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Gran Bretaña, 1945 El Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería de nueva cuenta abre sus puertas para todas aquellas mentes emocionadas y expectantes de las maravillas de un nuevo año escolar. Amigos que no se han visto desde hace tiempo, queridos profesores de caras sonrientes y exigencias de un nuevo curso escolar, todo pareciera estar perfectamente calculado, todo esta planeado y se pronostica, que aquel año escolar será uno de los más anhelados y aceptados por los estudiantes. Pero no todo es lo que parece y ciertamente el plan de cierto grupo de estudiantes no es precisamente pasar sus últimos años en el colegio de manera pacífica, ellos quieren causar un cambio, quieren una revolución, quieren iniciar la diferencia en su mundo y no precisamente de la manera correcta ni por los motivos idóneos. Tom Riddle extrañamente comienza a mostrar maneras mucho más encantadoras que las del extraño chico que se conoció de primer a quinto curso, se le nota más seguro, constante y decido, sus palabras suaves como el susurro de una serpiente han comenzado a cautivar a la casa de Slytherin, prometiendo poderes y riquezas inimaginables sencillamente por participar como bulto en su movimiento revolucionario, la prudencia nunca se ha dado con las serpientes y cuando el poder se menciona y la pureza de una casta sale a relucir, casi nadie está dispuesto a negarse.





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Bajo otras circunstancias || Lucinda Scalovix

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Mensaje por Abraxas N. Malfoy Lun Abr 15, 2013 5:40 pm

Si analizáramos el comportamiento de Abraxas, llegaríamos a la conclusión de que tendría tantas cosas que hacer en una noche que no repararía en recordar la simple acotación que había hecho a una joven el día anterior, pero, en este caso era bastante diferente, pues no era cualquier mujer la que le esperaba (de ser así) aquella noche, era su prometida, Lucinda Scalovix, la Ravenclaw que lo había dejado intrigado la noche anterior en ese mismo lugar, ahora volvía para poder saber un poco más de ella. Habría podido inventar una y mil excusas para quitarse aquella especie de compromiso que parecía haber pactado con ella, sin embargo, mientras sus pasos volvían a resonar por el pasillo como la noche anterior, erguía más la cabeza para seguir en dirección a la puerta con la manivela de plata. Toda la mañana y la tarde, había estado perfectamente normal, sin que ella le pasara una sola vez por la cabeza, algo que era muy común en él, dado que a pesar de su gusto por Dorea, para él las pequeñas reuniones por la mañana con su grupo y posteriores clases hasta que caía la tarde, despejaban su mente de cualquier otro pensamiento que no tuviese demasiada relevancia comparado con las dos antes mencionadas; lo era que al caer la noche, lejos de los pensamientos sobre las clases y dado a que no tendría reunión con Riddle esa vez, se tomó la libertad de pensar en la Black rubia, y recordar que tenía una citación en la Torre de Astronomía con su reciente prometida.

Como si de un ladrón se tratase, se escabulló sigilosamente entre la pequeña ranura entre el marco y la puerta, cerrándola silenciosamente a sus espaldas, analizando críticamente toda la estancia con sus ojos entrecerrados. Lucinda no estaba, pero, aquello no prendió alarmas en él, las mujeres solían tardarse, pero tomando en cuenta el carácter que la castaña había mostrado frente a él anteriormente, podía decir que se estaba tardando por la indecisión que le causaba la vergüenza de si ir o no hacerlo. Pasándose una mano pálida por sus cabellos rubios, se acercó un poco a la abertura de la pared, la cual le daba perfecta visión hacia la blanca luna cubierta por un par de motas de nubes oscuras. La noche no estaba tan avanzada, así que podía escuchar diversas voces casi fantasmales bastante a lo lejos, dado la distancia que lo separaba de otro pasillo a causa de las empinadas escaleras. Afincando la cintura baja en uno de los altos mesones, se propuso a clavar sus irises grisáceas en el cielo nocturno que se abría ante él en aquel momento, deseando que apareciese Lucinda en cualquier momento.
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Bajo otras circunstancias || Lucinda Scalovix Empty Re: Bajo otras circunstancias || Lucinda Scalovix

Mensaje por Lucinda Scalovix Lun Abr 15, 2013 10:03 pm

Decir que no estaba nerviosa sería mentir. Lucinda había estado nerviosa desde después de la cena preguntándose qué decía hacer. Ella no había olvidado la sugerencia de Abraxas de encontrarse al día siguiente; sin embargo, y al despedirse, no había hecho ahínco en ello. ¿Él lo recordaría?. Esa pregunta había vagado por su mente a la hora del postre. Su mirada había girado a mirar a Abraxas un par de veces, pero cada vez que lo hacía él parecía entretenido conversando con personas de su mesa. Lucinda había paseado su cuchara por la tarta de caramelo sin probarla porque sentía un nudo en el estómago. No sabía cómo reaccionar porque nunca se imaginó que realmente iba a estar en esa situación, y al parecer no pasaba desapercibida en su nerviosismo porque Grace no tardó en preguntarle si estaba bien, a lo que ella sólo había respondido con una sonrisa.

Se escabulló de su Sala Común alegando que debía ir a dejar con urgencia un libro a la biblioteca a última hora. Robert se quedó cuidando a Bolón con la orden expresa de Lucinda de que no lo dejara salir. Si es que Abraxas estaba en la torre no quería que Bola de pelos fuera a hacer una escena como la del día anterior. Así fue como la Ravenclaw dejó la hospitalidad de su Sala común con un libro de Pociones bajo el brazo, el supuesto libro que debía ir a dejar. No le gustaba mentir, pero por alguna razón decir la verdad le parecía, en este caso concreto, aún peor. Era como que todo lo que involucraba a Abraxas estuviera envuelto en el misterio de su persona, en la incomprensión de sus ojos grises, en el rictus serio de sus labios que a veces, y sin menor aviso, se volcaba en una sonrisa. Su prometido la confundía tanto que no sabía qué decir y qué hacer, hasta dónde se planteaban los límites y cómo debía reaccionar frente a él. Se sentía caminado sobre huevos y con aquella impresión de que en cualquier momento se iba a tropezar e iba a terminar rompiéndolo todo.

Vestida con su uniforme usual subió las escaleras despacio, casi sin meter ruido. Cada escalón le pareció un paso inmenso, aunque no lo era para nada. Aferro a su pecho el libro que llevaba y, con una de sus manos, giró el picaporte de la puerta. Se escuchó el quejido de las bisagras al abrirse. Lucinda entró a la sala y observó a Abraxas iluminado de lleno por la luna. Sintió el alivio de verlo ahí y saber que él había recordado su reunión. Aquello le produjo una incipiente felicidad que revoloteó en su pecho y que se expresó como sonrisa en sus labios-. Buenas noches- saludó acortando las distancias entre ambos. Sus pasos eran lentos, pero ligeros hasta llegar junto a él y detenerse. Sus ojos verdes buscaron los grisáceos del Slytherin y miró en ellos por un instante. Sólo con ello se sintió levemente avergonzada y murmuró-. Pensé que no vendrías...-. Aquel confieso, tan sutil como sus pasos, fue seguido por el silencio mientras Lucinda volcaba su atención a la luna. Estaba bellísima, tan bella como el día anterior, y elevó su mano hacia la ventana para tocar su circunferencia dibujada en el vidrio con un dedo. No sabía mucho qué decir porque tenía tantas cosas que preguntarle que incluso había hecho una lista que llevaba consigo escondida dentro del libro de Pociones. Aspiró un poco de aire y ladeó su rostro para observarlo-. ¿Te puedo confesar algo?- le preguntó sonrojándose y entregándole el libro que llevaba consigo-. Hice una lista de cosas que quería preguntarte, y aquí están- señaló esperando que él tomara aquel antiguo volumen de pociones. Lucinda bajó por un instante su mirada a sus pies y se sintió ridícula en esa situación, pero había llegado a la conclusión que no sabía cuánto tiempo tenía para conocer a Abraxas y quizás esa era la forma más estratégicamente correcta de hacerlo-. Si quieres puedes mirarlas...- susurró elevando la mirada hacia él y esperando su respuesta.
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Mensaje por Abraxas N. Malfoy Mar Abr 16, 2013 8:15 pm

Las notas melodiosas de una voz femenina llegaron a los oídos de Abraxas como un relámpago,voz que le hizo girar la cabeza con incipiente rapidez hacia la dirección de esta. Lucinda había llegado con su recatado y pulcro uniforme una vez más allí como lo había hecho el día anterior, y aunque no se veía demasiado diferente de aquel momento pasado, el rubio pudo notar que sus ojos parecían brillar un poco más, y claro, también estaba mucho más presentable que el día anterior, pero, no haría comentarios sobre ello. Ante la mención que le pareció un poco insegura, le brindó una superficial sonrisa que conciliaba a ser sincera, aunque, sin llegar a ser del todo profunda. Por más que lo intentara, la amabilidad innata no parecía fluir libremente cuando él lo quería, estaba tan acostumbrado a ocultar todo lo que sentía que, de alguna forma, estaba siendo presionado por sí mismo.

No hubiese podido darte un desaire — «Tampoco debo», agregó mentalmente con seriedad, poniendo su palabra por encima de cualquier otra cosa. Más allá de la curiosidad de conocerla un poco más, estaba la pizca honorífica que colocaba aleatoriamente en cada encuentro y acuerdo. Observándola hacer una circunferencia en contorno a la luna en la ventana, se quedó pensando en diversas cosas sobre la castaña, a las cuales no pudo ponerles conclusión por su rápida intromisión. "¿Te puedo confesar algo?", su leve momento de divagación, fue interrumpido por la voz y las acciones de Lucinda, la cual le pasaba un libro de pociones bastante viejo. La miró a los ojos antes de que ella desviara su mirada y tomó el libro de sus manos con una delicadeza propia de un caballero. Una lista... Con lo poco que la conocía, podía estar seguro de que había hecho aquello por el simple hecho de tener e nerviosismo típico de no conocerlo lo suficiente, así que no le reprochó que aquello fuera una tamaña estupidez.

Abriendo el libro como quien exploraba un nuevo mundo, encontró una pequeño pedazo de pergamino viejo y arrugado en una de sus tapas. Mirándola de nuevo, le sonrió con condescendencia y se la señaló como para darle confianza de que aquello era lo más acertado que podía hacer, además, así aprovecharía para preguntarle a ella también —. Para eso he venido hoy, Lucinda — aunque su voz sonó tan neutra como de costumbre, no pudo evitar la sensación que le causó las sílabas de su nombre en la punta de la lengua. Quizá mencionarla había salido un poco más fuerte de lo que planeaba al principio. Carraspeando por lo bajo, leyó la primera pregunta, que a juzgar por las líneas irregulares de su escritura, parecía que lo había escrito con algo de nerviosismo, algo que muy adentro le causó unas profusas ganas de brindarle más confianza de la que pareció darle la noche anterior.

¿Tenemos fecha de matrimonio? — su voz salió tan parsimoniosa como el movimiento de sus labios mientras levantaba la vista hacia ella y ladeaba un poco la cabeza —. La verdad, es que no. A mi familia le pareció que tendrías que estar preparada, primero — le dijo claramente sin ocultarle nada, mientras que, una parte de él que trataba ignorar por todas las formas a causa de que parecía querer interponerse sobre sus principios, perjuraba que no estuviese lo suficientemente lista al salir de Hogwarts. Él sabía que tendría que cumplir algún día, pero, no habría problema si ese día no era cercano, necesitaba aclararse solamente un poco más, y para eso ,tenía que sacarse a Dorea de la cabeza para poder complacer a la que posteriormente, sería su esposa —. ¿Tal vez tú estés lista dentro de unos cuatro años? — profirió al azar, frunciendo un poco el ceño, aunque la leve diferencia en su tono de voz, incitaba a no tomar demasiado en serio sus palabras.

Al bajar la vista hacia el viejo recorte de pergamino, sus grises ojos se encontraron con la siguiente pregunta escrita por una mano que parecía más segura y no tan irregular como la anterior. El destello azulado que pasó por sus irises por el reflejo de la luna, pareció aclarar por un momento todo su ser. Si no hubiese sido por su madre, estaba seguro de que no sabría la fecha de su propio nacimiento —. Cumplo el treinta de junio, ¿y tú? — pareció aprovechar para devolverle la pregunta con total derecho, mientras bajaba un poco la mano y la miraba como siempre lo hacía: una seriedad entremezclada con algo de consideración, la cual no parecía ser demasiado visible para cualquiera.
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Mensaje por Lucinda Scalovix Miér Abr 17, 2013 7:37 pm

Con nerviosismo Lucinda contempló a Abraxas mientras abría el libro. Su cabello rubio cubriendo parte de sus ojos y sus facciones demostraban atención a la hoja que sacaba del volumen. Por un instante se arrepintió de lo de la lista. Había sido una idea bastante infantil, se daba cuenta, y quizás no había sido del todo apropiado. Pero ya era tarde. Abraxas tenía en sus manos el papel que ella había llevado consigo todo el día. Su caligrafía, en general pulcra y ordenaba, denotaba la vergüenza que implicaba una y otra pregunta. Esas sólo eran las primeras preguntas que quería saber, sobretodo la primera, pues su madre nunca había aclarado ese punto. Cruzó sus manos frente a su regazo y se quedó mirándolo para ver su reacción mientras sus ojos grises se arrastraban por el papel. Su corazón latía tan rápido en su pecho que pensó que incluso Abraxas podía escucharlo en el silencio de la aula. Aquello le dio algo de miedo y dio un pasito hacia atrás.

Entonces él pronunció la primera pregunta y de inmediato las mejillas de Lucinda se sonrojaron. La observó y ella entrelazó con más fuerza sus manos mientras asentía a la pregunta con curiosidad. La respuesta de la fecha aún no establecida no le significó un alivio. No saber el cuándo era aún peor que saberlo, y pensando en ello el comentario de ella estando lista le pareció extraño-. Entiendo...- murmuró de forma dubitativa tachando en su mente la respuesta que ansiaba. Sin fecha se seguía sintiendo en las nubes de un compromiso que incluso parecía falso. Nada, ni siquiera una fecha la unía a él. Sólo la palabra de sus padres que había sido tan concreta como lo podía ser una conversación con unas tazas de té-. ¿Cuatro años?- preguntó y saboreó su pregunta en el momento que la hacía. Tendría veinte años para entonces. ¿Y qué haría en esos cuatro años? Dar los EXTASIS, salir de Hogwarts, anhelaba estudiar algo, pero veía poco probable que sus padre se lo permitieran. Su mente se fue a ese futuro, a esos cuatro años donde estaría como un reloj contando con cuenta regresiva el momento que condicionaba su vida. Quizás podría ir a América donde su hermano, viajar un poco más, conocer gente. Hacer todo lo que podía desear hacer en la semi libertad de la palabra. Y quizás, mientras hacía todo aquello... esperar enamorarse de él y que la fecha fuera más que una orden, un deseo.

En eso trabajaba la mente de Lucinda cuando Abraxas volvió a hablar. Ella había bajado su rostro mientras analizaba su respuesta y por ello las palabras de él la sorprendieron un poco. Lo miró como si no comprendiera qué estaba diciendo, al menos en un inicio, y cuando retomó el hilo de la situación una divertida sonrisa se dibujó en sus labios-. En pleno verano- dijo imaginándose los cumpleaños de Abraxas en el jardín de su hermosa Mansión, la cual Lucinda sólo había visitado un par de ocasiones para algún evento-. Yo cumplo el 8 de Octubre, en sólo unos pocos días...- murmuró con una sonrisa tímida y soltando sus manos para girarse y tomar asiento en una mesa, tal como había hecho el día anterior. Desde ahí observó a Abraxas con un gesto algo más serio como si en su cabeza aún estuviera sacando cálculos-. ¿Cuándo dices cuatro años son año calendario o de edad?- le preguntó al ser consciente que su cumpleaños se acercaba, y que con eso ya estaba más cerca de ser una mujer adulta y no una niña-. ¿Y con lo de estar lista... cómo? ¿Lista para qué?- le preguntó con un tono de ingenuidad sin poder siquiera imaginarse a qué se refería él con aquello de estar lista. Suponía que graduada, eso estaba bien, ¿pero qué más?. Las preguntas salían de sus labios una tras otra, y aquellas preguntas nuevas no estaban siquiera consideradas en la hoja. Lucnda, al percatarse de ello elevó ambas manos y se cubrió la boca. Se rió levemente y dijo una vez alejó sus manos de su rostro para posarlas en su regazo-. Disculpa, es sólo que... - se sonrojó y lo observó con la más dulce de las sonrisas-... siempre he sido algo preguntona- confesó más divertida que intimidaba sin desviar su mirada de aquel chico frente a ella que era dueño de todas las respuestas que esperaba.
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Mensaje por Abraxas N. Malfoy Jue Abr 18, 2013 10:30 am

El hombre de pie junto al mesón asintió casi por inercia mientras era iluminado por la luz de la luna. Abraxas nunca había celebrado su cumpleaños hasta que había cumplido los diecisiete, hace solo unos meses atrás. Su madre siempre le había felicitado con cariño cada treinta de junio, su padre en cambio, era otro asunto muy distinto, el rubio estaba seguro de que ni siquiera se acordaba, pero, no era algo que le afectara en lo más mínimo, desde pequeño le habían enseñado la diferencia entre lo que era importante y lo que no valía la pena ni mirar. Se reacomodó un poco en su posición y la observó con cautela de entre unos pocos mechones platinados que apartó de un sencillo movimiento; su padre llevaba el cabello largo, en cambio a él, le disgustaba tenerlo más largo de lo normal, no se lo había cortado por petición de su padre y la tradición de la familia, pero ya lo haría dentro de poco.

Entonces espera un presente de mi parte en esa fecha — sonó serio y complaciente en la misma medida, ya sabía la fecha de su cumpleaños y no perdería la oportunidad de hacerle algún regalo que pareciera algo así como una prueba del compromiso que los unía, ya le pediría a su madre que le comprara lo que acababa de pasarse por su mente, seguramente a Lucinda le gustaría —. Tomemos el ciclo que cumple Hogwarts como ejemplo — mencionó con una seca sonrisa, pero no de disgusto, sino del fastidio de estar contando los años para la boda. La verdad es que no le importaba si se terminaba casando a los treinta —. ¿Serías capaz de casarte conmigo ahora mismo? — interrogó, paseando sin reparo sus fríos ojos grises por el cuerpo de la Ravenclaw, como si le estuviera mandando un mensaje implícito de lo que se refería a través de ellos. La verdad, es que admiraba la ingenuidad de sus palabras, algo que le indicaba la persona que era verdaderamente la castaña cuando no estaba frente a su imponente presencia —; Ya sabes que los compromisos suelen ser bastante largos — agregó luego de un minuto de silencio, con la intención de calmar los nervios que estaba seguro de que le habían surgido después de su frase anterior.

La risa que soltó después de su bombardeo de preguntas, hizo que curveara levemente una de las comisuras de sus labios, parecía realmente divertida de haberle hecho preguntas que no estaban escritas en el papel pergamino. Levantó una mano e hizo un ademán para restarle importancia a ese asunto mientras observaba su dulce sonrisa pegada a la cara —. Está bien que seas así, tienes interés por aclarar tus dudas — se encogió imperceptiblemente de hombros y volvió a bajar la mirada al papel amarillento. La verdad es que las mujeres que él llegaba a conocer, solo asentían y callaban, Lucinda llegaba a ser diferente en ese aspecto, algo que llamaba su atención. No conocía a ninguna otra joven de Hogwarts capaz de preguntarle demasiado sobre ciertas cosas. Recuperando el hilo de las preguntas, giró la levemente la cabeza levemente hasta su prometida y entreabrió los labios para seguir con la dinámica —. Bueno, sigamos — su mirada gris barrió totalmente entre las letras del pergamino mientras iba asintiendo periódicamente —. A ver, las pociones llaman bastante mi atención, sin embargo, podría decir que DCAO es mi favorita — «En realidad, su contraparte», agregó en su mente, recordando por una brevedad de tiempo lo que había aprendido de Tom en sólo unos cuantos meses, pero, era obvio que no iba a decirle eso a su futura esposa, así que se limitó por levantar la cabeza y preguntar como lo había hecho anteriormente.

Te miro, y podría suponer que la tuya es encantamientos, sin embargo, esto es solo una suposición — ladeó un poco la cabeza y entrecerró por un segundo los ojos —; ¿Cuál es la tuya? — interrogó luego de un momento, él también debía informarse de todo lo que a ella le gustaba, era como una forma de atenerse a lo que viviría dentro de algunos años. Volviendo sus ojos a las preguntas, pescó otra de estas. «¿De una forma especial?», se preguntó en su mente, rememorando las veces que Dorea le había dicho “Ab” con aquella voz que sonaba demasiado bien como para soportarlo con naturalidad, y luego, estaba su madre que siempre le llamaba por todos los apodos que podía encontrar, algunos bastante vergonzosos como para mencionarlos —. Nunca me había detenido a pensar si me gustaba o no, la verdad es que no le dedico atención a ello — dijo simplemente, con una expresión tan impersonal como su mismo tono neutral antes de dirigir sus irises grisáceos de nuevo a la muchacha —, ¿a ti si te gusta? ¿Qué tal “Linda”? — mencionó, tratando de picarla un poco, o en su debido caso, de sonrojarla hasta la raíz del cabello. Nunca le había divertido demasiado hacer sonrojar a las féminas de su alrededor, pero ver las mejillas coloradas de la castaña, le había dado un nuevo sentido a todo aquello.
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Bajo otras circunstancias || Lucinda Scalovix Empty Re: Bajo otras circunstancias || Lucinda Scalovix

Mensaje por Lucinda Scalovix Jue Abr 18, 2013 7:35 pm

El cabello de Abraxas parecía suave al tacto. Lucinda se había percatado de ello la noche anterior, pero no se atrevía a constatar aquello pidiendo permiso para tocarlo. En eso pensaba observando a Abraxas con su papel en la mano antes de escuchar lo del regalo. Abrió los ojos con algo de impresión y estuvo a un punto de negarse, pero supuso que no se vería lindo que ella negara un presente de él. Incluso eso podía ser parte del protocolo, ¿no?. Así que con las palabras mudas en la garganta lo siguió escuchando. Hogwarts: septiembre hasta la llegada del verano. Ello le parecía bien. Daba mayor claridad a lo de las fechas que para ella ahora había tomado relevancia. Podía parecer poco importante para cualquiera, pero Lucinda era disciplinada y le gustaba tener sus cosas con cierto orden, por ello tener una fecha estimada le era importante: ¿cómo ordenar su vida sin saber aquel dato?. Sin embargo, la pregunta que él le hizo mirándola a los ojos la hizo tragar una bocanada de aliento. Rápidamente respondió negando. No, no estaba lista. ¿Por qué? Porque no no más... ¿quién podía estar lista para casarse a los dieciséis? Y aún así se preguntó si alguna vez estaría lista para ello. Aquella duda que quedó flotando le provocó un retorcijo en el estómago. Casarse parecía una palabra tan grande como si millones de cosas cupieran en ella, y de hecho millones de cosas cabían en un compromiso. Bajó la mirada hacia sus manos y vislumbró cómo se vería una argolla en su dedo pensando que sería extraño. Debía ser extraño compartir toda la vida con alguien más-. Sí, lo sé, además aún somos muy jóvenes- agregó sin estar del todo segura de sus palabras. Romeo tenía dieciséis cuando conoció a Julieta, y desde entonces estuvo listo para unirse a ella. La idea de estar listo siguió rondando su mente unos segundos, y después de sus muchas preguntas con sus respuestas, intentó eliminarla con un suspiro mientras sus ojos miraban la luna que brillaba en el firmamento.

La seguidilla de respuestas siguióy Lucinda lo miró justo en el instante en que él la miraba. Por alguna razón le pareció que la mirada de Abraxas la desnudaba. Era una sensación extraña, invasiva, y aunque él no hacía nada que pudiera hacer pensar en aquello, Lucinda se sintió intimidada una vez más, ante lo cual sus manos se aferraron a la mesa mientras lo oía. Por alguna razón siempre había imaginado que DCAO era uno de sus fuertes. Abraxas parecía un joven con una absoluta capacidad para defenderse-.. Sí, me gusta Encantamientos, pero Transformaciones es mi fuerte- confesó con una sonrisa tímida-. Y me asusta adivinación, siempre he visto que en cada profecía hay realidad, y lo mejor de la humanidad es no conocer el futuro- murmuró sin saber que con ello uno de sus más grandes miedos se daba a conocer: ¿Acaso Lucinda no le temía a conocer qué sería de ella y que aquello no le gustara? Que sus sueños se rompieran antes de cumplirse era tan fatídico como la muerte en sí, porque sin sueños no habían ganas de vivir la vida, y morir en vida era aún peor que morir del todo.

Abraxas bajó una vez más la vista y su respuesta vino acompañada de una ligera decepción de parte de Lucinda, aunque no lo demostró. En su interior ella siempre había pensado que Abri le sonaba tierno, sin embargo jamás se atrevería a decirle así. Y aquella vergüenza de sólo mencionar el sobrenombre que ella le tenía en su cabeza no fue nada en comparación con las siguientes palabras de él. Lucinda sintió que sus mejillas estaban a un paso de estallar y por ello se vio obligada a llevar ambas manos a su rostro para ocultar lo sonrosadas de las mismas. Disimuladamente hizo como que le picaban los párpados y cerró los ojos, sintiéndose algo ridícula una vez sacó sus manos y lo miró, aún del todo enrojecida-. Sí, me gustan los sobrenombres. Robert me dice Osita, pero en general mis amigos me dicen Lu, Luci, Luchi, Lucilu- le dice sin responder a su segunda pregunta directamente-. Si quieres decirme de una forma me gustaría, creo que sería... especial- comentó sonrojándose nuevamente y preguntándose en su interior si Abraxas la encontraría linda. Esa no era una pregunta que Lucinda se solía hacer, y tampoco era de aquellas chicas que lo estaba buscando, pero entonces no podía evitar preguntarse si es que él la veía a ella como una chica linda. Ese pensamiento la llevó a levantarse de la mesa y caminar hacia la ventana. El frío del exterior se hizo palpable cuando posó su mano en el vidrio, y deseó apoyar su rostro ahí para bajar la temperatura de sus mejillas, mas no lo hizo. Desde ahí se giró levemente y del todo ingenua no pudo evitar decir-. Serías el único que me dijera linda...- y dejó esas palabras en el aire mientras las terminaba de pronunciar, mirando a Abraxas y sintiendo algo súbitamente nuevo. Tras ello bajó un poco la mirada.
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Bajo otras circunstancias || Lucinda Scalovix Empty Re: Bajo otras circunstancias || Lucinda Scalovix

Mensaje por Abraxas N. Malfoy Vie Abr 19, 2013 4:50 pm

Abraxas quedó asintiendo ante sus palabras sobre las materias, escuchando atentamente lo que tenía que decir respecto a ellas. A él en lo personal, adivinación nunca le había llamado la atención, por eso, en cuanto tuvo la oportunidad de dejarla, lo había hecho sin pensarlo demasiado. A diferencia de Lucinda, el rubio sí que no creía en las profecías, para él, estas solamente se cumplían si se les prestaba más atención de lo debido, tratando de impedir algo que, si nadie lo hubiese escuchado jamás, seguramente no estaría destinado a pasar por ningún motivo, y tratar de parar aquel parámetro era un error irreparable. Pero no iba a ponerse a discutir consecuencias con Lucinda, así que la dejó continuar. Rió interiormente en cuanto notó que había logrado el efecto deseado con sus palabras, no es que le gustara burlarse de la castaña, pero verla tan apenada parecía subirle el ego que pocas veces salía a relucir, sin embargo, hizo como que no hubiese notado nada en absoluto, esperando que ella se recuperara un poco antes de volver a dar otra arremetida victoriosa. Tenía que sentirse lo suficientemente halagada por él como para que no pudiera sacarlo de su cabeza en los próximos años, algo que no parecía demasiado difícil, dado a lo recatada que había resultado ser la Ravenclaw. Mientras la observaba hablar, evitó arrugar el entrecejo cuando mencionó al tal “Robert”, la verdad es que no sabía quién era y no le interesaba demasiado saberlo, seguro que era un compañero de su casa con el que ella compartía muchas cosas, y aunque él era su prometido, la verdad es que no creía correcto que a esas alturas y apenas empezando a intercambiar gustos e intereses, empezara a interrogarla sobre sus amistades. Ya vería como abordaba ese tema mucho más adelante.

Bueno, entonces para mí serás “Linda”. No muy original, pero sí bastante cierto — aseguró con una voz bastante seria pero mucho más cordial que cualquier otra de las anteriores, puede que no le saliese el espíritu amable muy a menudo, pero, tendría que hacer un esfuerzo extra por agradarle un poco más a su prometida como para llevarla al altar sin que aquello significara una tragedia épica. Observándola caminar hasta el ventanal con ojos críticos, se dijo que tal vez estaba demasiado avergonzada como para intentar mirarlo directamente a los ojos, así que se giró un poco en su asiento y despegó los ojos grises de ella para volverlos a afincar sobre el papel, al menos, hasta que ella habló y lo hizo girar la cabeza. «El único que lo dijera en voz alta», corrigió interiormente sin dejarla de mirar con aquellas irises frías y templadas. Era bastante obvia la belleza de Lucinda, y aunque para él alguien más encabezaba la lista, era bastante difícil no percatarse de lo hermosa que resultaba al verla de cerca, era obvio que muchos pensaban igual que él, pero ella no los había escuchado, y al pensar en ello, un breve recuerdo vino a su mente.

Estaba en cuarto año en aquel entonces, saliendo de la clase de pociones junto a un pequeño grupo de estudiantes cuando se había topado con Lucinda por primera vez lejos de reuniones sociales. Ella se había disculpado profusamente con las mejillas encendidas de un rojo bastante vivo, y Abraxas no había hecho otra cosa que pasarla de largo después de decir un neutral “no importa” mientras otro de sus compañeros la había ayudado un poco antes de ir de nuevo tras él, parloteando por lo bonita que le resultaba la pequeña Ravenclaw. Definitivamente no era nada nuevo, mucho menos cuando el rubio se detuvo a mirarla cuando bajó por unos centímetros la vista. Ninguna chica le había resultado tan… pulcra en ese aspecto, conocía bastantes jóvenes que cuando les hacían un cumplido, reían como tontas o empezaban a parpadear como si tuviesen problemas de visión, en cambio ella no parecía encajar en esa descripción, por lo que Abraxas la subió un escalón más en su medida de estimación.

Aún así, no estaría en un error — sonrió un poco antes de volver a las preguntas de una vez, con el fantasma de sus palabras rondando su cerebro cuando su vista barrió por tercera vez el objeto entre sus manos —. Sigo a los Montrose Magpies, por supuesto — dijo con tono inadvertido, como si la conversación anterior no hubiese existido en absoluto, y no es que él no le hubiese tomado importancia, sino que por lo menos quería que ella se tranquilizara un poco o terminaría con fiebre toda la noche de seguir cambiando de temperatura tan drásticamente —, ¿tú sigues alguno? — interrogó con tono levemente interesado. Las mujeres no parecían seguir a un equipo en particular, al menos las de Slytherin no opinaban especialmente en las implicaciones en el Quidditch a pesar de que a lo largo de la historia, siempre había alguna que otra fémina participando activamente en los equipos. Volvió a bajar la vista y esta vez, se pasó una mano por el cabello platinado y giró sobre su propio eje hasta quedar frente a frente con la castaña —. No tengo una comida preferida en especial — dijo mirándola sin pizca de emoción, contrastando un poco con su caballeroso tono de voz —, pero, si he de decir que algo me gusta, son las empanadas de Cornualles — asintió imperceptiblemente ante esa afirmación, su madre siempre le había dicho que de pequeño, aquellas eran sus favoritas, algo que tuvo la oportunidad de comprobar ya siendo mayor, lástima que en el colegio no las sirviesen a menudo —. ¿Los chocolates de ayer se ubican en tus comidas favoritas? — cuestionó tratando de sonar bastante casual para no apenarla, pues conociéndola, seguramente se acordaría de las situaciones del día anterior y se avergonzaría por cuarta vez en una noche, o tal vez más, Abraxas ya había perdido la cuenta.
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Mensaje por Lucinda Scalovix Sáb Abr 20, 2013 12:23 pm

La vanidad era un defecto muy común, sobretodo en la juventud que se vanagloriaba en su falta de años y de experiencias. Lucinda había vivido con la vanidad que la rodeaba día a día, no sólo en su madre, quien parecía ser la vanidad personificada, sino también en las chicas que andaban pululando de ahí a por allá con la última moda como si fuera lo más importante. Ella nunca había sido del todo vanidosa, mejor dicho, y más que eso, era una chica pulcra. Le gustaba el orden y la simplicidad, y ella misma solía vestirse de manera simple. Consideraba la belleza sólo eso, algo "lindo" y digno de apreciar de forma contemplativa, pero además de aquel punto no lo consideraba algo del todo importante en su vida. O al menos así había creído hasta que las palabras de Abraxas la habían alterado tanto. Una alteración perceptible por sus mejillas sonrojadas más que por cualquier otra cosa, pero aquello sólo era una muestra de su alteración interior donde su ego- en general oculto y resguardado bajo su bondad- se inflaba con la esperanza de lo que aquella simple palabra hacía nacer en ella: linda. Sólo cinco letras en un ecosistema repleto de conceptos, pero aquella palabra, tan dulce y pequeña, hizo que el corazón de Lucinda revoloteara como una mariposa en su pecho mientras una sonrisa se dibujaba en sus labios. Nunca creyó que ser linda para alguien pudiera parecer algo tan importante.

Con ese pensamiento en su cabeza la siguiente respuesta a una de sus preguntas parecía sacada de contexto. El nombre del equipo entró a sus oídos y Lucinda sonrió más ampliamente, como si de pronto hubiese descubierto uno de los secretos más ocultos de Abraxas con aquella respuesta-. Juegas al ganador- le dijo divertida, pues esa frase muchas veces la había escuchado de su hermano William. Avanzó unos pasos hacia él y se detuvo a medio metro de donde él estaba. La luna iluminaba su espalda y sus rasgos en la oscuridad se veían ocultos por las sombras-. Mi hermano y yo somos seguidores de los Tutshill. De pequeña me solía pedir que lo acompañara a los partidos, y la verdad es que me gustan mucho, aunque no me gustan ver cuando se caen de la escoba. Siento que me duele a mí cuando eso pasa- le comentó arrugando la nariz ante su último comentario recordando una de las caídas más feas que había visto hace dos años, cuando su equipo jugaba contra el Puddlemere por la liga de Gran Bretaña. El buscador del Puddlemere parecía muerto en el suelo, y Lucinda aún se preguntaba cómo es que efectivamente no había muerto. En esa entonces, y por su cabeza pasó el pensamiento de dedicarse a la medimagia. Sin embargo, fue un pensamiento efímero, pues, aunque adoraba ayudar al resto la sangre y las heridas le producían un rechazo absoluto. Su empatía natural provocaba en ella que el dolor ajeno se le contagiara como si fuera un estornudo, y estaba casi segura que no podría sobrevivir como medimaga. Tendría que buscar otras formas de ayudar.

Abraxas se acercó un poco más a ella tras un giro y llevó sus ojos al papel. Una nueva pregunta era respondida y a Lucinda le pareció curiosa la negativa de la misma, pues toda persona solía tener comida favorita, ¿no?. Mas al menos sí había algo que le gustaba y aquello la emocionó pues su madre conocía el lugar donde vendían las más ricas empanadas de Londres-. ¿Los chocolates?- le preguntó ante su interrogante y asintió-. ¿A quién puede no gustarle los chocolates? Yo viviría de ellos si no fueran tan poco nutritivos- comentó riéndose ligeramente. El nervio ya había pasado y sus mejillas recobraban un tono normal. Al parecer la idea de la lista no había sido tan absurda como había creído en un inicio y poco a poco estaba conociendo más de Abraxas de lo que había creído posible en aquel tiempo-. Pero en general no soy exigente con la comida, excepto algunas cosas del mar que me dan como cosa con la vista...- y puso un gesto de asco de recordarlo para expresar aquel gusto a yodo que se posaba en su lengua cada vez que pensaba en esa cena/tortura que había vivido con sus padres una vez que la obligaron a comer toda la cena en un evento social. Luego de eso estuvo una semana sin gana alguna de comer recordando esos mariscos que aún parecían recordados por sus papilas gustativas-. Sabes...- dijo mirando sus ojos grises y viéndolos tan claros con el contraste de la luna que se impresionó. Nunca había visto tal color en otros ojos. Eran unos ojos hermosos, enigmáticos también, pero sobretodo hermosos. Los quedó mirando con atención mientras volvía a abrir sus labios-... en Londres conozco un lugar donde hacen las más ricas empanadas, por si quieres ir....- a la son que hablaba se daba cuenta de sus palabras y entonces se volvió a sonrojar otra vez, presa del miedo de que su invitación fuera muy precipitada-...alguna vez, quizás- señaló para quitarle importancia, haciéndolo ver como un evento lejano. Tras ello se mordió el labio inferior dudosa y miro hacia un lado, a la pared, retrocediendo unos pasos hasta llegar a la ventana. Elevó sus manos hacia su cabello y lo llevó hacia arriba en una coleta para luego dejarlo a un lado de su hombro. Su mirada pasó desde la pared hacia Abraxas, y se quedó en sus ojos... esperando que él continuara.
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Mensaje por Abraxas N. Malfoy Dom Abr 21, 2013 6:01 pm

Siempre tienes que apostar al mejor — dijo con el tinte seguro, haciendo resonar su voz de entre las paredes de piedra antes de terminar de escuchar lo que Lucinda tenía que decirle. Al menos seguía un equipo, algo no tan fundamentalmente importante, sin embargo, había necesitado una afirmación ante aquello para corroborar una vez más que ella era bastante diferente a otras mujeres. Y no se había equivocado, y al escuchar el resto, pudo concluir que era igual de sensible que muchas otras al observar los accidentes sobre la escoba, algo que era bastante recurrente tomando en cuenta lo temerario que solían ser los equipos, mucho más cuando jugaban en tiempos de lluvia.

El gusto por los chocolates. Abraxas anotó aquello en su mente como si estuviese grabándose un acontecimiento importante, algo que no estaba demasiado alejado de la realidad si quería mantener feliz a su futura esposa. A él no le atraían demasiado las cosas dulces, dado que de pequeño su familia no solía darle demasiados, pero, haría un sacrificio en las reservas de su mansión para que Lucinda se sintiera cómoda sin salir demasiado de ella -al menos no sola-. Acompañó su risa con una leve sonrisa y se interesó por su tema sobre la comida proveniente del mar y de su gesto asqueado que le divirtió un poco. También debía anotar su poco gusto hacia todo lo proveniente de allí. Él no era amante de aquella comida tampoco, pues, era alérgico a los mariscos y a unos cuantos platillos a los que no podía ni ver porque sentía repugnancia, aunque nadie se diera cuenta —. Te entiendo, a veces yo tampoco puedo ver esos platos — mencionó con simplicidad, arrugando un poco la comisura de sus labios cuando la imagen de uno de esos “suculentos” platillos pasó por su mente como un flash. Le había hecho una especie de guerra.

Luego de un momento pensando, la escuchó decir una palabra titubeante que la hizo mirarla con atención, quedándose en sus ojos tan verdes como las esmeraldas ante el brillo de una pequeña luz. Hasta ese momento, no se había fijado demasiado en sus ojos, pero ahora que ella parecía verlo tan directamente, martilleándolo con aquellas irises incandescentes e íntegras, se permitió admirarla un poco más, hasta que volvió a hablar. Aquello lo hizo elevar las cejas imperceptiblemente al no haber esperado que ella le hiciese una invitación tan arrojada, y luego de retractarse de alguna forma de aquello con las mejillas sonrosadas, Abraxas le restó importancia al asunto con una sonrisa que parecía más encantadora que otra cosa, tratando de infundirle toda esa confianza que él necesitaba que ella sintiera, al menos hacia él —. Esperaré la invitación con impaciencia — le dijo en tono gentil, observándola caminar con tranquilidad hacia la ventana para posteriormente dejar su cabellera castaña sobre uno de sus hombros. El rubio podía parecer totalmente frío en todos los aspectos, pero, si había algo que no podía negar, es que le atraía bastante una joven que estuviese constantemente manipulando su melena como si fuese un acto casual y no forzado.

Sin moverse ni un ápice de su sitio, captó los ojos de Lucinda de nuevo fijos en él, y como si de una idea se tratase, caminó hacia ella con pasos parsimoniosos y despreocupados, llevando una mano en los bolsillos mientras que con la otra sostenía el pergamino hasta quedar a centímetros desde donde ella se ubicaba, levantando un poco a vista y notando que había quedado lo suficientemente cerca como para mirar igualmente a través de los cristales —. ¿Cuántos hijos quiero tener? — susurró mirándola con una sonrisa de medio lado antes de responder —. La verdad, es que quiero tener dos a pesar de que la familia ha tenido un solo heredero por generaciones — dijo en tono pensativo, entrecerrando un poco los párpados y afincándose en la pared con una pose casual e inadvertida. Contra todo pronóstico, el joven Malfoy era metódico desde que tenía uso de razón, tan organizado que ya prácticamente tenía la mitad de la vida planeada en su mente, en contraste con la liberación interior que sentía un típico muchacho a su edad; el gusto por cumplirle a su familia estaba aun por encima de sus imprescindibles deseos, y sabía que debía hacerlo lo más pronto posible, así que aprovecharía el tiempo al máximo hasta que su prometida saliese de Hogwarts y se formalizara toda aquella situación que aún, parecía tener un tinte incierto en su futuro —. ¿Cuántos quisieras tú? — le preguntó suavemente ante la cercanía, observándola expectante ante su respuesta para proseguir con toda aquella rutina temporal.

El amargo — recalcó ante la siguiente pregunta escrita por la pluma de Lucinda. No era un adicto al chocolate ni mucho menos, pero, de vez en cuando comía una pequeña tableta por puras ganas de llevarse algo a la boca. Había estado a punto de decirle que ninguno, pero, a juzgar por el gusto que su prometida tenía por este, no era la mejor opción decirlo aunque pareciese una tamaña estupidez —, supongo que a ti te gustan todos, ¿no? — le cuestionó con un leve tono de broma negando divertidamente con la cabeza antes de volverle a obsequiar otra mirada de sus grises ojos. Mirándola tan de cerca, parecía que la cara de la chica estaba a punto de calcinarse, o tal vez eran imaginaciones suyas.
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Mensaje por Lucinda Scalovix Lun Abr 22, 2013 1:02 pm

De lo poco de vida que me resta
diera con gusto los mejores años,
por saber lo que a otros
de mí has hablado.

Y esta vida mortal, y de la eterna
lo que me toque, si me toca algo,
por saber lo que a solas
de mí has pensado.

Ese poema se asomó en la mente de Lucinda al notar los ojos de Abraxas en los suyos. Era extraño, pero por primera vez sentía que la miraba realmente. Sus ojos en los de ella parecían una melodía eterna, incierta y emocionante, coma adrenalina viva que la rodeaba y que agitaba su corazón. Era muy temprano para llamarlo amor, pero no lo suficiente para nombrarlo curiosidad vestida de interés. Por un instante en la mente de Lucinda no hubo ninguna otra cosa además de los ojos de Abraxas en ella y el análisis de su tono gris. ¿Sería invierno o bruma? O tal vez no era ninguno de ellos. Aquel color decía mil cosas y nada en concreto, de hecho, era como lo que quiso ser y no fue. Algunos pensarían que el azul se asomaba por el iris reclamando su posición, y sin embargo, si se acercaba uno lo suficiente bajo la luz del sol creía ver un aire verdoso. Mar y tierra, cielo y césped, agua y hojas combatiendo por el lugar que significaban en la mirada de Abraxas, y aún así ninguno lograba ganar. Ambos se quedaban en la orilla de lo que no fue... y de lo que quizás nunca sería.

Con aquello Lucinda lo escuchó aceptar su invitación. Le regaló una trémula sonrisa que se asomó por sus labios y se giró hacia la ventana. El alma se desnudaba con mucha mayor facilidad que el cuerpo, al menos en su caso, y en la mirada de Abraxas había temido que se reflejara toda su persona dejando su humanidad desprovista de aquel misterio que toda joven debía mantener, según su madre le había dicho. Lo miró avanzar hacia ella y detenerse tan cerca que Lucinda podía sentir el perfume que emanaba su piel. Posó una mano en la ventana como si lo requiriera para sostenerse y escuchó el susurro de una de sus preguntas, lo cual, ya con eso, la hizo sonrojarse. Sus ojos observaron la barbilla de él, y subieron lentamente por su rostro desde sus labios y su sonrisa hasta sus ojos una vez más. Su respuesta le sorprendió, pues no conocía aquella tradición de su familia, y soltó un leve suspiro a medida que él se acomodaba en la pared bajo su atenta mirada-. Me gustan los niños. Siempre me han gustado aquellas familia con muchos pequeños porque no hay nada más cercano en el mundo como un hermano- comentó pensando en William, la persona a la que más quería en todo el mundo. No había nadie a quien amara más que a su hermano porque nadie podía comprender tanto su vida como William lo hacía-. Pero creo que el cuántos hijos tendré dependerá de la situación de mi vida en el momento de decidir tenerlos, y por eso sólo he pensado en que quiero ser mamá sin importar cuántos hijos sean...- murmuró no del todo segura de lo que decía. Tampoco había analizado mucho lo de ser madre en sí, aunque no negaba que debía ser una experiencia maravillosa, al menos para vivirla una vez-. También dependerá de cuánto duela...- dijo con una sonrisita y elevando un poco el tono de voz-, que siempre he escuchado que un parto duele tanto como la caída de una escoba- y arrugó su nariz en aquel gesto común cuando pensaba en dolor físico. Lucinda no gustaba del dolor físico. Quizás esa era su mayor cobardía.

"Amargo"... claro, era de suponerlo. Aquella respuesta no fue sorpresa para Lucinda. Sonrió abiertamente y sus ojos, perdidos en el lago que se podía admirar a la distancia, volvieron a Abraxas notando su cercanía. Su nerviosismo provocó que su sonrisa desapareciera de su rostro sin más y se vio obligada a tomar una bocanada de aire. El silencio acompañó el final de la pregunta que él le hacía, y la tensión, quizás sólo percibida por ella, parecía apoderarse de toda la sala. En la oscuridad amedrentada por la luna Lucinda miraba a Abraxas y se preguntaba algo que no hablaba de chocolates, pero sí de sabores. Se preguntó si él iba a besarla y por ello se había acercado tanto, y aquella pregunta la hizo sentirse tan pequeña en el salón que sus mejillas se volcaron en un torrente de calor-. Sí....- respondió en un soplido con los labios entreabiertos mientras lo miraba. No podía dejar de mirarlo pues se sentía hipnotizada por su aroma y por sus ojos. Nunca en su vida se había sentido tan nerviosa y casi podía sentir que sus piernas no le responderían de un segundo a otro y se iba a caer. Su mano hizo un poco más de presión contra el vidrio y se obligó a decir algo más temiendo que él pudiera leerle la mente-. Todos los sabores me gustan- comentó intentando salir del encanto-. Hablo de los chocolate- aclaró desviando la mirada y sacudiendo por un instante la cabeza. Observó la luna y respiró con profundidad-. De pequeña me imaginaba como una cocinera de chocolates, ¿sabes? La forma más fácil de regalar felicidad es regalando chocolates- dijo con una sonrisa perdida en sus labios ante sus recuerdos infantiles-. El chocolate suple el amor, y el amor es lo que más felices nos hace...- murmuró sin dejar de lado la sinceridad en las palabras que decía, y poco a poco inclinó su rostro para mirar a Abraxas una vez más, y ver en sus ojos si él también creía en el amor como la mayor de las felicidades-, ¿verdad?- preguntó verbalizando su inquietud y esperando respuesta de aquellos ojos grises.
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Mensaje por Abraxas N. Malfoy Miér Abr 24, 2013 8:06 pm

«Será una buena madre», se dijo Abraxas en su interior mientras asentía a sus quedas y conformes frases. La mujer que sentía al menos un poco de cariño por sus hijos, tendría el carácter suficiente como para llevarlos por el camino que el padre requería que fuese si era varón, en caso contrario, solamente se encargaba ella de la educación posterior, al menos eso siempre había escuchado el rubio de la boca viperina de la sociedad que llegaba a fastidiarlo demasiado, tratando de mirar al piso para no tropezar con algún obstáculo que avecinaría una caída con la sociedad parlante encima, al menos, los hombres no eran muy cuestionados en ese aspecto, caso contrario a las mujeres que desde pequeñas, eran criadas para convertirse en esposas, algo que sorprendentemente, al joven Malfoy le daba un poco de repugnancia. Todos querían una esposa sumisa, elegante, sin cerebro y sin voz, él, parecía querer todo lo contrario, algo que parecía residir en Lucinda a menos exteriormente y esperaba no equivocarse, porque odiaba aquello. Se había acercado para poner a prueba su autocontrol y expresiones ante su imponente presencia, pues, parecía cansado de ver que cuando él se acercaba demasiado como para considerarlo normal, todas cerraban los ojos esperando algo que nunca iba a llegar, y por más cruel que sonase todo aquello, la verdad es que se reía interiormente. ¿Quién querría ser galante con una joven tan efímera?, ya daba igual.

Abraxas nunca se había caído de una escoba, sin embargo, a juzgar por las tantas veces que se habían partido los huesos al caer de estas, podía fácilmente imaginarse el dolor físico que aquello debía causar, tenía bastante suerte al ser esquivo y ágil con la escoba, lo suficiente como para intentar no caerse desde una altura considerable, aunque distaba mucho de que aquello ocurriera realmente. No es que le gustara hacerse de méritos, pero era bastante obvio que el talento le sobraba para esquivar las caídas desde la escoba. Con aquella suerte se nacía.

Su repentino cambio de temperatura, le había causado cierta gracia interior, aunque eso no se notara sobre su rostro pálido y libre de emociones no convenientes. La verdad, es que al principio había pensado besarla, pero dado a como estaban las cosas a esas alturas, era mejor esperar solo un poco más para que ella sintiera que no podía vivir sin él, porque esa era la idea. Un contacto de sus labios iba a dejarla pensando quizás un mes entero, sin embargo, Abraxas tenía unos principios bien marcados, si no la conocía lo suficiente como para tener una acción tan íntima, lo mejor era esperar hasta que ella le diera alguna señal de lo que quería, y aunque la veía así tan hipnotizada por él y su presencia, simplemente se estaba dejando llevar por la tensión que parecía recaer sobre ella con todo el peso de la gravedad. El rubio por un momento, se sintió áspero y cruel al querer pensar solamente en lo que a él le convenía en función a su familia, aunque, eso era lo que había aprendido en la mansión Malfoy desde que había llegado al mundo, y aquello era lo corriente.

Su escueto “”, lo hizo sonreír de medio lado con toda la intención, sin embargo, trataba de ocultar su profunda sonrisa bajo una cara aparentemente tranquila y ojos fríos como el viento que soplaba afuera, en medio de los árboles del bosque prohibido. No pudo evitar largar una carcajada ante su respuesta, “hablo de los chocolates”, soltó en un tono que a él le pareció presuntamente acelerado y hasta un poco torpe. Abraxas sabía que estaba pensando que la iba a besar en cualquier momento, y era por ello, que su subconsciente la había traicionado, haciéndole dar una respuesta que ni ella misma entendía. Ladeó la cabeza a un lado cuando ella giró la suya, y por un momento, la luna iluminó su hermoso rostro bajo los ojos oscurecidos del joven. La pregunta que llegó después desde sus rosados labios, le dejó un poco desubicado en el contexto, por lo que se giró un poco hacia la ventana, con aire pensativo, buscando la mejor manera de responderle aquello.

Abraxas no creía en el amor, ni siquiera en el cariño más allá de su madre, y este, era bastante alejado y cuestionable, al menos desde que él había estado lo suficientemente mayor para comprenderlo. Nunca había sentido algo más que interés, admiración por personajes que se merecían su atención, y por las chicas, no había otra explicación que la atracción intangible que lo acaecían, como la había sentido por Cedrella, o ahora mismo, sentía por Dorea. El amor no corría por su sangre, la compasión tampoco, y Abraxas sabía que, si no habían sentimientos suficientemente razonables en el tema “bueno” argumentalmente hablando, para él, el amor no era algo demasiado importante, porque no lo podía sentir, ni tocar. No sabía cómo era, y a pesar de que no le importaba en absoluto sentirlo, no pudo dejar de mirar a Lucinda luego de un minuto de silencio. Estiró la mano hacia ella, mirando su cara distraídamente, arreglando un mechón castaño de su cabello detrás de su oreja, para luego deslizar con cautela sus dedos por su suave mejilla y, culminar su recorrido con una caricia en su pequeño mentón. La cara de su prometida estaba caliente, y con aquella acción que acababa de hacer, estaba seguro de que lo estaría aún más.

Si lo sientes por tu familia y por los que quieres, es real — le dijo, dándole una sonrisa aparentemente sincera que no daba lugar a cuestiones demasiado serias, aquella sonrisa le dio calidez a sus ojos grises que no se despegaban de las irises verdes de ella, sin embargo, demasiado en el fondo, estaba tan vacío como una caja ultrajada. Aquella sonrisa era interpretativa, como si fuese tan buen actor que pudiese transmitir unos sentimientos que no eran reales a través de sus acciones, algo que, Lucinda no sabría jamás. Despegándose un poco más para darle más espacio para que se recuperara, volvió a barrer la hoja con la vista, percatándose de que solo quedaban dos preguntas.

Sin duda alguna, el mejor regalo, fue cuando mi padre me entregó el distintivo de la familia — dijo con un serio tono de voz, recordando el acto solemne en sus diecisiete años, hace solo unos cuantos meses atrás. Hurgando con una mano en uno de sus bolsillos, sacó un pequeño distintivo circular, de plata brillante, el cual subió el cerrojo en forma de serpiente con solamente él pensarlo, abriendo la tapa y dejando ver un fondo verde muy oscuro, con una “M” de plata en el medio con el borde rodeado de serpientes que parecían girar en torno a la letra y todo el fondo en general. Deseó cerrarlo y este así lo hizo, ocasionando que lo volviese a guardar en su bolsillo como acto casual mientras observaba la cara de Lucinda desde más lejos, volviendo la vista al asunto. También sería épico cuando su madre, le diera el anillo de compromiso que le había entregado su padre cuando ella había salido de Hogwarts, con la intención de que él hiciese lo mismo y que su prometida lo tuviese en el dedo hasta que llegara el momento de casarse —. A ver… Los Malfoy tenemos negocios de exportaciones de todo tipo de artículos primos mágicos, así que a eso me dedicaré. Me gusta negociar y administrar — asintió muy seguro, volviendo a afincarse sobre el mesón con convicción y rostro neutral. Desde pequeño le habían gustado los asuntos de la familia, y ahora que estaba próximo a tomar un lugar importante en el mundo laboral, no podía estar más ansioso.

¿Y tú regalo favorito, cuál fue? — preguntó en son interesado, y a pesar de que a él no le atañían demasiadas cosas en particular, aquello sí le llamaba la atención, tomando en cuenta los gustos que parecía tener Lucinda hacia ciertas cosas en particular, al menos por lo que él había descubierto con mirarla detenidamente nada más —. Y preguntarte si quieres estudiar algo después de salir, sería bastante equívoco — hizo una pausa, esperando a ver la reacción que podría tener la castaña, pues siempre sus palabras podrían ser malinterpretadas. Continuó —…, porque es bastante obvio que quieres dedicarte a algo, se nota — dijo por lo bajo, mirándola detenidamente sin parecer amenazador o intimidante. Quería saber, un poco más de lo que le gustaba.
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Mensaje por Lucinda Scalovix Mar Abr 30, 2013 4:42 pm

Una brisa fría que se coló por la ventana acompañó las palabras de Abraxas. Al mirarlo vio que sonreía, mas, y a pesar de ello, las palabras tan escuetas sobre un tema que para ella significaba tanto la dejaron algo confundida. ¿Acaso sólo eso era el amor para él? ¿Algo real porque ella lo sentía? Sus ojos en los suyos intentaban buscar qué había tras esas palabras, pero Lucinda no fue capaz de ver más allá de lo que había en los ojos de Abraxas. Se sintió perdida, vaga dentro de la mente de él totalmente vacía de pensamientos. El eco de su frase parecía rodearlos y Lucinda no sabía qué decir. En su ser tan bondadoso sintió tristeza por el tema. Se preguntó si Abraxas se había enamorado alguna vez y si tal vez hablaba así por alguna mala experiencia. O quizás nunca se había enamorado y con ello no conocía el amor. Sin embargo, Lucinda jamás se había enamorado tampoco. El amor para ella era un quimera fantasiosa, absoluta y perfecta. Aunque la realidad fuera tan cruda y tan palpable, ella confiaba en que el amor sí era capaz de superarlo todo. Por amor las personas eran capaces de cometer las más tortuosas locuras, y ella - ¡sin duda alguna!- cometería toda y cada una de las locuras por amor, porque al fin del día el amor era lo más importante del mundo. Con aquella aseveración en su cabeza gritando como una mandrágora, Lucinda sonrió para sí misma y volvió a mirar la luna. Su confianza en el amor era tan ciega que no dudaba que algún día, si Abraxas y ella estaban destinados a casarse, se amarían. Era imposible que el destino no lo quisiera así.

La respuesta a una de sus preguntas llevó a que Lucinda volviera a mirarlo. Aún se sentía agitada a su cercanía de un momento, pero se compuso para escuchar sobre aquel regalo que para él parecía tan especial. Su mirada siguió la dirección de los movimientos de Abraxas. Cada paso de él era tan elegante que Lucinda no dudaba que debía llamar la atención, sin importar por donde caminara. Su mano se escabulló por su bolsillo y sacó de ahí un distintivo que parecía gritar Malfoy por cada milímetro. Lucinda lo admiró sin atreverse a estirar la mano para tocarlo, y con ello elevó la mirada a Abraxas, quien parecía del todo orgulloso de aquel distintivo que se le había obsequiado. Pudo ver ahí la importancia que él le daba a su apellido y a su familia, y aquello la hizo sentir esperanzada de que si algún día ella adoptaba su apellido él siempre la protegería. Mas, como toda moneda con doble cara, pasó por su cabeza el pensamiento de que quizás ella no fuera lo que él esperaba de una Malfoy. No sabía qué era lo que él esperaba de ella, y por eso se sentía siempre tan insegura frente a su persona. Los nervios de equivocarse le ganaban, y esa mirada penetrante de Abraxas no hacía más que intimidarla. Finalmente Abraxas volvió a guardar el distintivo en su bolsillo, y la mirada de Lucinda siguió dicho gesto hasta posarse en los ojos de él una vez más.

Ahora, con Abraxas apoyado en la mesa, Lucinda escuchó sus palabras y asintió. No le llamó la atención que Abraxas no optara por otro tipo de ocupación, más que nada porque esa era la tradición del mundo en el que vivían. William algún día también heredaría la empresa de su padre, y él pasaría a ser el Scalovix que llevara el peso del apellido familiar. Sin embargo, Lucinda anhelaba en el fondo de su corazón saber qué era realmente lo que Abraxas quería hacer de su vida, sin importar los protocolos y las ataduras. Quizás era muy pronto para preguntárselo, y por ello dejó pasar su respuesta mientras devolvía su mirada a la ventana y al paisaje nocturno que se podía apreciar a través de ella-. Bola de pelos, definitivamente...- murmuró ante la pregunta que él hacía-. Me lo regaló Robert a finales de segundo año, y desde entonces nunca me he podido sentir sola. Bolón no lo permite- y una sonrisa proveniente de sus labios se reflejó en la ventana mientras Lucinda posaba una mano en ella. Con Abraxas a cierta distancia se sentía tranquila una vez más, menos nerviosa de su presencia; aunque no podía dejar de sentir aquellos ojos gris que se posaban en su nuca.

A las siguientes palabras de Abraxas, Lucinda se giró lentamente con una cierta mirada de desconcierto. ¿Equívoco? ese término parecía marcar el primer punto sobre la i. Bajó su mirada sintiéndose regañada por aquellas simples palabras, como si lo que anhelara fuera tan erróneo como podía ser mentir o robar. Entrelazó sus dedos y asintió con cuidado, subiendo su mirada de forma precavida hasta encontrarse con él-. Siempre he pensado que me gustaría especializarme en transformaciones. Hay tantas preguntas sin respuestas en ese ámbito...- murmuró con un brillo especial en sus ojos que hacían ver cuánto le gustaba aquello de lo que hablaba-. Los animagos y los metamorfomagos siempre me han provocado tanta curiosidad. De pequeña siempre quise ser metamorfomaga para saber cómo era- reconoció con un atisbo de sonrisa en la curvatura de sus labios. Sin embargo, esa sonrisa se apagó y bajó su mirada nuevamente al suelo-. Mamá dice que son tonterías, que ya alguien lo estudiará- Lucinda avanzó un paso y desentrelazó sus manos. Su mirada se encontró con la de él y se preguntó si Abraxas opinaba igual que su madre, o si él era capaz de ver que la magia y sus misterios distaban del todo de ser una tontería-. Pero bueno, aún me quedan dos años para salir de Hogwarts, así que tiempo al tiempo....- terminó por decir y emanó un suave suspiro.

Sin saber mucho más que decir, y habiendo recibido respuesta de sus preguntas, observó la hoja de papel que él mantenía en su mano. Estiró su mano hasta tomarla y retirándola de manera suave, sin a penas jalarla entre sus dedos-. Gracias por responder mis preguntas- y al decir aquello sus mejillas se sonrojaron por un instante. Habían muchas preguntas más que Lucinda quería hacer, pero ya llegaría el momento de hacerlas-. Ya se me hace tarde- explicó doblando la nota en su mano para no dejar muestra de su tontería-. Nos vemos... Abraxas- se despidió dedicándole una sonrisa, y sin más, caminando de forma rápida y delicada hacia la puerta, salió de ahí... sabiendo que aún habían muchas otras cosas que requerirían respuesta.

Disculpa la tardanza :c
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Bajo otras circunstancias || Lucinda Scalovix Empty Re: Bajo otras circunstancias || Lucinda Scalovix

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