. Mamá en cambio, pues, mamá.... sé que sólo busca lo mejor para mí- justificó a su madre en voz alta tal como siempre lo hacía en su cabeza. Su mirada volvió a Abraxas y nuevamente la sinceridad escapó de sus labios de manera demasiado veloz-. Y mamá cree que tú eres lo mejor para mí-.

A penas terminó de decir aquello notó que no eran las palabras más apropiadas. Se sonrojó como si aquello fuera una manía y se metió lo que quedaba de chocolate entero a la boca para que así la dulzura del mismo acaparara la vergüenza, pero no lo hizo. Empuñó la mano que tenía el papel vacío y bajó la vista hacia sus pies avergonzada de su sinceridad que a veces se desbordaba de su garganta hacia afuera-. Los padres nos dieron la vida y la educación. Han velado por nosotros todo este tiempo, y de seguro nadie nos amará tanto como ellos, ¿no?- retomó el tema haciendo una pregunta que, a pesar de la claridad con la que era pronunciada, tenían demasiado latente la duda en ella. Lucinda sabía que debía obedecer a sus padres porque eso era lo que un hijo debía hacer, pero aún así, y en lo más recondido de su corazón, más de alguna vez se había preguntado si sus padres realmente la amaban, aunque nunca se atreviera a verbalizar esa pregunta concretamente. Emanó un suave suspiro y volvió a mirar a Abraxas. Temía haberlo ofendido con sus anteriores palabras y le dirigió una sonrisa para intentar acallar el recuerdo de su estúpido comentario-. ¿A ti tus padres te presionan?- le preguntó devolviendo así la pregunta que le había hecho. No dudaba que el matrimonio era impuesto, eso estaba sobre lo ya sabido. Pero por un segundo Lucinda se preguntó cómo él se había tomado la noticia de su compromiso. ¿Había podido inteferir en la decisión? No sabía mucho de la familia Malfoy, salvo que desde afuera se veía perfecta. Y sentada desde esa mesa sus ojos se quedaron a espera de lo que él pudiera decirle. Quizás algo nuevo que ella pudiera agregar al Abraxas Malfoy que anhelaba conocer.

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Mensaje por Abraxas N. Malfoy Jue Abr 11, 2013 3:43 pm

De alguna forma, escuchar las palabras provenientes de la castaña, lo hacían querer saber un poco más de ella. Tal vez no se veía de tipo preocupado ni mucho menos tierno, pero, la verdad es que no estaba hecho de piedras irrompibles y de alguna forma había empezado a interesarse mucho más en ella en lo poco que llevaban conversando, después de todo, su objetivo era conocerla mucho más y hacer que se sintiera cómoda cuando estaba cerca de él, de nada le servía infundirle temores ni gritarle cada cinco segundos porque hacía algo mal aunque lo pensara, no le convenía que ella lo viese como una misión a cumplir para beneficio de sus padres. Abraxas en el fondo, quería que Lucinda lo aceptara por su propia convicción, no manejada por sus padres, algo que para él en ese momento, representaría un reto, pues estaba totalmente cegada por las ideas de su madre; tenía que lograr que la verdadera Ravenclaw detrás de tanto protocolo, se fijara en él sin intermediarios.

Aunque pocas personas lo creyeran realmente, el joven Malfoy no era del todo cruel despojado de alma como solían decir por los pasillos. Las personas a menudo confundían la neutralidad de sus expresiones con la falta de interés en cualquiera que se posara en su camino, sin embargo, nada estaba más lejos de la realidad que aquella afirmación que tachaban de lo más lógico que podía existir; ¿cómo podía no sentir nada si era humano? Para su familia entera, los sentimientos eran una debilidad, pero, eran tan necesarios como lo era respirar, y no sentirlos era muy diferentes a ocultarlos, y eso es lo que Abraxas hacía, resguardarlos del exterior para no tener que explicarle nada a nadie, para sembrar el terror en sus acérrimos enemigos, y sobre todo, para no ser un libro abierto para los indeseables. Así había sido criado, bajo el yugo que representaba sus generaciones anteriores, cargando el peso de un apellido intachable durante siglos.

El rubio ni se inmutó en cuanto escuchó que su madre creía que él, era lo mejor que podía pasarle, pues, estaba perfectamente consciente de que si no hubiese sido así, en esos momentos no estuviese intercambiando palabras con Lucinda. Su propia madre siempre le había dicho que la joven castaña era muy linda, educada y de familia pura, y él, definitivamente no lo negaba, más sin embargo siempre había creído que ella se lanzaría sobre él en cuanto supiera que estarían unidos, pero todo ahora era tan distinto que Abraxas había llegado a pensar que no era de su agrado, pero viendo las circunstancias actuales, ahora sabía por qué. Le gustaba bastante la sinceridad que brotaba a mares de sus labios desde el fondo de su alma, diciendo la verdad, tal vez a juzgar por su semblante, temiendo que a él aquella acotación le cayera realmente mal, pero, era todo lo contrario. Quiso poner una mano en su hombro en cuanto la observó bajar la cabeza con el tinte rojo típico de la vergüenza surcando sus mejillas, mas considero que no era del todo conveniente, dado a que ella no le había dado tal confianza aún a pesar de que le había tomado de la mano antes.

Efectivamente, nuestra familia siempre querrá lo mejor para nosotros — habló finalmente, con voz pausada y tranquila, como si con ello pudiera apartar los miedos que invadían a Lucinda progresivamente —, pero, debes saber que la dueña de tu vida eres tú a pesar de deberle la mitad de esta a tus progenitores. Tú más que nadie sabrás en el momento preciso qué es lo mejor que tendrá tu vida — culminó en el mismo tono, mirándola con ojos aparentemente vacíos de emoción, contrastando abismalmente con su propio tono de voz. El rubio no estaba acostumbrado a aconsejar personas, ni mucho menos indicarle que era lo mejor para ellas sino todo lo contrario, pero al escuchar el tinte de indecisión que acompañaba a la voz de su prometida, se dijo que tendría que decir palabras justas para que ella misma pudiera reflexionarlas. Las palabras que había soltado anteriormente no eran del todo falsas, dejando de lado que ni su madre ni su padre parecían pensar mucho en él. Remotamente recordaba la última vez que su madre había querido consolarlo mientras lloraba por algo que no podía recordar, luego su padre riñéndola mientras argumentaba que él ya estaba bastante grande y no era una niña. La relación que él tenía con sus padres, era más por cortesía que por cariño, aunque él no se quejaba de ello y nadie se imaginaba eso.

La verdad, es que al principio pensé que me comprometerían con una Slytherin — soltó inmediatamente después de la pregunta, sin poner preámbulos a lo que pensaba, pues ella había querido escuchar —, y cuando me dijeron que sería de otra casa, pensé en que era una niña que estaría pegada a mí como una babosa — siguió medio suspirando mientras miraba alternativamente hacia la luna y la castaña —. Pero, al verte no pude evitar decirme que estaba lejos de la realidad, pues parecías tenerme más temor que otra cosa — remarcó las palabras inclinando un poco la cabeza hacia ella y terminar por alejarse finalmente —. Pensé que me sentiría presionado, pero ahora, pienso que mis padres no pudieron escoger mejor — terminó por decir, mostrando un poco más de calidez en sus ojos mientras le brindaba una media sonrisa no demasiado elaborada, aunque extrañamente e aliviaba sonreírle de esa manera.

La verdad es que él siempre había creído que terminaría con Cedrella o con Dorea, pero los Malfoy parecían tener otros planes muy distintos, y a pesar de que Lucinda no le producía ni la cuarta parte de lo que le hacía sentir Dorea secretamente, no podía quejarse de la suerte que tenía encima, como un bálsamo que había sido derramado sobre él para dejar de pensar en la Slytherin. Porque ahora que tenía prometida (aunque no fuese oficial), sabía que su honor se encargaría de desviar sus grises ojos solamente hacia donde estuviese la Ravenclaw. Nadie más.
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Mensaje por Lucinda Scalovix Jue Abr 11, 2013 7:31 pm

Era complicado saber a ciencia cierta qué podía pasar por la cabeza de Abraxas. Sus gestos pocos demostrativos no hacían más que confundir a Lucinda, quien siempre se había considerado una chica con facilidad para leer a los demás. Y lo más curioso es que ni siquiera parecía que él intencionalmente estuviera ocultando algo, sino que él era así: enigmático hasta la médula. Con la mirada en él, en sus ojos grises de mercurio y en ese cabello rubio que casi parecía pálido bajo el brillo lunar, escuchó la respuesta a su afirmación que más que eso había sonado como pregunta. La confirmación de su dudosa justificación alivió el pesar que sentía de sólo dudar por un instante que su familia no quisiera lo mejor para ella. A veces temía pecar en ser demasiado estricta con los demás, cosa absurda considerando que ella siempre se alejaba del todo de ser estricta con quienes conocía. Una sonrisa fugaz se dibujó en sus labios, mas mutó rápidamente en una mueca de sorpresa al escuchar las siguientes palabras que acompañaron las de Abraxas. Se sorprendió porque tanta charla sobre el protocolo le había hecho pensar que él estaba demasiado apegado al deber y a las tradiciones para soportar cualquier rebeldía. Se preguntó si tras ese joven tranquilo había un rebelde oculto. Y quiso saber qué tipo de rebeldía podía haber en él... quizás era la rebeldía que habitaba en ella. La escondida y desconocida rebeldía de su mente que anhelaba seguir estudiando una vez Hogwarts llegara a su fin, aunque el anuncio del compromiso había querido matar ese sueño. -. ¿Tú crees?- le preguntó sujetándose de esa afirmación como un náufrago a un pedazo de bote-. ¿Crees que puedo perseguir mis sueños?- dijo en un leve susurro tratando de esconder la emoción que aquella pregunta significaba, aunque sus ojos clamaban dicha emoción con el brillo fulminante de una estrella que está a sólo un instante de morir.

Luego, y aún sumergida en sus reflexiones realizó a su vez una nueva pregunta. Lo dejó hablar esperando que la voz de él llenara el vacío del salón, y balanceó sus pies que no llegaban al suelo desde donde se hallaba sentada. El pensamiento de Abraxas sobre la niña babosa le robó una risa divertida, la primera quizás que salía de sus labios en toda la noche. Con una de sus manos llevó un mechón de su cabello hacia atrás y lo siguió mirando para ver su rostro mientras continuaba su respuesta. No podía negar que tenía razón, y aunque quiso negarlo, sabía que negándolo sólo aumentaría la mentira, y a Lucinda nunca le había gustado mentir. Se sonrojó ya por quizás vigésima vez aquella noche y lo siguió mirando aún cuando decía su palabra final. Se sentía feliz del solo hecho de saber que él no parecía mortificado por la elección de sus padres, y la esperanza de hacerlo feliz en el futuro se anudó con tal certeza en su corazón que tuvo que retener las ganas de abrazarlo para demostrárselo. Se limitó a una sonrisa, la más grande y sincera de la noche.

- Yo pensé que estarías molesto- confesó con un tono amistoso, sacándose de encima el peso del temor del cual él la había acusado y que ella no había podido negar-. Por eso preferí no acercarme a ti. Creo que las personas suelen necesitar su espacio para pensar, porque cuando no se piensa se realizan actos de los cuales nos arrepentimos- dijo con cierta sabiduría en su voz, aquella que poco daba a conocer y que en general mantenía oculta para sí misma, pensando que quizás sus reflexiones a nadie podrían interesarle-. He pensado mucho desde que mis padres me dieron la noticia, pensado en cómo te lo habías tomado y en cómo me lo debía tomar yo- y mientras hablaba volvía su mirada a la luna y la forma de su animago pasó por su cabeza. Aquel secreto, quizás el más grande de todos, se lo tendría que confesar a Abraxas en algún momento. ¿Qué pensaría él de ella y de su animago que, por orden de su padre, no estaba inscrito? Meneó la cabeza borrando otra de sus tantas dudas y giró su rostro para mirar a Abraxas una vez más-. Y es raro, ¿sabes? Porque mamá siempre me hablaba del día que "me encontraran a alguien especial", pero de pequeña siempre creí que yo lo encontraría primero- le sonrió y continuó-, y aunque no fue así realmente espero que seas mi persona especial, aunque parezca del todo extraño- señaló con la inocencia palpándose en cada sílaba que pronunciaba su voz.

Mas la conversación fue interrumpida. La puerta, ligeramente entreabierta dejó entrar a un pequeño gato que, aún teniendo ya su par de años, parecía a penas un bebé. Blanco y peludo, el felino observó con sus ojos oblicuos la habitación, y ágil como todos los de su especie, saltó sobre el regazo de Lucinda, quien se sobresaltó por la sorpresa de ver a su mascota ahí-. ¡Bolón!- exclamó observando al gato y depositando una de sus manos en su suave y abundante pelaje-. Me asustaste- le regañó mirándolo a los ojos y sonriéndole. El gatito se acomodó ahí, sobre ella, y miró con sus ojos amarillentos al otro personaje de la habitación. Lucinda observó a Abraxas sin dejar de acariciar al gato que comenzaba a ronronear-. Es mi mascota. Se llama Bola de pelos, pero le digo Bolón. Creo que entiende más por este nombre- le explicó. El gato, tras aquello, y como si entendiera, saltó del regazo de Lucinda y se dirigió a los pies de Abraxas. Con su nariz chata comenzó a husmear sus zapatos. Lo rodeó dejando que su cola, parecida más a un plumero que a otra cosa, lo rodeara. Y se pasó entre sus pues una y otra vez como si buscara algo ahí. Lucinda comenzó a llamarlo-. Bolón, Bolón deja a Abraxas. Bolón...- pero el gato parecía no escuchar. Con agilidad se bajó de la mesa sin botar esta vez los chocolates que quedaban, y se agachó hacia el suelo flexionando sus rodillas, pero sin tocar con nada más que la planta de sus zapatos la fría piedra de aquella aula-. Bolón, ven aquí...- le ordenó intentando mostrar enojo en su voz, pero a quién engañaba, Lucinda no tenía una voz de enojo muy convincente y entre más lo llamaba el gato menos parecía obedecer-. Disculpa, creo que le bajó lo territorial- dijo mirando a Abraxas hacia arriba mientras estiraba su mano para que Bolón se acercara a ella, sin embargo, el gato no hacía más que oler a Abraxas una y otra vez, mientras se escapaba de su cuerpo un gruñido que, si Lucinda no se equivocaba, parecía de ataque.
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Mensaje por Abraxas N. Malfoy Vie Abr 12, 2013 12:56 pm

A pesar que la mitad de las palabras que salían de su boca no solía sentirlas, la verdad es que esperaba decirle que podía cumplir sus expectativas y sueños en poco tiempo, pero, ni él mismo estaba seguro de que ella pudiese alcanzar la felicidad con los dedos en tan poco tiempo. No se había esperado que sus padres arreglaran todo e hiciesen de su vida una trágica comedia, y sin embargo, allí estaba, hablando con el prometido que ellos habían escogido, a pesar de que no era todo lo que ella esperaba, y aunque la entendía, Abraxas no podía evitar sentir la punta de una afilada espada malogrando su orgullo y al ególatra que llevaba demasiado adentro como para sacarlo siempre. Los Malfoy por fuera se veían demasiado perfectos para ser reales, y el hecho de que Lucinda dijese aquello, lo hizo pensar que si no la conquistaba, iba a perder en cierta forma el encanto heredado de sus generaciones anteriores. No podía fallarle a sus padres que la habían escogido especialmente para él; ella era un reto que debía superar cautelosamente, entrando en sus pensamientos delicadamente detrás de sus sonrisas con toques sinceros, y era por eso que la escuchaba tan atentamente, como si no hubiese nada más que el susurro de su dulce voz en sus oídos... hasta que apareció un pequeño gato.

Vaya, definitivamente "Bolón" le queda mejor — dijo parpadeando con una poco de escepticismo después de que ella hablase, desorientándose un poco de la situación ya que el tema había cambiado de un momento a otro sin que nadie lo planeara. Su madre también solía tener dos gatos en la casa desde que tenía uso de razón, aunque a él especialmente nunca le habían llamado demasiado la atención. Al observar como se bajaba y empezaba a oler sus zapatos como si estuviese molesto, el rubio no pudo hacer más que reírse solo un poco, pues, había recordado cómo los gatos de su mansión vivían haciendo aquello desde que tenía memoria, algo completamente normal si no lo conocía y era la primera vez que su olor llegaba a sus fosas nasales —. ¿Territorial, eh? También ha salido todo un gruñón — murmuró alzando una ceja e hincándose deliberadamente hacia el gato mientras sus ojos grisáceos recorrían su cola semejante a un plumero —. Mi madre amaría a este gato — dijo sin más, estirando un poco la mano para acariciarlo, a lo que el felino pareció encogerse sobre sus músculo, sin embargo parecía tan valiente que no se alejó, a lo que el rubio al fin pudo ponerle una mano encima con una suavidad impropia de él y le acarició el cuello en silencio —. Tranquilo, nadie te la va a quitar — le habló con una sonrisa mirando por unos segundos a Lucinda, aunque estaba ocultando el tono de sorna que parecía mecerse de lado a lado en su garganta. Siguió en su labor hasta que Bolón pareció estar satisfecho y volvió al regazo de su dueña sin gruñirle una vez más. Parecía haberle gustado Abraxas, pero, seguramente solo le estaba dando una tregua. Ya conocía él como los gatos solían ser con su madre cuando se acercaba él.

Tu gato está hecho todo un guardián. Espero que aleje a otros pretendientes — carraspeó un poco y desvió la mirada mientras se erguía en toda su altura y sacudía un poco su uniforme. Una vez más, sus tranquilas pupilas volvieron a fijar su atención en Lucinda, mirándola quizá mucho más intensamente que en otro momento —. Es un hecho que se llevará de maravilla con los de mi madre — dijo sin quitar su vista de ella, luego, desviándola encarecidamente hasta al gato y después hacia la puerta, quizá dispuesto a irse de allí, pues había pasado demasiado tiempo fuera de su sala común. ¿Y si Riddle lo estaba buscando por cualquier cosa? —. ¿No deberíamos irnos? Te acompañaré hasta la puerta de tu torre, si lo necesitas — mencionó con parsimonia, colocando una expresión de cuestión dirigida hacia Lucinda. Lo mejor era saber que llegaría bien hasta su sala, aunque no se podía esperar nada bueno de algunos de su mismo grupo.
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Un encuentro incómodo bajo la luna llena (Abraxas) Empty Re: Un encuentro incómodo bajo la luna llena (Abraxas)

Mensaje por Lucinda Scalovix Vie Abr 12, 2013 5:44 pm

Lucinda se quedó quieta agachada cerca del suelo al ver que Abraxas bajaba a esa altura. Por un instante se preocupó de que Bolón no actuara educadamente y sacara a relucir sus garras bajo su pelaje. Pero para alivio de ella no fue así. Sí, el gato se tensó en un primer instante cuando mano de Abraxas hizo la alusión de posarse sobre él, pero finalmente el joven de Slytherin puso su manos sobre el felino y éste no hizo nada. A Lucinda se le escapó una sonrisa-. Es muy territorial. Le gusta dormir conmigo y no deja siquiera que Grace o Kätch se acerquen a mi cama cuando ya estoy en ella antes de dormir- le comentó como si Abraxas supiera quienes eran Grace o Kätch, sus compañeras de habitación, y bajó la mirada nuevamente hacia Bolón para ver qué otra cosa se le ocurría hacer mientras era acariciado por una mano nueva.

Finalmente Bolón se levantó y graciosamente caminó hacia Lucinda. Ella lo tomó con una de sus manos y se puso de pie, agradeciendo en su mirada a que Abraxas no se molestara por el comportamiento de su mascota. Las palabras de él sobre los pretendientes la sonrojaron, sin otro motivo más que el obvio, y soltó una risita nerviosa-. No le gustan los chicos en general, quizás con excepción de Robert, así que si te entendiera de seguro asentiría- le comentó divertida haciendo eco en su palabra pretendientes. ¿Abraxas era eso... un pretendiente? Aquello le pareció gracioso y le gustó que él le hablara con tal naturalidad de la buena compañía que Bolón y los gatos de su madre harían. Sonaba tan familiar, y aquella misma sensación era tan absurdamente real que Lucinda abandonó las dudas de que aquello sucedería. La verdad parecía ser que ella y Abraxas se casarían, y nada, además de la muerte y algunos otros detalles que pudieran acontecer, lo evitaría. Aquello, tan palpable como los chocolates que había dejado sobre la mesa o Bolón acurrucado en su brazo, parecía ridículo e imaginado, tal como para los muggles debía ser la existencia de Hogwarts. Y aún así maravilloso, como si la mitad de su vida ya no fuera un enigma y la seguridad, traidora compañera, pudiera caminar a su lado más seguido de lo que venía haciendo desde su nacimiento.

- Oh sí, es tarde. Bolón llegó por eso, tiene sueño- le explicó asintiendo y tomando con su mano vacía los pocos bombones que habían sobre la mesa-. No te preocupes, puedo llegar sola- dijo rápidamente, más que nada porque no lo quería incomodar y hacer que se desviara de su camino cuando las mazmorras quedaban mucho más lejos que su Sala Común. Le dirigió una sonrisa y se puso a avanzar hacia la puerta. Mas, detenida frente a ella se giró para mirarlo con el gato en sus brazos y ladeó su rostro por un instante-. Gracias por todo, Abraxas- dijo de corazón, complacida por las respuestas de ese día y por la posibilidad de conocerlo un poco más. Abraxas le parecía un buen chico, quizás callado y algo misterioso, pero su sonrisa mostraba a un buen chico, o eso le pareció a Lucinda. Llevó su mano hacia atrás y giró el picaporte antes de marcharse. Una brisa helada entró por el pasillo que los unía hacia el pasillo que la llevaría hacia su Sala común- Nos vemos por ahí. Que duermas bien- y con una última mirada se despidió de él para darse media vuelta.

Su reflexión mientras caminaba en silencio hacia la estatua que resguardaba a los hijos de la casa de Rowena venía siendo que las apariencias solían engañar. Su corazón contento de poder ver algo más de quien era ahora guardado para ella la regocijaba, mas, no podía dejar de preguntarse si era él la respuesta a todas sus dudas. Sus sueños aún eran confusos para dar a ciencia cierta una respuesta a ello, y sus propios anhelos, no del todo claros, dejaban en el aire aquella pregunta que había a medio formulado hacia él: ¿sería Abraxas Malfoy su persona especial?. Era difícil darle por el momento una respuesta.
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